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Etiqueta: sexual

SEGUNDA OPORTUNIDAD

SEGUNDA OPORTUNIDAD

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La madurez despierta con experiencia ignorada en juventud dormida, cuando se desconoce la fugacidad de la vida que se lleva por delante la historia personal, considerada interminable en años de turbulencia, inseguridad, valentía inconsciente, fantasmas imaginarios y estraperlo sexual.

Todo ello concluye en la madurez, dándonos oportunidad de reacción ante lo indeseable y permitiendo rectificar los errores cometidos, volteando la hoja para ver la cara oculta de la vida y emprender otro camino diferente al recorrido con tropezones.

La madurez permite aplicar todo lo aprendido en las década vividas, evitando arrepentimientos por repetición de actitudes que llevaron a insatisfacciones personales, quebrantos sociales o disgustos familiares, consecuencia de la inexperiencia vital en años de verdores existenciales.

El aprendizaje de vida es cultura intransferible, adquirida en lucha constante por satisfacer el deseo inalcanzable de supervivencia más allá de lo inevitable, ilustrada con imágenes de una realidad irrecuperable que ha de servirnos como punto de arranque y fuerza para vencer el desvalimiento y la incertidumbre en la irredimible certeza del insomnio, cumpliendo sueños para ganar el futuro.

GUATEQUE

GUATEQUE

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De-dónde-proviene-el-término-‘guateque’-utilizado-en-los-años-60-para-referirse-a-una-fiesta

En época de ropa zurcida, discos solicitados en emisoras, “seiscientos” domingueros, rosario en familia, amenaza judeo-masónica-marxista, prietas las filas, aceite de ricino, pantalones bombachos y sexo encarcelado, irrumpió el guateque con fuerza irreprimible y canciones en pick-ut, regadas con limonada agitada por calenturas propias de la vida sexual que despertaba.

Sustituyeron las salas de baile y se anticiparon a las discotecas, aquellos guateques en salones domésticos, terrazas vecinales, sótanos furtivos o locales de alquiler, donde despertábamos a novedades primeras, descubriendo mitades de un todo incompleto, en horas indecisas y ausentes del primer capítulo de la historia.

Punto de encuentro del primer encuentro con la novedad primera y esperanzas desprevenidas al caerse las primeras hojas del calendario adolescente, descalzando la incertidumbre para que las dudas salieran de puntillas por la puerta de servicio, venciendo la represión de los púlpitos y la inclemencia de los confesonarios.

Vino a cada cual de nosotros aquella canción que ahora nos devuelve la memoria azul, cuando nuestra manos tomaban temblorosas la cintura de mimbre en medio de una ciudad solitaria que no iba más allá de los límites estrechos y velados del salón, donde se desencadenaban las melodías, incertidumbres y agitaciones.

Caricia de talles, manos descuidadas sobre otras manos y contactos a media luz con sordina, preludio de temores alados por el roce furtivo de unos pechos, quebrantando el frágil límite de lo prohibido, cuando los labios descubrían la novedad delgada de otros labios, y el desasosiego nocturno inquietaba los corazones agitados.

Era, pues, el guateque el camino que tomaba el disimulo hacia la libertad del aire, para dar paso al primer paso anticipado de certidumbre en otra realidad más alentadora que el devocionario, en medio de entumecidos menesteres escolares y  estremecimientos juveniles.

SOLTERONES Y SOLTERONAS

SOLTERONES Y SOLTERONAS

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arnolfini

No siempre las definiciones que reciben los adjetivos de distinto género gramatical coinciden en sus significados, por mucho que el diccionario se empeñe en identificarlos, aunque esta cualidad lingüística del idioma no se relacione con el sexo.

Así, ocurre que los términos solterón y solterona tienen la misma definición en el diccionario de la Real Academia, pero distinto significado en las entendederas de algunos ciudadanos con vulgares pensamientos, que discriminan las dos tipologías identificativas de personas entradas en años que aún permanecen casaderas.

En las páginas sociales tiene ambos el mérito común de ser considerados especímenes humanos sin libro de familia, pero son cada vez más abundantes entre la fauna urbana y rural a la que todos pertenecemos, con negativas diferencias y prejuicios hacia las mujeres, como suele ocurrir más veces de las que sería deseable que sucediera.

Los mentecatos consideran que el solterón lo es por voluntad propia, generando cierta envidia entre los casados, al gozar de libertad e independencia no bien comprendida por los felices maridados y elogiada por quienes la echan de menos. En cambio, tales solterafóbicos de mente extraña piensan que la solterona está sola por voluntad ajena, al carecer de suerte en la búsqueda de pareja y no cazar marido, siendo mujer resentida y sin futuro sexual.

Para tales memos, los solterones son desengañados y las solteronas despechadas que huyen despavoridas de futuros encuentros amorosos. Eso sí, en los colectivos de solterones y solteronas, no incluyen los solteros y solteras jóvenes o sentadas en la sala de espera matrimonial, ni tampoco aquellos solteros y solteras vinculados a pareja libre sin vínculos contractuales ni bendiciones, que han rechazo el matrimonio convencional para vivir juntos un amor en libertad.

VIOLENCIA SEXUAL

VIOLENCIA SEXUAL

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Traen las ondas a mi mesa de trabajo la noticia de una violación nocturna en portal oscuro, realizada por un baboso depredador de pestilente moral que acechaba escondido a una víctima, cuyo delito era ser mujer desafortunada a quien el azar puso frente al antropófago sexual desneuronado.

Hay pocas acciones humanas más degradantes para quienes las practican, y humillantes para quienes las sufren, como las violaciones a débiles, indefensas y desprotegidas mujeres, realizadas por alimañas degeneradas, que sólo aspiran a poner una muesca más en sus putrefactas gónadas.

Conjugan las violaciones todos los aspectos acreditativos de la irracionalidad, con mengua de la condición humana, identificando a los violadores con groseros cuadrúpedos que patean el honor de las víctimas y conculcan todos los derechos fundamentales básicos, mientras exhiben una brutalidad selvática.

La cobardía del violador le lleva a ejercer la violencia física, abusando de su mayor fuerza para intimidar a la víctima a tortazo limpio o poniéndole la punta de la navaja en la yugular para doblegar su voluntad. Nula valentía que exige condición bandolera, de vándalo, para ejercerla sin reparos y, muchas veces, con total impunidad por el silencio de las víctimas.

Ruedan por el suelo junto a la mujer violada, todos los principios que sustentan nuestras sociedad, como son: libertad, privacidad, respeto y dignidad, sin que la crueldad del monstruo obtenga placer sexual, porque sólo busca deleitarse con el dominio y sometimiento de la voluntad ajena a su capricho montaraz.

Eso es lo que busca y consigue el violador, sabedor que la satisfacción frustrada de la bestia se reduce a los segundos que tardan los espasmos en llevar el esperma desde las enfermizas vesículas seminales del bruto a la vagina mancillada de la víctima.