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SANTIAGO

SANTIAGO

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Hoy que se celebra el día de Santiago en Compostela, vamos a recordar que la historia del apóstol se explica de distinta manera por la Iglesia y por los historiadores, afirmando la primera que el obispo Teodomiro encontró los restos del apóstol en la ciudad episcopal de Iria Flavia sobre los años 812-814 de una forma milagrosa, en un lugar donde se vieron unas luces incandescentes y ardientes, rodeadas de ángeles celestiales.

Enseguida comunicó Teodomiro el hecho al Rey de Asturias, Alfonso II el Casto, quien apoyó entusiasmado el evento, llamando al paraje Campus stellae, – campo de estrellas – es decir, Compostela, aunque otros creen que el nombre procede de Acompositum, que significa cementerio, por los restos humanos allí encontrados.

El casto rey colaboró generosamente a la construcción del primer templo dedicado al culto del apóstol Santiago, poniendo el papa San León su poderoso granito de arena para convencer a toda la cristiandad de semejante descubrimiento, escribiendo una carta a los creyentes católicos en la que atribuía aquellos restos al hijo de Zebedeo.

La versión de los historiadores dice que en el año 813, el ermitaño Pelayo descubrió un rico enterramiento en Iria Flavia, comunicando enseguida el hallazgo a su obispo Teodomiro. Se trataba de una lujosa construcción cuadrada de cuatro metros de lado, rodeada por unas columnas, que contenía en su interior un sepulcro.

Al parecer, el difunto podría ser Prisciliano o un rico comerciante judío, no llegándose a una opinión unánime sobre los restos que guardaba aquel monumento funerario. Lo único que parece claro es que se trataba de un ciudadano importante que vivió en las postrimerías del imperio romano.

Los historiadores de hoy son reacios a aceptar las tesis de Teodomiro, aplaudidas por la Iglesia, ya que no existe ni un sólo documento capaz de acreditar que el Apóstol estuvo predicando en Hispania, y ningún santo ni escritor romano o visigodo dijo algo sobre Santiago o su tumba.

Aprovechando la confusión que el hecho ocasionó y la necesidad que tenían los cristianos de apoyo moral en su lucha contra el Islam, Teodomiro astutamente proclamó a los cuatro vientos que se trataba del sepulcro del apóstol Santiago, ganándose inmediatamente el apoyo de reyes, plebeyos, obispos y feligreses, necesitados todos de un empujón para reconquistar el terreno perdido.

El Rey Alfonso II de Asturias, el Casto, echó el resto y levantó tres iglesias, una sobre el sepulcro y las otras a ambos lados, en honor de Santa María y San Salvador. Esto supuso una inyección de animó a los ejércitos cristianos que a los gritos de “Santiago y cierra España” o de “Santiago matamoros”, de la batalla de Clavijo, reforzaron sensiblemente su moral, la puntería de sus flechas y el ardor en la batalla.

RENGLONES OCULTOS DE LA HISTORIA

RENGLONES OCULTOS DE LA HISTORIA

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Hay en los libros de historia grandes narraciones sobre hechos acontecidos en siglos pasados, junto a pequeños relatos en páginas sueltas que describen aconteceres menores, quedando abandonados en renglones sueltos, sucesos aparentemente intrascendentes, pero de importancia capital en el devenir de España, infestada de tales pequeñeces.

Abanderar la Contrarreforma, por ejemplo, con el primero de los Carlos y el segundo Felipe a la cabeza, dejando la reunión de Trento a merced de los clérigos Laínez, Soto y Cano, retrasó nuestro progreso algunos siglos y dejó encadenada la conciencia del pueblo hasta el día de hoy, donde aún permanece remando en galeras.

La todopoderosa pócima mágica francesa creada por el druida Panorámix, fue imitada en Galicia por el visionario obispo Teodomiro, que sacó de la manga con habilidad de mago la tumba del apóstol Santiago, para que éste resucitara y volviera luego a la tumba, cansado de matar moros en la cerrada España.

Si el felón rey visigodo Rodrigo no hubiera violado a la hermosa Florinda, nuestra historia nada tendría que ver con la referida por los cronicones durante siete siglos, pues el conde don Julián no hubiera facilitado el acceso de Tarik y sus bereberes a la península ibérica para conquistarla y ser luego reconquistada por la cruz.

Los amores más que platónicos de la católica reina Isabel con el señorito andaluz Gonzalo de Córdoba, provocó los celos del aragonés Fernando que pidió cuentas al Gran Capitán, diciéndole éste que había gastado tres millones de ducados en sufragios y repiques de campanas por los enemigos muertos.

Es decir, caminar en zapatillas por los renglones de la historia con una bayeta en la mano, permite quitar el pringue de sus páginas para ver la realidad que ocultan en sus horizontales rejas, por mucho que los escribidores de la misma se empeñen en guardar la basura bajo las alfombras de alcobas, tronos, altares y despachos.