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LIBERTAD DE EXPRESIÓN, NO DE BALDÓN

LIBERTAD DE EXPRESIÓN, NO DE BALDÓN

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Ayer insistí en lo dicho el pasado 18 de febrero en esta bitácora sobre el irreverente desahogo verbal de algunas personas, que han vivido comprimidos y sin libertad de expresión en su vida profesional por estar sometidos a obediencia ciega al patrón, fuera este militar, civil, laico o religioso, comentándome algunos amigos las bondades del exabrupto y el insulto para quienes merecen el hostigamiento por sus detestables actitudes.

Pues bien, ni en tales casos me parecen admisibles las burlas, insultos y descalificaciones injuriosas, porque hasta las personas más despreciables y merecedoras de castigo no deben ser verbalmente maltratadas, compartiendo el consejo que don Alonso Quijano dio a su escudero en vísperas de gobernar la ínsula, advirtiéndole que quien recibe castigo con obras no debe ser maltratado con palabras, porque le basta al desgraciado la pena del suplicio sin la añadidura de las malas razones.

No permitamos que la ira tome la palabra, la rabia se apodere del lenguaje, la frustración se disloque, y los insultos sean la única voz del diccionario, sabiendo que la libertad de expresión no va libre por el mundo y sin ataduras, ni acomodada en la proa de las relaciones humanas, pues navega por el inestable mar de la vida en la popa del barco, guiada por el timón del obligado respeto a todas las personas, por diferentes que sean las ideas que defiendan, alejadas que estén sus creencias de las del prójimo, discrepante su pensamiento del de los vecinos y grande el daño recibido por la persona situada en la diana de su inquina.

Con la libertad no vale todo, ni puede hacerse un sayo con capa ajena, ni dar campanillazos en la cabeza del prójimo con preceptos propios, ni aturdir con exigencias personales, ni pretender convertir conductas propias en patrones universales, porque la realidad es poliédrica, la opinión discutible, la verdad fragmentaria y los dogmas excluyentes; pero las personas siempre merecen respeto, aunque sus ideas sean detestables y merezcan censura, porque son las ideas quienes pueden no ser respetables, pero no las personas.

VOTAR Y OPINAR

VOTAR Y OPINAR

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Votar en unas elecciones democráticas consiste en otorgar la confianza a un candidato presentado a representar al pueblo, es decir, expresar de forma secreta la preferencia de cada cual mediante una papeleta electoral introducida en la urna. Además, opinar, consiste en expresar el parecer personal sobre algo cuestionable, sin certera evidencia.

Por otro lado, voces sabias y democráticas aseguran sin vacilar que una grandeza democrática consiste en dar el mismo valor a cada uno de los votos emitidos por los ciudadanos, de manera que cada votante puede optar libremente por entregar su papeleta al candidato que prefiera. Dicho esto, vamos con el juego.

Si polemizan los políticos en campaña electoral, ¿por qué no vamos a discutir civilizadamente los ciudadanos sobre aspectos electorales dignos de reflexión? Abramos, pues, la polémica, con el único animo de animar el debate, agitando pilares democráticos y provocando réplicas intelectuales que nos enriquecerán a todos.

La democracia otorga  libertad de opinión a todos los ciudadanos para que cada uno diga lo que quiera sin ofender al prójimo, lo cual permite opinar a todos los vecinos, permitiéndome decir que el voto no es más que una opinión personal e intransferible, traducida en papeleta electoral que se introduce en una urna a través de una rendija, para decir de forma anónima quién debe ocupar el cargo político que se somete a votación, siendo emitido el veredicto de acuerdo con la opinión subjetiva del votante.

Hasta aquí todos conformes, pero demos paso a la polémica admitiendo que todos los votos tienen el mismo valor, pero negando que todas las opiniones valgan lo mismo y deban ser tenidas en cuenta de igual forma, ya que la inteligencia y el nivel de conocimientos de los opinadores determina el valor y mérito de los veredictos pronunciados sobre la cuestión objeto de consideración.

