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Etiqueta: Quevedo

GABO Y LA MUERTE

GABO Y LA MUERTE

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Los cataqueros de Macondo perdimos hace un año a nuestro vecino más ilustre y aún mantenemos el rumbo hacia la vieja aldea de los Buendía, para seguir soñando con el realismo mágico del más grande escritor en lengua castellana desde el cojo madrileño y el manco de Lepanto.

La muerte de Gabo nos ha dejado mudos a los macondeños virtuales y a la intemperie literaria, sin otro asidero que las páginas de sus libros, en las que hoy nos envolvemos para recordar sus palabras sobre la parca que nos dejó sin la novedad de nuevos libros a los lectores de medio mundo.

Quiso Gabo morirse de amor como pidió en vida, y de amor murió tranquilo sabiendo que su obra lo inmortalizaría, pero agradeciendo al amor su compañía en la hora final, para hacer a la muerte bondadosa y sin temores adicionales, porque nunca tuvo miedo a la desaparición imprevista sino a la rutina mortuoria de cada día.

Y murió Gabo feliz, viendo cumplido el deseo de una buena ancianidad por haber hecho en vida cuanto le vino en gana, pensando que la muerte no llega con la senectud, sino con el olvido que siempre le será ajeno, porque el secreto de la feliz vejez que acompañó su último suspiro fue por el pacto que hizo con la soledad.

“Con tal de que alguien se acuerde de una frase mía, yo bajaré tranquilo al sepulcro”, le dijo a Luis Cañón en 1996, y abrazó tranquilo la muerte con la certidumbre de que todos hablaríamos del hijo de José Arcadio durante nuestra vida, sabiendo que “muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo”.

MIS POETAS

MIS POETAS

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Todo comenzó con las poesías de Gabriel y Galán, único libro que rodaba en casa de los abuelos, cerrándose la nómina de mis poetas con los versos de un vate bañezano afincado en Salamanca, acompañándome entre los dos extremos innumerables bardos a lo largo de mi vida.

Algunos de estos versificadores preferidos tuve ocasión de saludarlos personalmente en algún momento de mi vida, como es el caso de Ángel González, Jorge Guillén, Gil de Biedma y Luis Rosales. Pero con otros me entrañé en cuerpo y alma sin pretenderlo, y así fue como el buen azar me permitió compartir exilio con Mario Benedetti, emborracharme con Claudio Rodríguez, vivir la adolescencia con Ángel García López o cantar coplas de madrugada con Rafael Alberti.

Llegaron también experiencias inolvidables a través de versos alentadores de esperanzas deleitosas con íntimos poetas sin trato personal alguno. Así, con estrofas de Gabriel Celaya aprendí que la poesía era y sigue siendo un arma cargada de futuro. Luis Rosales encendió su casa y la mía. Quevedo me enseñó las primeras letrillas. Machado me remitió la carta que envió a José María Palacio. Me despidió Juan Ramón con el viaje definitivo. Me enamoré con las rimas de Bécquer. Y Walt Whitman concilió mis temores y temblores.

José Hierro me golpeó con su cabeza. Deambulé con Lorca por la orilla neoyorkina del aceitoso Hudson. Jaime me anticipó que la vida va en serio, siendo envejecer y morir las verdaderas dimensiones del teatro. Quise soñar la muerte matando el sueño, con Unamuno. Fui pirata con Espronceda. Di con Blas de Otero todos mis versos por un hombre en paz. Imité a Pablo Neruda escribiendo pétalos volanderos en recortes de periódicos. Pretendí sin éxito leer al praguense Rilke en alemán. Me despedí de fuentes y ríos con Rosalía. He sumergido el alma en el mar con Alfonsina Storni. Pero -¡qué lástima! -, llegué tarde a la estación término para despedir a León Felipe.

LOS GUSTOS DE BAROJA

LOS GUSTOS DE BAROJA

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El 30 de octubre de 1956 se despedía de la vida en Madrid el donostiarra Pío Baroja y Nessi, a los 84 años de edad, dejándonos como legado una centena de libros y otros tantos artículos, tras dejar colgada la bata de médico en un armario de Cestona, tomando la pluma del escritorio en 1896, dos años después de doctorarse en Madrid.

Hombre de pensamiento y poco hábil para la acción, buscó esposa intelectual sin encontrarla, llevándole su eterna soltería a la inexistente misoginia que algunos le atribuyeron, manteniendo un público rechazo al nacionalismo vasco y defendiendo el acercamiento del País Vasco al resto de España.

Liberal, andarín, crítico y anticlerical, no pudo con la arterioesclerosis y a su muerte fue enterrado como ateo en el madrileño cementerio civil, junto a La Almudena, para escándalo de la España nacional que pretendió modificar la voluntad del escritor, en presencia de los nobeles Cela y Hemingway como testigos de las paladas de arena que cayeron sobre el ataúd que guardaba el cuerpo de don Pío.

