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Etiqueta: Quijano

RELECTURAS

RELECTURAS

Unknown

Hay lectores voraces que consumen toda la literatura que pasa por sus manos; otros se circunscriben a un género literario concreto; algunos se instruyen con ensayos para acrecentar su erudición; y no faltan quienes leen portadas y contraportadas de libros antes de abandonar los textos en las estanterías domésticas.

Yo dedico mi preferencia a las relecturas de libros que me han complacido en su primera lectura, proporcionándome momentos de dulce bienestar, salvo cuando las investigaciones me han llevado a textos de obligada lectura para documentar mis libros.

Confieso mi rechazo a las novedades literarias por el espanto que me han producido algunas de ellas, y sólo me acerco a páginas nuevas cuando reiterados amigos en los que confío, me recomiendan la lectura de una obra, aunque no figure entre las más vendidas, junto a impresentables “ambiciones” de la princesa populachera.

La relectura evita que los árboles de la trama o el mensaje, impidan ver el hermoso bosque literario que un libro esconde en sus páginas, imposible de llevar a las pantallas, como le sucede a la historia de la familia Buendía, a las aventuras del señor Quijano, al maestro poeta sevillano, a los gitanos granadinos, al marinero de Isla Negra, a los sueños y buscones del cojo Villegas, al hijo de Gertrudis en Dinamarca y a los pocos escritores que en el mundo han sido.

En contra del sentir común, no creo que las imágenes valgan más que las palabras, sino todo lo contrario. Pienso que la fina artesanía de una frase bien trabada, es imposible mostrarla en imágenes por perfectas que éstas sean, como sucedió en Macondo, La Mancha, a orillas del Darro, frente al océano, por las calles de Madrid o en otros lugares.

Releer textos placenteros sabiamente literaturizados es revivir la felicidad que reportan a voluntad propia, sin prisas por llegar al desenlace, entreteniéndose en el camino cuantas veces requiera el placer de la lectura, retornando a la página anterior o saltando arbitrariamente de página, porque el argumento ya es conocido y solo se pretende alargar placenteramente las horas con la lectura.

HERNANDO II, EL DESCORAZONADO

HERNANDO II, EL DESCORAZONADO

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Descorazonado está el señor feudal político Rafael Antonio Hernando Fraile, no porque el desánimo y amilanamiento lo tengan postrado, sino por carecer de corazón y tener en su lugar una patata maliciosa y deforme, que bombea al cuerpo social detestables sentimientos hacia personas doloridas por el fusilamiento de sus familiares en tapias de cementerios, cuyos restos se encuentran dispersos en fosas comunes de cunetas rurales.

Se necesita tener un alma congelada en el frigorífico de la desvergüenza, para decir que algunos ciudadanos, huérfanos siendo niños por un vesánico disparo en la sien de su progenitor, sólo “se han acordado de su padre cuando han recibido subvenciones para encontrarlo».

Asco produce esa vomitona de infamia visceral a los vecinos honrados y a los compañeros nobles de su partido, – como me ha confesado un buen amigo Popular -, enojando, incluso, al mismísimo Quijano, pues a los desgraciados que ya se ha castigado con obras durante décadas, les basta la pena del suplicio sin la añadidura de más ofensas verbales.

No ya por la falsedad consciente de sus palabras, – ya que el Gobierno suprimió hace dos años el presupuesto dedicado a las exhumaciones, como sabe este diputado -, sino por la maldad y descrédito premeditado que han destilado sus biliosas declaraciones en una cadena televisiva, cuyo máximo accionista es la Iglesia Católica, a través de su Conferencia Episcopal.

Este guadalajareño – ¡diputado por Almería! – es un personaje sin sentido del ridículo ni complejo visible, que presume de haber pagado en ICADE una cantidad importante de dinero para que le dieran un Máster, cuando su verdadera especialidad son los insultos, como demostró llamando “pijo ácrata” al juez Pedraz; identificando Andalucía con Etiopía; afirmando que la República provocó el millón de muertos; o responsabilizando a los padres de la desnutrición de sus hijos.

Se le pueden perdonar estos disparates y que haya comparado la bandera republicana con la cruz gamada. Incluso cabe disculpar su desconocimiento de la lengua oficial del Estado y la ignorancia ortográfica acreditada en su Twitter, donde en pocos renglones se encuentran faltas como: verguenza, arabe, Andalucia, Marzo o Almeria, siendo diputado electo por Almería.

Lo que se dirime no tiene color político alguno, pues pertenece al arco iris nacional que a todos abarca. Lo que está en juego es la estética moral de ciertos líderes políticos que denigra a honrados compañeros del Partido. Hablamos del honor de muchos españoles ya reconciliados y sin rencor, que sólo piden dar con el paradero de sus muertos para honrar su memoria. Lo que se pide es respeto, tolerancia, generosidad, comprensión, diálogo, entendimiento y solidaridad, valores humanos y democráticos desconocidos para este alcarreño.

Nadie tiene derecho a jugar con los padres muertos, denigrando a los huérfanos. Y si los jueces desatienden la denuncia presentada por la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica contra este portavoz, los ciudadanos deben castigarle en las urnas, porque un ejemplar de tal especie no merece representar a ciudadanos decentes.

No todo vale, señor Hernando, por grande que sea su poder y alargados sus tentáculos en la justicia, porque con sus declaraciones públicas en 13 TV ha pisado la línea roja del sentimiento humano colectivo y eso merece castigo para desagraviar a quienes guardan en su pecho un corazón dolorido, en lugar de un tubérculo como el que usted alberga tras las rejas de sus costillas.

