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ALEGRÍA REDENTORA

ALEGRÍA REDENTORA

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Unknown

La alegría es una emoción mal definida, muy sentida y felizmente vivida por quienes han tenido la gozosa oportunidad de disfrutar la compañía de esta inseparable hija de la felicidad, hermana jubilosa de la algazara y pariente próxima del regodeo alborozado.

Contrapuesta a la tristeza, es la alegría oasis en el pedregal de la amargura y dichoso puente sobre las turbulentas aguas de la vida, cuando el dolor aflige, la pesadumbre enturbia las pupilas y el insomnio se recuesta en la almohada, alimentando pesadillas y sinsabores de penas redimibles en su frescura.

Deslumbra la alegría el infortunio y aleja la adversidad desprevenida, cegando la desgracia con resplandores esperanzados, al tiempo que pone velos a la desdicha, alienta la melancolía, evita la aflicción, reconforta las tribulaciones y aleja el desconsuelo, dando paso a la serena paz interior liberadora.

Pero no vive sola, porque la alegría busca siempre compañía para compartirse y no tiene horarios, ni normas, ni ataduras. Tampoco aparece en las guías de ocio, ni se compra en taquilla alguna, ni provoca risotadas, ni se deja ver entre las copas de madrugada.

Es apátrida, transfronteriza y habla un lenguaje universal. Sobrevive al poder, a la sabiduría, a la violencia, al sexo y la riqueza. Va más allá de la fiesta, el humor, el chiste y la risa. Derrama su esperanza sobre el dolor, lame las heridas del alma y levanta el vuelo al mínimo roce insolidario sobre su piel, porque es ave delicada que anida en los corazones enamorados.

FRATERNIDAD REDENTORA

FRATERNIDAD REDENTORA

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Como un oasis en el áspero desierto de la insolidaridad que campea por el mundo, hemos clavado la tienda durante unas horas viejos amigos colegiales en odres de renovada amistad, formando una interminable cadena de manos fraternales, reforzada con eslabones de generosidad desconocida.

Respiradero feliz de la nostalgia que oxigena con aliento solidario vivencias de almas gemelas, conservadas en vientos añorados y ajenas a vulgares intereses, porque los gestos sinceros y las palabras hermanadoras unen promesas de esperanza que nutren burbujas de solidaridad imposibles de pinchar con el paso de la vida.

Regreso del “Infanta” redimido de dolor por abrazos sanadores recibidos de quienes en tiempos lejanos compartieron conmigo castigo, soledad, lágrimas y orfandad, que sucumbieron al compañerismo, la ayuda mutua, el abucheo a las sanciones, los “queos” preventivos, la suplantación de los ausentes en las interminables “listas” y las noches de insomnio en la primera “familia” para rescatar a los rezagados cada domingo.

Fraternidad redentora de temores, dolores, sinsabores y sudores. Nostalgia hecha realidad, detenida en el tiempo sin merma de verdad. Receta emocional para la resurrección que ingerimos a dosis anuales haciendo posible el milagro de una hermandad duradera.

Gracias por su amistad a Ramón, Domingo, Rafael, Carlos, Adolfo, Benitín, Juan Carlos, Fernando, José Vicente, Pocholo, Julio José, Serafín, Vitoriano, Ricardo, Miguel Ángel y Emiliano. Gracias a todos los Pepe-s, Felipe-s, Santiago-s, Manolo-s  Luis-es y Ángel-es. Gracias a los “nuevos”: José Antonio, Lola, José Manuel y Francisco Manuel. Gracias a Ángel Vicente por hacer hace posible el encuentro cada año. Y gracias a la “juncarejensa” Auxi, por ese libro dedicado que comenzaré a leer en cuanto rubrique esta página, con aura de felicidad.

NOSTALGIA REDENTORA

NOSTALGIA REDENTORA

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A veces nos encontramos con sonrisas de la vida cuando doblamos alguna esquina del tiempo, como me está sucediendo estos días en los que una charla al aire libre y la visita de unos amigos abren paréntesis en las preocupaciones diarias.

