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PRIMERA PRUEBA DEL ALGODÓN

PRIMERA PRUEBA DEL ALGODÓN

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Los resultados de las elecciones municipales y autonómicas han puesto de manifiesto la necesidad de pactos y negociaciones entre la diferentes formaciones políticas. Acuerdos a los que puede llegarse de dos formas: negociando concejalías municipales y consejerías autonómicas con mercadeos de poder, o conciliando programas divergentes hasta llegar al consenso.

El comercio de cargos ha sido la opción preferente en las tradicionales negociaciones políticas para alcanzar bastones de mando, algo que debe pasar a la negra historia del silloneo porque ha llegado el tiempo de hablar en las mesas sobre programas y proyectos, dejando a un lado personalismos y preocupaciones de cada cual por su futuro.

Quiere esto decir que el primer test valorativo que confirmará la realidad del cambio, será el nivel de transparencia que haya en las negociaciones que van a tener lugar, donde los ciudadanos debemos estar informados de quienes serán los protagonistas, de las propuestas de cada cual, de las convergencias, divergencias, aceptaciones, negaciones, cambios, cesiones, acuerdos y compromisos.

Mal comienzo sería para la anhelada democracia real que deseamos, si los partidos negocian entre bastidores a cencerro tapado emulando a Juan Palomo, y guisan los primeros platos en cocinas herméticas, donde los ingredientes que se añaden a las cazuelas pueden indigestar al pueblo.

Mal comienzo tendremos si al pasar el algodón por las mesas negociadoras, este sale ennegrecido por una opacidad mancilladora de su blancura, porque se haya ocultado al pueblo aquello que rechaza, le perjudica, ofende y decepciona, como el abandono de las “líneas rojas” o la tozudez que impida llegar a necesarios acuerdos beneficiosos para todos.

Pedimos, pues, que el proceso negociador se haga con luz, taquígrafos y transparencia absoluta, porque nada hay que no debamos saber quienes hemos hecho posible las mesas de negociación, salvo que se pretenda ocultarnos información pensando que nos falta la madurez que nos sobra.

SILLONEO

SILLONEO

Buscan acomodo los triunfadores en sillones oficiales y se encadenan los perdedores en sillas del partido para mantener sus puestos en las próximas elecciones. Los que opinan con humor que el deporte nacional más practicado y exportado por los españoles es la siesta no están del todo acertados, porque también somos diestros en el chateo, el cotilleo, el chapuceo, y en un quinto deporte más penoso, delgado y flaco porque muerde pero no come, que es uno de los cánceres del alma política española.

Este nuevo deporte nacional heredado del franquismo por la democracia, se llama silloneo. Actividad que consiste en encadenarse a cualquier sillón oficial hasta que caiga la última hoja del calendario vital atribuido al político que lo practica.

Otra característica de quienes ejercitan tan singular deporte es el mariposeo floral. O sea, no importa la flor si el sillón es bueno. Estos polifacéticos atletas valen tanto para rotos como para descosidos. Lo importante es el asiento, no la tarea. Da igual una cosa que otra porque su voluntad de servicio no tiene límites. ¡Ah!, y si las cosas van mal en casa, se acomodan en despachos europeos a la espera de tiempos mejores, porque también hay eméritos sillones augustos para dinosaurios políticos.

Estos incombustibles mandatarios no quieren aceptar que las organizaciones necesitan ventilarse de vez en cuando para avanzar con frescura e ilusión. Los ignífugos no entienden de sustituciones para renovar el ánimo de los desencantados y despertar a los aletargados de las formas y estilos personales impuestos por la costumbre. Los sempiternos rechazan las ventajas de la alternancia en el poder, y no admiten que el relevo de las personas sea bueno y necesario porque la renovación beneficia a la organización y a los administrados. Los imperecederos no aceptan que otros puedan meter su cuchara en la tarta y temen a las corrientes de aire fresco, porque una mala gripe política pueda llevarlos a la cama del olvido.

