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PUNTUALIDAD

PUNTUALIDAD

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Pocas actitudes expresan mejor el respeto que nos debemos unos a otros, como llegar puntuales a las citas concertadas. Y nada hay más considerado hacia un colectivo, como satisfacer el compromiso contraído con él en relación a la hora establecida para el inicio de la actividad, ya se trate de una reunión, un concierto, la salida de un tren, el comienzo de un espectáculo o cualquier hecho que congregue personas a una hora prefijada de antemano.

En puntualidad, los españoles no ocupamos posiciones aventajadas en el ranking mundial, ni apuntamos maneras que justifiquen optimismo en este aspecto, pues no parecemos dispuestos a mejorar para erradicar el sambenito que tanto castiga a las personas que sufrimos esperas injustificadas de quienes pretender justificar lo injustificable con justificaciones que nada justifican.

Confieso incomodarme más de lo conveniente cuando espero en las citas concertadas, porque siento que el tardío compareciente me roba un tiempo del que nunca voy sobrado, sabiendo que nada tiene más valor que el tiempo, haciendo imperdonable dicho hurto, por mucho arrepentimiento que muestre quien se retrasa, resistiéndome a tolerar la impunidad de los retrasados, porque no existe despilfarro mayor que perder el tiempo o “matarlo” esperando a quien no comparece a la hora convenida.

Esto sucede en todas las esperas, porque el tiempo que se dedica a menester tan detestable, no puede emplearse en nada útil ni existe posibilidad de recuperarlo o de reciclarlo para otros usos, porque el tiempo pasa, es único, irreversible e irrepetible, como la vida. Por eso, cuando se pierde va directamente a la papelera de Cronos junto a los hijos devorados por éste, convirtiendo en desperdicio uno de los valores más preciados.

Si bien es cierto que sólo pierde el tiempo el que no lo aprovecha, no es menos cierto que cada uno utiliza su tiempo según le conviene, pero siempre aprovechándolo a su gusto para realizar la actividad que le venga en gana. Pero todos estamos de acuerdo que cuando se está esperando, lo único que se hace es esperar, y el tiempo se va irremediable por el sumidero de la vida, ante la imprevisible llegada del “esperado”.

PUNTILLOSA PUNTUALIDAD PUNZANTE

PUNTILLOSA PUNTUALIDAD PUNZANTE

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Un defecto atribuido tradicionalmente a los españoles es la patológica falta de puntualidad a las citas, el retraso en abrir ventanillas públicas y comercios, la prolongación de las pausas laborales y el incumplimiento de los horarios establecidos. Es decir, que los españoles no miramos mucho para el reloj, dejándonos llevar por el caprichoso cronómetro biológico personal para cumplir los compromisos adquiridos.

Tan negligente actitud tiene el peligro de ridiculizar a la diplomacia española cuando se pone al frente del Consulado en Washington a un probo funcionario que cumple estrictamente con el horario de cierre, conculcando así la norma consuetudinaria de sus paisanos, dislocando la ley que rige los comportamientos populares y ocasionando una crisis institucional en el Palacio de Santa Cruz.

El jefe diplomático de nuestro Consulado en esa ciudad tuvo claro que a la hora de cerrar el Consulado, se cierra, y punto. Aunque la ciudad se venga abajo por efecto de la pólvora embutida con metralla en una olla, llevándose por delante a varios españoles, como pudo haber sucedido con los salvajes bombazos que aterrorizaron a quienes presenciaban la carrera en la avenida Boylston.

En opinión del celoso cónsul español Pablo Sánchez-Terán, los familiares de los 90 atletas españoles inscritos en la maratón de Washington y el resto de compatriotas que presenciaban la carrera no precisaban los servicios del Consulado, ya que podían comunicarse con sus padres, hermanos, parientes y amigos, mediante señales de humo, que para eso estaban en el país de los indios, mientras él fortalecía los músculos de su incompetencia en el gimnasio de la indiferencia.

Debemos felicitar a Margallo por su inmediata decisión de cesar al jefe diplomático en Washington por incumplimiento de funciones, y esperamos que este ejemplo cunda en la clase política, siendo la destitución de Sánchez-Terán el primer paso para enviar a la calle a todos los políticos  que no cumplen sus obligaciones, aunque nos quedemos unos meses sin muchos parlamentarios, alcaldes y políticos negligentes en su tarea.