CARTA A LOS SONRIENTES EJECUTORES

CARTA A LOS SONRIENTES EJECUTORES

Todos

Desestimados ejecutores:

Les escribo este Viernes Santo con la indignación del sedicioso, para condenar la frustración y el dolor que están ustedes generando en el pueblo, pasando la guadaña a baja altura con el fin de evitar decapitaciones en pisos superiores, donde guardan sus privilegios en alfombrados despachos.

Les escribo para decirles que causan más daño sus carcajadas públicas que las espantosas imágenes de la miseria que azotan diariamente nuestras pupilas en las pantallas de televisión y páginas de periódicos. Les escribo para anunciarles que sus risas ofenden la indigencia de los humildes, desprecian la pobreza, injurian al desempleo, provocan desesperadas lágrimas suicidas y exhortan la subversión de los ultrajados.

Ver sus risotadas provoca sonrojo a la justicia social que huye despavorida a las cloacas donde viven hacinados los desfavorecidos, en busca de una solidaridad que estimule la revolución contra ustedes y el sistema que representan, aunque esta posibilidad también les haga sonreír.

Tantas humillaciones a los ciudadanos, tantos engaños colectivos, tantas impunidades a delincuentes financieros, tantos privilegios políticos, tantas indemnizaciones millonarias a esquilmadores, tantos insultos a la inteligencia ciudadana y tantas manipulaciones, no pueden terminar de otra forma que con el rearme moral del pueblo contra los carcajeantes estafadores que sonríen a mandíbula batiente, mientras los parados buscan comida en los contenedores, mueren los enfermos crónicos, se bloquea la justicia, los jóvenes cruzan la frontera y en las aulas se hacinan los alumnos.

No les pregunto de qué se ríen porque estamos sobrados de humillantes explicaciones incapaces de explicar lo inexplicable. Tampoco quiero saber el origen de sus carcajadas porque el grito de las hienas es preludio de matanza. Ni me interesa saber si se regocijan de placer, porque su respuesta podría llamar a la insurrección.

Simplemente voy a pedirles que no rían más ante las cámaras, ni traten de justificar sus privilegios, ni pretendan esclarecer con palabras la oscuridad del túnel donde nos han metido, porque como le dijo Alonso Quijano a Sancho a quien se castiga con hechos no debe tratarse mal con palabras, pues le basta al desgraciado la pena del suplicio, sin la añadidura de las malas razones.

SANSONES CARRASCOS

SANSONES CARRASCOS

SANSONES CARRASCOS

Continúa la Feria Municipal del Libro luciendo en sus casetas magníficos ejemplares donde se cuentan las aventuras del señor Quijano, lo cual da pie a reflexionar sobre los sansones carrascos que juegan a lo que ignoran en muchas latitudes del planeta.

Sabemos que entre los ciudadanos normales abundan los quijotes tanto como escasea el quimérico caballero entre los dirigentes políticos locales, regionales y nacionales, donde hay sobreabundancia de carrascos, aunque no todos tengan grandes los cuerpos, caras redondas, narices achatadas y amplias bocas, como tenía el bachiller de la inmortal obra. En cambio, se parecen mucho a él en su donaire; en su regusto por burlarse de los visionarios; en su aparente talento; y en su natural condición maliciosa.

Asistimos estupefactos a la paradoja de ver como los actuales bachilleres cervantinos homenajean al Quijote, exhibiendo una preocupante y contagiosa enajenación mental transitoria, descubierta solamente por los incontables sanchos que están presentando en los juzgados la denuncia correspondiente, acusando a estos carrascos de faranduleros, porque “donde reina la envidia no puede vivir la virtud”. En el mundo de nuestros vecinos bachilleres, la codicia tiene brillo propio, sin necesidad de pulirla con extraños anticuerpos ni bálsamos de fierabrás, porque basta darles una pequeña mano con algún abrillantador político de cualquier signo.

Mientras esto ocurre, los carrascos mantienen su empeño en derrotar la utopía, disfrazándose para ello con camuflajes muy extravagantes que pretenden despistar a la concurrencia, mientras contemplan asombrados el desfile de oportunistas que sortean la fingida vigilancia de sus cómplices, contando con la íntima colaboración de curas y barberos que expurgan la biblioteca de los sueños y queman los libros causantes de tan hermosa locura.

El final de la historia será el de siempre: el día 22 la realidad vencerá, una vez más, a la utopía, y los nobles altruistas rodarán por el suelo, ante los carrascos que habrán engañado de nuevo a los quijotes, disfrazándose de blanca luna. Con la derrota a la espalda, se incorporará del suelo la cordura cansada de luchar y se hará vulgarmente humana. Tomará cuerpo mortal y recobrará el apellido entre el aplauso funerario de los carrascos que se complacerán por la nueva incorporación muchos a su interminable lista de desertores.

Así seguirá menguando la delgada fila de los que luchan por un mundo más quimérico y feliz. Así se reducirá el escaso grupo de idealistas que van quedando desperdigados por talleres, oficinas, escuelas, sanatorios y audiencias, con la bandera de la fantasía en la mano y su espíritu bombeando ilusión y energía en cada latido del corazón.

El epílogo de esta historia de caballerías nos desvela una inesperada y amarga verdad, al permitirnos comprobar que el loco quijote tenía menos razón que el cuerdo quijano, porque los encantadores, tramposos y perseguidores que denunciaba continuamente el caballero andante, existen de verdad y son reales, venciendo otra vez escondidos bajo los disfraces del bachiller, la sotana del cura y la bata del barbero.

Ellos dejarán en la cabecera doliente de su cama, el billete sin retorno para que nuestro héroe de leyenda emprenda su melancólico viaje final, acompañado por todos los defraudados ante el engaño colectivo al que les han llevado los ambaucadores.