Primero fue el pueblo de Candelario, donde pasé la tarde hablando a los vecinos en la corrala municipal sobre la vida familiar de Unamuno, al atardecer de una calurosa tarde estival, antes de visitar la hipotética casa donde el rector pasó los últimos veranos de su vida.

Luego han venido amigos a redimir inquietudes cotidianas, con bonachonas sonrisas para amortiguar la calima que se ha echado sobre nosotros estos días, devolviéndome la hermandad compartida en tierras alpinas, porque la relación que mantuvimos y mantenemos va más allá de la amistad.

Nos encontramos en Zürich hace casi treinta años dando clase a jóvenes que hoy nos dirigen, y ni el tiempo ni la distancia ha podido deshacer nuestro hermanamiento, porque cuando la relación es sincera el espacio y los años se condensan eternamente en la historia compartida.

Nostalgia de noches interminables de vino y canciones en el lago Constanza, St. Moritz, Chatel, Friburgo,… Peregrinaciones continuas por ciudades europeas, entrañables paellas, inolvidables jornadas de esquí en paisajes de encanto, squash preludio de sauna y “pilonazo”, fiestas de vendimia y cerveza en Neuchatel y München, bromas en los tranvías, noches de Ateneo con el grupo de teatro MAMFAS que formamos y aventuras inconfesables que han venido a redimir la agitación del espíritu.

CULTURA REDENTORA

CULTURA REDENTORA

Sabemos lo difícil que resulta laicizar la sociedad y rearmarla moralmente contra aquellos que explotan la ignorancia de la gente, utilizando la religión como tapadera de sus ambiciones, aunque ningún Dios proponga enviar a sus seguidores al matadero.

Por eso, los movimientos radicales tienen poco que ver con las religiones. Detrás de cada conflicto hay oscuros intereses de los mandamases, que juegan con los sentimientos religiosos de muchos ciudadanos necesitados de cultura, trabajo y pan. Son los jefes sociales, políticos y religiosos quienes hacen de su voluntad, la voluntad de cada Dios.
Si quienes se inmolan pensando que su muerte les llevará al paraíso, hubieran crecido con un libro en la cabecera de su cama, probablemente pondrían los explosivos en manos de los predicadores de la violencia, cediéndoles el alto honor de ser ellos los primeros en alcanzar la gloria. Urge una revolución cultural que libere a los ingenuos de la oscuridad que otros han iluminado con vanas promesas celestiales.

Si esto no es posible, cambiemos, al menos, la globalización económica, por la globalización moral. Apremia un acuerdo entre los pontífices de cada religión para condenar tanto engaño. Los obispos, rabinos, pastores, imanes y venerables maestros, han de llegar a un punto de encuentro sobre los valores éticos, comunes a todas las doctrinas, que permitan a cada cual seguir siendo lo que es, sin tener que llegar a las manos para resolver los conflictos que fabrican quienes deciden sobre nuestras vidas.

Hay que cambiar integrismo por integración, y fundamentalismo por valores fundamentales. Debemos aislar a los radicales, entumecer el fanatismo ideológico y enviar a la órbita de Júpiter a todos los extremistas. Occidente debe dar el primer paso, especialmente los países del G-8, que se llevan el 72 % de la riqueza mundial, dejando solamente la cuarta parte a los 180 países restantes. Y junto a un reparto más justo de la riqueza, hay que llevar a cabo también una gran exportación de libros, porque solo el conocimiento eliminará las cadenas y desmontará la farsa.

Un sabio anciano nos aconsejó hace miles de años que sólo creyéramos en nuestras propias vivencias y nunca en los cuentos que otros nos cuenten. Nos recomendó buscar el conocimiento y la sabiduría, para liberarnos de cargas innecesarias y ser algo más nosotros mismos. Por eso debemos apostar por la cultura.

Contra el totalitarismo, cultura; contra los extremismos, cultura; contra los fuegos eternos, cultura; contra el fanatismo, cultura; contra la manipulación ideológica, cultura; contra el terrorismo, cultura; y contra los mártires, cultura.

Un trozo de pan, un contrato de trabajo y un libro, son el camino a seguir para alcanzar la paz que merecemos. Este deseo lo llevo esperando cuarenta años, convencido que no llegaré a verlo cumplido.