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Etiqueta: viperina

VIPERINIDAD

VIPERINIDAD

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Los humanos viperinos que habitan entre nosotros son seres venenosos de tamaño indefinido, vividorípedos, de cuerpo fajeado, pequeño cerebro, viciosa envidia, existencia frustrada y alma resentida, con dientes huecos en las teclas del ordenador donde emborronan papeles envenenados con rancia vocación y putrefacto espíritu.

Tales seres ejercen la viperinidad con maestría singular y patético orgullo en la tarea, ante la complacencia de sus ruidosos palmeros que jalean los insultos que propinan a diestro y siniestro, sin pensar que las burdas descalificaciones y dicterios que vomitan se inhabilitan por sí solos, al transformar sus crónicas, en agravios; sus opiniones, en ultrajes; sus comentarios, en oprobios; y sus artículos, en libelos.

Estos escribidores de porcelana, plumíferos sectarios, cínicos convictos y exterminadores del honor ajeno, deben saber que la tolerancia de los injuriados tiene un límite, al que llegan estos personajillos con pluma maledicente, ejerciendo el periocismo como pseudodeporte insultante con impunidad absoluta, pudiendo ser denunciados ante los tribunales ordinarios de justicia para que sean estos quienes sancionen a los difamadores.

Pero existe un camino más eficaz y directo para silenciar a estos ultrajadores que no voy a mencionar, amparado por el hastío de quienes sufren invectivas, denuestos y vituperios, por parte de tales víboras humanas que han escapado de la familia reptil a la que pertenecen.

CULOS Y TÉMPORAS

CULOS Y TÉMPORAS

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Toda valoración de personas concretas tiene en sí misma una componente subjetiva que mediatiza, condiciona y determina el juicio pronunciado sobre alguien, negando al opinante una parte de verdad, algo que se acentúa cuando la opinión se vierte en base a la militancia política o adscripción religiosa del sujeto enjuiciado, porque el fanatismo suele cegar el buen sentido confirmando las ideas obsesivas que dominan la voluntad y discernimiento del enjuiciador.

Quienes esto hacen, confunden las nalgas con los cuatro tiempos litúrgicos de plegaria y penitencia, estando obligados a pasar por el sillón del psicoanálisis para eliminar fantasmas, dejarse trepanar la mente para coagular errores y resecar la retina atrofiada que le impide ver la realidad, interfiriéndose en su cerebro culos y témporas, por ofuscación que nubla su entendimiento.

Las malas entendederas de quienes confunden conceptos, actitudes y comportamientos de otras personas, merece el desprecio cuando el malentendimiento es premeditado con objeto de zaherir a la persona que sufre sus denuestos.

Por eso, opinar, identificar y definir personas a partir de la ideología adscrita a su militancia o credo correspondiente, conduce frecuentemente a error, pues la experiencia nos enseña que la “ficha” ideológica no implica necesariamente compromiso alguno del militante con la doctrina que dice sostener, por muy vinculado que se encuentre el encausado a la organización social, política o religiosa que patrocina su credo, algo que nos permite concluir que la valoración a las personas debe hacerse por su condición humana y no por su militancia en la ideología que patrocina.

Los confusionistas deben saber que mezclar en el mundo ovino churras con merinas produce lana de baja calidad, y entrelazar gimnasia con magnesia conduce a dislocación mental, como le sucede a estos seres con lengua viperina.