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Etiqueta: Trastevere

POETA DE LA MAR

POETA DE LA MAR

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Un día como hoy de 1999 maridó eternamente el marinero del Puerto con la mar de sus sueños infantiles, tras pasar media vida errando por el mundo, desterrado por la galerna de una incivil guerra que le obligó a ir cantando de frontera en frontera junto a María Teresa, aliviadora de penas en las noches acuosas del Totoral y el Trastévere.

Fue en la caverna de su pulmón derecho donde se hizo marinero en tierra, antes de volar sobre los ángeles, cantarle a Juan Panadero y Altair, caminar peligrosamente por las calles de Roma, rebautizar con ocho nombres a Picasso, fustigar la luz y dejarnos un verso suelto para cada día prendido en la solapa.

Mi recuerdo para una noche inolvidable de palabras y vino junto al velador de una taberna donde la huella de su paso dejó escrito un verso sobre el mármol, mostrando su octogenaria alma de niño envuelta en camisa multicolor bajo una larga cabellera plateada, recordándonos la memoria melancólica de su eterna compañera, entonces herida de muerte por la desmemoria.

Contando el tiempo en el reloj de las olas se nos fue el verso azul, la sonrisa fácil y la voz enamorada de la mar tierra adentro, alzando el clavel contra la espada y mostrando a la niña Aitana el rastro de las constelaciones sin volver la vista atrás, porque los ángeles derramaron pétalos de alhelíes en las trincheras, borrando el camino de regreso.

Hoy retorna el pan candeal a la mesa y la luz al contorno marino del océano vitalizando las meninas que agonizaban en la piel de las uvas en llamaradas sobre la bahía gaditana, para recordarnos que Alberti vuela junto al cometa Halley hasta la memoria eterna, devolviéndonos, a cambio de sus penas, tanto como dejó para tenernos.

EL PORTEÑO RAFAEL

EL PORTEÑO RAFAEL

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Traigo el recuerdo del feliz encuentro nocturno con el poeta desterrado en las oscuras calles del Trastevere romano, donde discurren largas meadas de todas las larguras que hacen peligrar a los caminantes, viendo con asombro azulear la mar en los ojos de Rafael y enrojecer el alma de Alberti en sus puños levantados contra el injusto destierro, mientras pedía a Roma, a cambio de sus penas, tanto como dejó para tenerla.

Con “el alba del alhelí” “sobre los ángeles”, retorna a la vida el “marinero en tierra” desde su “arboleda perdida” para recordarnos que hace hoy quince años olvidó retornar “de lo vivo lejano” para dejarnos “versos sueltos de cada día”, escritos en los 96 años que habitó entre nosotros.

Predilecto hijo de la poesía andaluza tras ser expulsado del colegio por rebelde al conservadurismo, amante fiel de María Teresa hasta el enloquecimiento celular de León, pintor vanguardista, soñador a la intemperie, comunista, republicano, soldado con versos en la cartuchera y timonel errante, “el tonto de Rafael” hizo de su vida un largo poema de peregrino exilio, al perder de vista la sierra de Aitana que bautizó a su hija.

Regreso del destierro, diputado, premios Lenin, romano de literatura, nacional de teatro, Cervantes y renuncia por coherencia republicana al Príncipe de Asturias, antes de que sus cenizas fueran esparcidas por la bahía del Puerto de Santa María donde nació y murió.

En noche cálida de vino, dejó escrito sobre el velador de la taberna un imborrable verso, alumbrado por un alma de niño tras la camisa multicolor, acogedora de su larga cabellera platina, cansada de ondular al viento desesperanzado del exilio.

Fue Alberti el verso azul y la sonrisa fácil, que cedió enamorado su voz a la mar, alzando el clavel por encima de la espada, para llevar a la mesa pan candeal y luz marina del contorno oceánico, resucitando las meninas al soplo enrojecido de las uvas sobre el cielo gaditano.