Navegando por
Etiqueta: trinchera

EL TREN DE LA VIDA

EL TREN DE LA VIDA

El tren de alta velocidad que vuela por las vías pasando los pueblos de tres en tres, sin dar oportunidad a los viajeros de ver estos días las espadañas coronadas de cigüeñas, evoca en nostálgica mente el recuerdo del tren de la infancia, con vagones tirados por máquinas de vapor que bufaban y rebufaban en las trincheras pidiendo espacio para trotar libremente por llanuras y detenerse a recuperar fuerzas en los bebederos de agua cercanos a los pueblos, entonces ocupados por lugareños de tierra, alpargatas, puchero y pan.

Trenes solidarios donde la vida habitaba en ellos sin reserva alguna, porque en sus departamentos se compartía comida embutida en fiambrera y pan de hogaza, superando el vaivén que dificultaba el gorgoteo en el paladar del vino procedente de las botas, en medio del estrepitoso traqueteo del tren como música de fondo a canciones, risas y bromas, solo interrumpidas por un policía “secreta” que buscaba “rojos” despistados por los vagones.

En aquellos trenes hubo nacimientos imprevistos, muertes anticipadas, romances inesperados, espontáneas peleas, robos de guante negro, detenciones injustificadas, trileros de paso, rifas de afeitadoras,  niños corriendo por los pasillos, comerciantes en las plataformas haciendo negocios, váteres testigos de inconfesables aventuras amorosas, discusiones matrimoniales, reconciliaciones y aves de corral asomando la cabeza en la cesta de mimbre.

Pero también había despedidas de viajeros que habían compartido esas historia de la vida con quienes quedaban en el tren, a los que no volverían a ver cuando abandonaban definitivamente aquel convoy de la vida en la estación correspondiente, quedando los demás viajeros a la espera de que llegara su estación para apearse dejando al tren de la vida que siguiera su camino.

AQUÍ, UN AMIGO

AQUÍ, UN AMIGO

images

Creo llegado el momento de presentaros a un buen amigo, que se ha pasado la vida buscando en ella cuanto se le ha negado en espacios donde la mentira hace trinchera, el egoísmo domina, la indiferencia clava su estaca, se promueve la ignorancia, triunfa la vanidad y las personas son números sin alma.

Os ofrezco este amigo con honores de hermandad para que tenga en vuestra vida el mismo espacio que conserva en la mía, esperando que vosotros me presentéis también al amigo que siempre os acompaña sin reclamar nada a cambio, porque cada uno tenéis similar amigo al mío, a quien gusto en conocer.

Pero desconfío de la tradición oral recogida en el Talmud, porque yo no me encontré conmigo mismo buscando a Dios, sino de forma espontánea y sin pretenderlo el día ya lejano en que acepté sin remedio la compañía de mi otro yo hasta que la muerte nos separe a los dos, quedando él entre quienes me recuerden y yo flotando en cenizas por el aire.

Os diré que me sorprendo algunas veces hablando con este amigo, sin menguar la entrega y sinceridad que don Antonio guardaba al conversar con el hombre que siempre iba con él, ni demorar el tiempo que Borges pasaba desahogándose consigo mismo en el banco municipal ginebrino.

Diálogos que mantengo con este amigo, en los que me cuento aquello que nadie más que nosotros podemos oír, recreándome en explicaciones innecesarias, porque conozco el relato de su vida y su pensamiento, tan bien como el cronista de los hechos referidos a mí mismo.

TANQUE, NO DE AGUA SINO DE MUERTE

TANQUE, NO DE AGUA SINO DE MUERTE

images

La imaginación británica llevó a los ingleses a inventar un artilugio del infierno forrado de hierro, que se desplazaba lentamente sobre unas cadenas metálicas a tres kilómetros por hora, pero con fuerza para llevarse por delante árboles, paredes y trincheras como si fueran de cartón, provisto de unos pequeños ventanucos por donde salían certeros disparos contra las tropas enemigas durante la sangrienta batalla del río Somme, en la Primera Barbarie Mundial, para romper las líneas defensivas alemanas.

Es fácil imaginar la cara de asombro de los militares alemanes cuando vieron acercarse aquellos invencibles monstruos de acero hacia ellos por primera vez el 15 de septiembre de 1916 en Flers-Courcelette, como gigantes que aplastaban a manotazo limpio las alambradas de espino y los cráteres de impacto del campo de batalla, sin que los soldados fueran capaces de responder a la furia de aquel caballo metálico que pateaba sus asentamientos dándoles mortales coces y protegiendo a la infantería que iba con ellos.

Parapetados en su interior iban soldados británicos ensordecidos por el rugido de aquel engendro arrollador, protegidos por la coraza de hierro blindado donde rebotaban las balas de los máuseres, se mellaban las bayonetas caladas, quedaban aplastados los proyectiles Luger, se afogonaban los lanzallamas y eran rechazadas las ráfagas de metralleta.

La construcción de arma tan letal fue alto secreto para los obreros que soldaban las piezas, hasta el punto de creer que estaban fabricando “tanques” móviles para que los soldados británicos pudieran transportar el agua de un sitio para otro en el macabro teatro de operaciones donde se jugaban la vida, quedando así bautizado el artilugio con ese nombre para siempre.