En los últimos años de su larga vida, Baroja fue un trabajador infatigable los 365 días del año, desde las nueve de la mañana hasta el anochecer, superando intermitentes dolores de estómago, con su eterna boina sobre la cabeza, barba blanca semicrecida, lento caminar, pantalones caídos, memoria gastada y el agnosticismo al hombro.

Lector de Standhal, Dickens, Dostoievski, Merimée y Balzac, gustábale “El lazarillo de Tormes” por su humanidad y buena letra y disfrutaba con “El escudero Marcos de Obregón, por su noble compostura. Amaba la poesía de Berceo, el Arcipreste, Verlaine y Laforgue, sin llegar a comprender a Valéry, ni a Mallarmé, ni a los modernos españoles. Por otro lado, Pérez Galdós le pesaba y Quevedo parecíale antipático, igual que su obra.

Amante de toda la pintura, se deleitaba especialmente con Echevarría, Patinir, Brueghel, los impresionistas, Van Gogh, … y mostraba entusiasmo por los cuadros de su hermano Ricardo Baroja, pareciéndole una estupidez el cubismo y el surrealismo. En cambio, aseguraba que la escultura era un arte acabado y sin futuro, porque desde el Renacimiento no habían vuelto a realizarse monumentales esculturas de plaza.

Finalmente, consideraba que había excesivos pedantes en la música, aunque le gustaba oír composiciones de Mozart, Beethoven y Haydn, mostrando su preferencia por la ópera bufa de Rossini, “El barbero de Sevilla”.

DESPEDIDA LITERARIA

DESPEDIDA LITERARIA

Suerte para el autor de esta bitácora por tener los inmerecidos amigos que tiene, y palabras en el diccionario no encuentra para agradecer las pruebas de amistad que tantas veces ha recibido. Hoy toca turno a Jaume y Ana María que me han enviado para deleite de mi alma literaria y nostalgia del oficio, la literaria despedida que Ana ha dedicado a sus alumnos de 2º de Bachillerato, reproducida con su autorización, según me ha llegado:

LA LITERATURA SE DESPIDE DE SUS ALUMNOS

OS DESEO TODO EL CANDOR Y LA INGENUIDAD DE LA EDAD MEDIA PARA QUE EN VUESTRA VIDA NUNCA FALTEN LOS MILAGROS NI EL SENTIDO DEL HUMOR PARA SUPERAR ESTE VALLE DE LÁGRIMAS.

SAN GONZALO DE BERCEO OS SONRÍA.

OS DESEO TODA LA LUZ DEL RENACIMIENTO PARA QUE SEPÁIS ALCANZAR EL CENTRO DE VUESTRO PROPIO UNIVERSO A PESAR DEL MUNDANAL RUIDO.

SAN JUAN DE LA CRUZ OS GUÍE.

OS DESEO EL ESPLENDOR DEL BARROCO Y MUCHA FORTALEZA PARA ACEPTAR SU CONTRASTE CON LO TERRIBLE. QUE CUANDO AMÉIS NO OLVIDÉIS NUNCA QUE EL AMOR ES “HIELO ABRASADOR Y FUEGO HELADO”.

SAN FRANCISCO DE QUEVEDO OS ACOJA.

OS DESEO LAS DUDAS DE LA ILUSTRACIÓN Y LA CERTEZA DE QUE LA CULTURA OS HARÁ MEJORES Y MÁS FELICES.

SAN JOVELLANOS OS SEA LEVE.

OS DESEO LA FUERZA, LA REBELDÍA Y LA LIBERTAD DEL ROMANTICISMO PARA QUE SEÁIS DISTINTOS Y ÚNICOS Y ADEMÁS OS ACEPTÉIS EN VUESTRA DIFERENCIA. QUE LA JUVENTUD DE ESTE MOMENTO OS ACOMPAÑE SIEMPRE.

SAN GUSTAVO ADOLFO OS PROTEJA.

OS DESEO LA MIRADA CRÍTICA DEL REALISMO PORQUE TODAS LAS SOCIEDADES SON CRITICABLES Y TODOS LOS PROGRESOS ESCONDEN ALGUNA ESCLAVITUD.

SAN LEOPOLDO ALAS CLARÍN OS RECONFORTE.

Y POR ÚLTIMO,

QUE VUESTROS PASOS “SE HAGAN CAMINO AL ANDAR”

QUE “LA INTELIJENCIA OS DÉ EL NOMBRE EXACTO DE LAS COSAS”

Y QUE  “LA AURORA DE NUEVA YORK” Y TODAS LAS AURORAS OS RECIBAN CON LOS BRAZOS ABIERTOS.

QUE LA BELLEZA DE LAS PALABRAS SEA CON VOSOTROS. AMÉN.

Ana María Sánchez Sánchez, mayo de 2011