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Etiqueta: ritos

MADUREZ, DIVINO TESORO

MADUREZ, DIVINO TESORO

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Discrepo de los nostálgicos emparentados generacionalmente conmigo, que añoran la juventud huida de las manos como tesoro divino que fue, sin percibir que tienen con ellos el vellocino de oro de la madurez, tras haber pasado el calvario juvenil, donde solo el vigor gratifica la existencia.

Etapa joven inestable, turbulenta, conflictiva, insegura y agitada, que hace del aprendizaje, pesadilla; de los errores, costumbre; de la ignorancia, cretinez; de la aventura, afición; y de la pujanza, soberbia; sin percibir la coetaneidad excluyente de diferencias temporales, permitiendo al azar abrir rendijas en el muro de la edad cuando el infortunio juega al escondite con la antojadiza parca.

La mala digestión de los codiciados ritos iniciáticos provoca vómitos emocionales juveniles que la madurez ha superado. Las contradictorias propuestas de familiares a los deseos personales y complicidades amistosas deslizan el inestable futuro de la juventud por el filo de la navaja que divide la realidad y el deseo.

Madurez estable enfrentada a las turbulencias y desajustes juveniles. Armonía interior frente a vulnerabilidad adolescente. Seguridad profesional frente a la incertidumbre laboral de los principiantes. Consolidación afectiva, frente a inestabilidad emocional de los amores alternativos. Firmes decisiones frente a inestables criterios sin firme asidero. Y predicciones futuribles frente a hipótesis volanderas.

La madurez aporta conciencia interior y percepción exterior, inalcanzable en la juventud por su déficit experiencial, escasa prudencia y menguada sabiduría, propia de quien camina a sobresaltos con andaderas inestables hacia la paciencia, estabilidad, constancia, reflexión, tolerancia, coherencia, pericia, templanza, experiencia y personalidad propia de la madurez.

SUPERSTICIOSOS, DEÍSTAS Y ESCÉPTICOS

SUPERSTICIOSOS, DEÍSTAS Y ESCÉPTICOS

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La clasificación en creyentes, ateos y agnósticos que habitualmente se hace para distinguir a quienes tienen fe de los que carecen de ella o declaran inaccesible su entendimiento al conocimiento de todo lo divino que trasciende la experiencia, tiene su réplica en el encasillamiento de seres humanos en supersticiosos, deístas y escépticos.

Pertenecerían al primer grupo quienes tienen creencias fetichistas contrarias a la razón, fe desmedida y certidumbres ajenas a la fe religiosa que dicen profesar, traducido en adoración de imágenes, veneración de ídolos ancestrales, intercambio de sacrificios por favores y beneficios, prosternación ante reliquias, conservación de amuletos, imploración a estampas, participación en ritos y atribución de explicaciones mágicas a fenómenos no explicados por la ciencia.

Los deístas reconocen la existencia de un ser superior creador del mundo, el universo y la naturaleza, pero sin admitir revelaciones divinas ni realizar cultos externos a la deidad que aceptan, reafirmando la existencia de Dios, creyendo en la inmortalidad del alma y aceptando complacidos las consecuencias de todo ello.

Finalmente, los escéptico profesan desconfianza y duda de supuestas verdades, afirmando que estas no existen, pero que si existiera casualmente, el ser humano sería incapaz de conocerlas, lo que al escéptico impide tomar partido por tales cuestiones, necesitando para ser virtuoso más motivos que el deísta y la razón que le falta al supersticioso, creyendo solo aquello que la razón y la experiencia ponen delante de sus sentidos.