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CINCO ROSAS IN MEMORIAM

CINCO ROSAS IN MEMORIAM

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Eran las diez y media de la noche cuando un grupo de pistoleros a sueldo irrumpió un día como hoy de 1977 en el despacho laboralista situado en el número 55 de la madrileña calle de Atocha, dispuestos a dirimir las diferencias ideológicas a balazo limpio, saliéndoles el tiro por la culata y dejando la moderna historia española marcada con cinco asesinatos que representan la página más negra de la transición a la democracia.

Los descerebrados Albadalejo, Cerrá, Juliá y Caravaca, inmortalizaron con su salvajada a los abogado Enrique, Luis, Paco, Serafín y Ángel, que permanecerán en la memoria del sindicalismo como ejemplo de trabajo, generosidad, entrega y sacrificio por la clase trabajadora, sin recibir nada a cambio, porque eran tiempos en que no había sindicalistos en las organizaciones obreras.

El ejemplo de dolor contenido mostrado por Comisiones Obreras y la templanza política del Partido Comunista, evitaron la respuesta que la izquierda dio al asesinato del teniente Castillo en 1936, porque ambas organizaciones estaban comprometidas con la democracia y la paz en España, por mucho que los revisionistas se empeñen en lo contrario y convenzan a los ingenuos con sus falsos argumentos.

Triste día para la vida de familiares, amigos, vecinos y compañeros políticos de los cinco asesinados, pero jornada grande para la democracia porque la barbarie de los matarifes tuvo el efecto de dar el verdadero pistoletazo de salida a la transición española.

VOLADURA DEL FRANQUISMO

VOLADURA DEL FRANQUISMO

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No fueron los “Cuarenta de Ayete” quienes facilitaron la transición política del franquismo a la democracia haciéndose el harakiri el 19 de noviembre de 1976, al votar por mayoría el Proyecto de Reforma Política, con la negativa de Blas Piñar, Girón y Utrera Molina, suegro del actual ministro de Justicia, el fiscal Gallardón.

No, no fueron estos cuarenta albaceas del régimen franquista que formaban el Consejo Nacional del Movimiento, quienes nos abrieron las puertas a la libertad que estuvimos esperando durante cuarenta años, sino un acto terrorista de la organización independentista Euskadi Ta Askatasuna.

El franquismo voló por los aires en un Dodge Dart que enviaron al cielo los jóvenes asesinos del comando Txikia, el 20 de diciembre de 1973, – hace hoy treinta y nueve años -, llevándose por delante al delfín del caudillo que iba en el asiento trasero del luctuoso coche, tras santificarse con misa y comunión en la iglesia de San Francisco de Borja.

Voladura que se produjo quince minutos antes de que pasaran por el banquillo de los acusados los diez sindicalistas, – entonces no había sindicalistos en los sindicatos -,  de Comisiones Obreras, integrantes del impresentable “proceso 1001”.

Por encima de ser el presidente del Gobierno, Carrero Blanco era el futuro del régimen, el guardador de las esencias más puras del Movimiento, la mano de hierro que mantendría todo atado y bien atado, cuando el general-ísimo hiciera su último viaje al Valle de los Caídos.

El almirante Carrero era el hombre de Franco, su mano derecha e izquierda – no, perdón, sólo la derecha – el único franquista capaz de llevar el franquismo sobre sus hombros algunos años más. Pocos, desde luego, pero algunos más de los que alargó Arias Navarro la agonía de la dictadura que secuestró las libertades en el país durante cuarenta años.

LA GENERACIÓN DEL CAMBIO

LA GENERACIÓN DEL CAMBIO

No pretendo robarle a Suárez mérito alguno, ni negarle a muchos políticos de aquel tiempo sus esfuerzos por devolvernos la democracia que nos fue brutalmente arrebatada en 1936. Tampoco voy a reprocharles que hicieran el trabajo a medias, porque lo suyo hubiera sido restaurar la república derrocada por las armas, enviando a la papelera la Ley de Sucesión impuesta por Franco, que tan bien le vino a su sucesor, incondicional y fiel acompañante en palcos, desfiles, plazas de orientes, pardos, pazos e inauguraciones. Pero, al parecer, necesitábamos alguien que nos moderara en aquellos momentos, y ahí sigue inviolable y constitucionalmente irresponsable, protegido por sus colaboradores y medios de comunicación, con blindajes que para ellos quisieran los amigos suyos que han pasado por la trena.

Decía que no era mi intención dejar de aplaudir a Suárez y a los demás, pero quiero reivindicar el compromiso que tuvimos los ciudadanos de mi generación en promover un cambio político imposible de llevar a cabo, si el pueblo no hubiera empujado con fuerza a políticos y periodistas, apostando valientemente por la democracia perdida y poniendo contra las cuerdas a los ultramontanos defensores del régimen franquista.

A los españoles de toda nacionalidad que hicimos posible el cambio se nos pueden reprochar muchas cosas, pero no vamos a tolerar que se nos retire el honor de haber sido los motores de la transición española, la piqueta anónima que echó abajo las estructuras de hormigón armado levantadas por el dictador y la tijera que cortó las ligaduras de todo lo que Franco había pretendido dejar atado y bien atado.

Fue nuestra generación quien abrió de par en par las puertas a una democracia que en nada se parece hoy a la que entonces soñábamos. Fuimos nosotros quienes la hicimos posible con una generosidad, desprendimiento, honradez y tolerancia, ahora desterradas de la vida pública.

Llevamos con orgullo haber sido la generación del cambio, pero lamentamos que muchos de aquellos románticos que compartieron con nosotros sueños de redención, se hayan despojado de la utopía para nutrir sus cuentas corrientes con el sudor de los demás.

Criticábamos el nepotismo y nos duele que los desertores de quimeras hayan hecho del amiguismo oficio y de la corrupción bandera, desterrando la solidaridad al rincón más profundo del olvido.

A los que corrimos delante de los grises, dormimos fuera de casa, hicimos pintadas de madrugada, formamos piquetes y mantuvimos luchas obreras implicando a toda la familia en ello, nos hiere ver a liberados sindicales pisar despachos enmoquetados y  pasearse por la ciudad con sombreros de ala ancha y cachimba en la boca.

Conozco parlamentarios de la transición que sacrificaron parte de su patrimonio para servir a los vecinos, como penoso contraste con los actuales representantes del pueblo que han acumulado rentas millonarias en el sillón según ellos mismos han declarado.

Convertido ya el servicio a la sociedad en beneficio propio, la palabra solidaridad no ha vuelto a ser escrita en el diario de sesiones, pasando a ser la igualdad de oportunidades una simple leyenda en los libros de texto y la exigencia de una democracia real motivo de desprecio en boca de algunos políticos y de burla en determinados medios de comunicación.

Te aquellos luchadores, se mantienen muchos amnésicos en los sillones, otros cambiaron  de chaqueta y proyecto, algunos decepcionados siguen peleando en la tribuna pública ante la sordera general y la mayoría se ha retirado  a los cuarteles de invierno manteniendo intacto el ideario que defendieron, negando voto y saludo a los defraudadores.