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TRAIDORA MUERTE

TRAIDORA MUERTE

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El poeta de Tábara sabía pocas cosas, y era verdad. Pero dio por cierto que el miedo del hombre ha inventado todos los cuentos y con cuentos enterramos a los muertos, desde que el primer homínido comenzó a caminar sobre la tierra sin saber cuándo, cuál y dónde sería el final de sus pasos sobre ella.

Inoportuna es toda muerte y siempre, aunque la de algún profeta sea redentora para sus creyentes; pero, además de inesperada y traidora, es injusta cuando se presenta sin avisar en una vida que apenas ha comenzado a florecer, para segar de un tajo el capullo joven que la habita, haciéndolo sin consideración alguna, ebria de vanidad y exhibiendo un poder inmerecido que a todos fustiga, humilla, empequeñece e indigna.

Pero no se lleva la peor parte del hachazo quien es indebidamente llevado hacia la nada de donde procedemos, sino los desheredados que aquí quedan ocupando un asiento en la sala de espera de la estación término, a la que llegamos en el mismo instante de nuestro nacimiento, sin que este acontecimiento nos invite a reflexionar sobre nuestra procedencia.

Traidora, que no anticipa su presencia en un corazón infantil, la muerte merece desprecio y censura por su mala educación y falta de compostura, pues no es propio de señoras que se precien, entrar en corazón ajeno por la ventana sin autorización alguna, para hurtar impunemente la vida por vivir que no le pertenece.

ABRAZO DE AÑO NUEVO

ABRAZO DE AÑO NUEVO

Yo

El amor y la amistad circulan separados en vías paralelas que se mantienen unidas por innumerables traviesas, cumpliendo éstas la contradictoria misión de unirlas, separando sus caminos para evitar cruces de raíles, hasta el encuentro de ambas en la eternidad infinita, cual sumidero de amores, amistades, vidas y esperanzas.

En el amor existen las mismas angustias y ansiedades que en la amistad, y a su vez, ésta participa de la lealtad y sinceridad que reclama el amor. Ambos nacen, crecen y se reproducen en hijos o nuevas amistades, pero ninguno de ellos garantiza la perpetuidad, aunque los dos tengan vocación de eternidad.

La amistad es tan impaciente, generosa y pacífica como el amor, y éste comparte con ella la bondad, el optimismo y la solidaridad. Ambos alejan la envidia, evitan la jactancia y gozan con el éxito del enamorado o el amigo, aunque no reciba uno parte del beneficio obtenido por el otro.

El amor y la amistad se nutren de confidencias, saborean felicidad, alejan la soberbia, estimulan el ánimo, comparten proyectos, degustan complicidad, desconocen el rencor, mantienen el humor, sobreviven en la adversidad, ejercen la tolerancia y son indulgentes con los errores ajenos.

Pero hay algo que los separa; algo que desiguala el amor y la amistad, porque las traviesas ferroviarias de la pasión, la comparecencia y la presencia han perdido los tornillos que mantenía unidos el enamoramiento y la hermandad, haciendo necesario el roce en el primero de ellos siendo, prescindible en la segunda, porque el amor exige la presencia física de los enamorados, algo que la amistad no reclama.

Los enamorados necesitan frecuentarse, tocarse, convivirse y amarse, para alimentar el amor, igual que el fuego precisa de las chispas, el calor y la luz. Pero a la amistad le basta la certeza de permanencia, aunque la distancia sea grande y largo el tiempo de ausencia.

A todos los amigos que tengo repartidos por el mundo, caminando con mi recuerdo a la espalda, les envío un abrazo fraternal sin desearles la felicidad que para ellos anhelo, en la seguridad de que los meses o años que pase sin caminar con ellos del brazo, no mermará el cariño, ni menguará el aprecio que les guardo, ni declinará la placentera nostalgia que me reporta su recuerdo.