Hay que pedir a los ciudadanos que rompan los frascos de formol, abran las latas de conserva y lleven los fósiles al museo. Hay que convencer a quienes apoyan el silloneo que nadie tiene imaginación suficiente para ilusionar durante años a sus vecinos. Que no es posible enarbolar la bandera del entusiasmo tanto tiempo. Que ningún mortal puede mantener a largo plazo la ilusión de la conquista diaria. Que la autocomplacencia es el atajo más directo a la rutinización. Que el inmovilismo costumbrista de las personas conduce a la parálisis de las instituciones. Que la renovación de las ideas pasa por la sustitución de las personas. Que el estancamiento en los cargos destila el mismo hedor que el agua putrefacta de los pozos ciegos. Que la perpetuación de personas en instituciones es un peligroso puente colgante que puede arrastrarlas al fondo de las aguas turbulentas que se precipitan por las torrenteras de la vida.

El conservadurismo ignora que las caras nuevas son un revulsivo contra la desgana. Que los nuevos gestos sacuden el sopor de la costumbre. Que las voces alternativas liberan de la apatía. Que lo desconocido alerta la inteligencia. En una palabra, que la renovación de las personas empuja contra el hastío a los dirigentes que pasan la vida aletargados en sus cargos, negando a otros la igualdad de oportunidades que predican en su ideario.

HONGOS EN LA ROSA

HONGOS EN LA ROSA

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El desarrollo de la rosa depende de la tierra donde se asiente y de los cuidados que reciba. No es lo mismo mantenerla a oscuras con las ventanas cerradas, donde no sobrevive, que airearla al sol para que aromatice instituciones y despachos, donde goza de diferente salud, según la mano que la sostenga o la solapa que la luzca, porque no todo es fragancia y lozanía en esta delicada flor.

Sufre la rosa enfermedades que le afectan sobremanera, producidas por hongos de diferente condición, conocidos vulgarmente como hongolíticos, que son los responsables del 98 % de las enfermedades que padece. Por citar un ejemplo, ahí está la gravísima botritis, producida por viejos hongos de color decolorado, que fueron rojos en un principio. Tibios como el vino tinto, pero muy resistentes a los cambios de temperatura e inmunes a los fungicidas. Además, les sobra fuerza para afincarse en el capullo de la rosa, resistiendo bien los cortes de las navajas albaceteñas que se han llevado por delante otros hongolíticos menos dañinos que ellos.

Otras enfermedades de esta flor se manifiestan con manchas negras en las petaloquetas debido al sectarismo. Y no faltan casos en que el silloneo de unos pocos provoca agujeros espaciales internos por donde el hongolítico absorbe los elementos que pretenden librarse de él.

La proliferación de espejos en el tallo les impide ver los errores propios, ocasionando la pudrición del capullo. Situación que sólo puede evitarse retirando con urgencia los pétalos afectados, aunque éstos se mantengan enraizados con garfios al hongolítico central que los sustenta, rodeado por núcleos celulares protectores, que, a su vez, éste protege. Además, suelen ser resistentes a los fungilíticos habituales porque las electobacterias son impenetrables a la coraza que protege su himenio.

Tales hongolíticos son como herejes que corrompen el rosal desde dentro obstruyendo sus conductos libertarios, mientras aparentan salvar la planta de mayores males. Secretan influencia a través de sus glándulas digitales y suelen hipotecar voluntades facilitando a los hospederos la digestión política de sus beneficios. Es decir, se alimentan osmolíticamente, absorbiendo nutrientes materiales allí donde pueden chupar sin ser vistos. Bienes que luego disuelven en un líquido seroso indetectable, sin que nadie se entere, porque son eficaces descomponedores primarios de las rosas y difíciles de ver en superficie, con el veneno siempre dispuesto a inocularlo en las yugulares de los disidentes.

Llegados a este punto, ya sólo cabe la poda radical de la planta para salvar de la enfermedad al rosal entero, cortando por lo sano el tallo e injertando nuevos esquejes o replantando un nuevo rosal que dé capullos sanos, para que todo el que quiera pueda llevárselos a casa, sin la vergüenza de que las visitas se mofen por decorar la casa con rosas mustias. La única precaución que se debe tomar es no fertilizar la nueva planta con estiércol procedente del rosal podado, para evitar contagios.

También se debe favorecer la circulación de aire fresco que renueve el ambiente llevándose los malos humos que tanto contaminan; y un buen drenaje en el suelo para que el agua de riego se lleve los posibles hongolíticos que aparezcan como herederos del primigenio ya eliminado. ¡Ah!, y mucho cuidado con las heladas porque las bajas temperaturas pueden mantener en estado de hibernación los pétalos enfermos, para resucitar cualquier día con ánimo de seguir contaminando los nuevos rosales.