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Etiqueta: Varykino

YA EN VARYKINO

YA EN VARYKINO

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Un año más he llegado a mi sosiego reposado de Varykino, pero en esta ocasión más descolgado de mi entorno que en otras ocasiones, por obra y desgracia de quien tuvo el monopolio telefónico y hoy presume de agilidad y movimiento haciéndose llamar Movistar, aunque su comportamiento nada tenga que ver con la publicidad y promesas que difunde en los medios de comunicación y redes sociales, de los que me ha tenido apartado varios días con promesas incumplidas y palabras metálicas de robóticos contestadores telefónicos.

Finalmente, abre de nuevo mi ventana al mundo don César y la voz humana de una mujer de Alierta me alerta de que los técnicos han hecho la conexión informática, quedando pendiente la televisiva para cuando se fundan los casquetes polares con el calor desprendido por la impotencia y malestar que me han producido las ofertas, contraofertas, idas, venidas, llamadas e incomunicaciones.

Aquí estoy en mi Varykino recuperando olvidos de la memoria, con la nostalgia de saber que un año menos me aguarda este remanso y la felicidad de vivir un año más la recarga anímica que este retiro me concede, lejos de la prisa urbana, la celeridad del asfalto y los gritos nocturnos callejeros de la movida provocada por inmóviles cerebros.

Bienvenido todos a esta vuestra casa, desde la que seguiré en mi empeño por mantenerme despierto cada madrugada, anhelante por disfrutar las novedades que me tendrá reservadas cada nuevo día.

NO LLEGAN CARTAS

NO LLEGAN CARTAS

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Entre los placeres que he ido abandonando en el camino a lo largo de la vida hay uno que estoy dispuesto a recobrar, aunque sé que mi deseo jamás se verá convertido en realidad debido a cosas de aquí y de allá, empujadas a la inmediatez exigida en este tiempo que ha transformado la diligencia en celeridad.

Entre e-mails, mensajes y watsappes, he perdido el sosiego, el tiempo y la palabra, quedándome apenas el recuerdo de lo que durante varias décadas ocupó un espacio privilegiado en mi vida, al cual estuvieron sometidos otros quehaceres y placeres menos importantes que verter sentimientos sobre el papel, comentar mis avatares y preguntar por la vida de las personas queridas.

Me refiero a tomar un folio en blanco, encender una vela, poner música de preferencia y comenzar a escribir a mano una carta de amor, de dolor, de alegría, de apoyo o de solidaridad, a quien con anhelo espera nuestras noticias.

Junto al lago de Zurich dejé abandonado mi epistolario y no he vuelto a recuperarlo, a pesar de los esfuerzos realizados para ello, pero conservo como un tesoro las últimas cartas recibidas, lamentando no guardar copia de las enviadas por mí.

Cartas espontáneas, brotadas del corazón con toda la fuerza de verdad que tienen los sentimientos. Desaliños de amor, frescura de sonrisa y confidencias a corazón abierto. Documentos privados de entrañable valor, epístolas comprometidas con lo dicho en ellas porque eran manuscritos avalados por la verdad.

En las cartas llegaban las noticias con olores del remitente y sabores de nostalgia a cuanto se deseaba tener y nunca llegaría a poseerse, ni recrearse de nuevo. Duende había en la doblez de la hoja que hacía presentir la mejor fortuna, sin que la desventura del olvido pudiera hacer algo para borrar de la memoria los recuerdos que reportaba al remitente.

Esto se me ocurre contar a los amigos de este blog desde mi Varykino, después de leer algunas de las cartas que conservo, remitidas por familiares, amigos, alumnos y dos compañeros de viaje que ya nos han abandonado, resucitando a la vida en mi recuerdo al ver su letra en el papel cuadriculado.

DESDE MI VARYKINO

DESDE MI VARYKINO


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Tras varios días de cambios, adaptaciones, idas y venidas, estoy asentado en mi particular Varykino estival, donde el silencio facilita el descanso, la luz ilumina los rincones más oscuros, el asfalto se hace olvido, la distancia facilita el aislamiento, el jardín reverdece la esperanza, la vecindad se aleja y el frescor despierta el ánimo.

Cíclico retorno al sosiego extraditador de cláxones que conduce a una paz distanciada de cánticos embriagados de madrugada, cuando el festivo bullicio juvenil hace intransitables las aceras y el ritmo trepidante de los altavoces llega al dormitorio urbano golpeando los tímpanos del insomnio en el velatorio nocturno.

Regresar a Varykino lleva a la recuperación de la memoria perdida en el invierno de la ciudad, donde las fotos en sepia no tienen cabida en la estrechez del espacio familiar reducido a un metro cuadrado por los especuladores de la piqueta, el yeso, las tejas y ladrillos.

Extramuros de la ciudad, el refugio sedentario del alma custodia la historia personal en los archivos domésticos donde recuperan vida páginas vitales en recortes de periódicos y diarios escolares que reflejan la experiencia de las aulas, cuando el verano se antojaba regalo pasajero  escapado de las manos antes de atraparlo.

Se abre una vez más el remanso de Varykino, llegando este año con imposible vocación de eternidad, cerrando el paso a la nieve y los cielos grises, pero avisando que el regreso de las aves a las tierras calidad del sur, me devolverá de nuevo al abrigo familiar del fuegoil urbano en el subsuelo de las calderas.