Navegando por
Etiqueta: soldado

RACHEL CORRIE

RACHEL CORRIE

Unknown

Las matanzas en la Franja de Gaza nos obligan a recordar que un día como hoy de 2012 el juez Oded Gershon del Tribunal Superior de Haifa, dictaminó que la muerte de la joven activista norteamericana del Movimiento Internacional de Solidaridad, Rachel Corrie, fue un simple accidente del cual ella había sido única responsable, absolviendo al soldado israelí que conducía el bulldozer que aplastó a la joven en la Franja de Gaza el 16 de marzo de 2003.

¿Murió Rachel mientras los soldados judíos eliminaban arbustos en Rafah, para descubrir explosivos y destruir túneles por donde los palestinos pasaban armas desde Egipto hacia Gaza, como dijo el ejército israelí o murió al plantarse delante de un excavadora para impedir la demolición de la casa vacía utilizada para ocultar un túnel por los militantes palestinos?

La sentencia del juez no fue compartida por conciencia alguna, – ni siquiera para los responsables del asesinato -, condenando Amnistía Internacional la muerte de Rachel y pidiendo una investigación objetiva e independiente de los hechos, para aclarar si fue un accidente o una asesinato premeditado.

Todo se inició cuando Rachel con diez años de edad declaró su sueño ante los compañeros de 5º curso, en el colegio donde estudiaba, diciendo: “Mi sueño es parar el hambre antes del año 2000. Mi sueño es darles una oportunidad a los pobres. Mi sueño es salvar a las 40.000 personas que mueren cada día. Mi sueño es posible y se hará realidad si todos miramos hacia el futuro…”.

Y el comienzo del fin de Rachel tuvo lugar al concluir sus estudios de Ciencias Políticas en la Universidad de Evergreen, cuando se unió al Movimiento de Solidaridad Internacional, empeñado en resistir de forma no violenta a la ocupación israelí de las tierras palestinas.

El día de su muerte, Rachel se desplazó a Rafah para oponerse a las demoliciones, sentándose con un chaleco naranja frente a una de las casas que iban a demoler, asegurando varios testigos que era perfectamente visible para el soldado israelí que conducía la excavadora Caterpillar que le pasó por encima, horas después de escribirle a su madre: “Esto tiene que terminar. Tenemos que dejar todo y dedicarnos a que esto termine. No creo que haya nada más urgente”.

OSAMA

OSAMA

OSAMA

Que nadie confunda el prenombre de Bin Laden con el ¡Hosanna! de los Salmos que significa, “sálvanos, por favor”. Pero que todos se pregunten quiénes y por qué pidieron la salvación al fundador de Al Qaeda, pues en la vida lo realmente importante no son las cosas que se hacen, sino el porqué se hacen.

He condenado siempre la muerte de cualquier ser humano a manos de su vecino, luchando contra el empeño de la sinrazón por dominar a los seres racionales que poblamos este territorio común, devastado por guerras desde su nacimiento.

Digámoslo de una vez: el oficio más antiguo no es el de puta, sino el de soldado.

La historia de la Humanidad está jalonada de guerras que amenazan no terminar nunca. Guerras provocadas por demenciados líderes carismáticos que envían jóvenes al matadero, pidiendo cada uno a su Dios la bendición de los estandartes y su intervención en la victoria para aniquilar más fácilmente al enemigo.

No, no me alegra el asesinato de Bin Laden, ni me complace las felicitación de mi gobierno a su homólogo americano porque tenemos abolida la pena de muerte, incluso para el mayor asesino que pudiéramos tener entre nosotros, y porque mi confianza en la redención me impide aplaudir la muerte de un ser humano a manos de otro, por merecido que el condenado tenga ese castigo. Además, el asesinato de Bin Laden no producirá beneficio alguno, sino todo lo contrario, como podemos ver en las caras de los neoyorquinos, de los embajadores y de los viajeros.

Quien considere que con la muerte de tan detestable y mortífero líder va a erradicarse el terrorismo islámico, está equivocado, porque ninguna violencia ideológica concluye con la muerte del líder, que es inmediatamente sustituido por otro de similar condición.

La única forma de terminar con todas las guerras y con el terrorismo es educar a los terrícolas, porque sólo la cultura hará posible el milagro de la reconciliación perpetua. Y hacer esto es fácil: basta dedicar los presupuestos de defensa de todos los países a construir la paz, levantando escuelas y promoviendo industrias donde la miseria tiene su territorio y la ignorancia campa por sus respetos.

Quimérico, ya lo sé, pero dejadme soñar en un mundo feliz, sin hambre ni guerras.

Y tened en cuenta que mientras haya un solo ciudadano convencido que tras su muerte va a disfrutar de una vida eterna junto al dios que determina su creencia, no habrá nada que hacer contra el terrorismo fundamentalista. Y si, además, ser mártir de la causa concede al inmolado privilegios adicionales sobre el resto de los creyentes, siempre habrá alguien dispuesto a rodear su cintura de explosivos para ganar la recompensa divina.