Vale que todos los ciudadanos tenemos derecho a opinar sobre lo que nos apetezca, pero no todas las opiniones tienen el mismo valor, ni deben ser tenidas en cuenta de igual forma, porque los conocimientos, la experiencia, el talento de las personas y su personalidad, determinan el valor de las opiniones y el respeto que merecen, aunque algunas no merezcan ningún respeto porque quienes lo merecen son las personas, no las opiniones, por mucho que aspiren a ser respetables.

Es decir, si aceptamos que el voto es una forma de opinar, y que las opiniones no tienen el mismo valor, es difícil aceptar que los votos otorgados por los diferentes ciudadanos valgan lo mismo, concluyendo que las elecciones democráticas son un fraude de imposible solución.

Queda abierto el debate y el desacuerdo. ¿Quién toma la palabra?

CHAQUETEROS

CHAQUETEROS

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Chaquetero es quien cambia de opinión o de partido político por intereses privados y conveniencia personal, no por evolución ideológica en el tiempo y conversión sincera a nueva doctrina, sino para llenar la andorga con el menor esfuerzo y máxima rentabilidad, aunque los insultos golpeen su cara dura, la desvergüenza les proteja de las descalificaciones y el desprecio social sea costumbre diaria que rebota contra el hermético caparazón de los chaqueteros.

Hay chaqueteros de todos los colores, formas y tamaños, destacando entre ellos el modelo político, caracterizado por su extraordinaria capacidad de mimetización camaleónica en las urnas, que les permite simular ideologías ajenas al pensamiento propio que guardan para ellos mismos.

Se abrigan los chaqueteros del frío exterior cambiando el forro de la chaqueta ideológica según la dirección del viento que mueva la veleta hacia el norte de los favores que pretenden, sin importarles vender la honradez por media lenteja, cambiar moral por indignidad, sustituir nobleza por deshonor, convertir la verdad en engaño y traicionar la lealtad con falsas monedas de plata.

Son travestis que usan plataformas de servilismo y desvergüenza para alzarse al poder, sacrificando la ética a la poltrona y la dignidad al privilegio inmerecido. Traidores a la ideología, herejes de partido, desleales con electores, cínicos en las tribunas, estafadores en las urnas, mercaderes de actas,  perversores democráticos y tránsfugas de la miseria.

SALVEMOS LAS PERSONAS, NO EL EURO

SALVEMOS LAS PERSONAS, NO EL EURO

La manipulación informativa y mental de quienes gobiernan el mundo, que son casualmente los responsables de la crisis que padecemos todos menos ellos, nos están tratando de convencer de la importancia vital de salvar el euro. Su euro, claro, en el que a todos nos metieron.

Mal futuro nos espera si la ocupación prioritaria de los mandamases se dirige a salvar el euro, cuando debían primarse los esfuerzos en la redención de las persona por encima de cualquier otro proyecto salvador, por mucho que nos envuelvan la doctrina salvadora en papel de celofán con un hipócrita lacito.

Los medios de comunicación están empeñados en crear opinión, pero no una opinión crítica y divergente, no. Están empeñados en inocular su opinión en nuestras mentes, para hacernos creer y decir lo que nunca admitiríamos ni diríamos si tuviéramos verdadera libertad de pensamiento y opinión.

Es una inexplicable locura colectiva que nos lleva a aceptar como bueno aquello que repudiamos con íntimo sentimiento, sin que la medicina sociológica encuentre tratamiento adecuado, porque también ella camina tras el farol que alumbra el camino hacia la ruina que nos espera.

DESACUERDO

DESACUERDO

Pocas veces en mi larga vida he estado en mayor desacuerdo con las declaraciones de un miembro de la Conferencia Episcopal española, que el experimentado el Viernes Santo oyendo las opiniones vertidas por el Obispo de Alcalá, Juan Antonio Reig Pla, a través de las cámaras de la segunda cadena televisiva.

Lejos de mi ánimo, molestar al pastor y a su grey o dañar espíritus sensibles, pero yo también tengo derecho a dejar mi opinión en esta bitácora, alimentada con sentimientos no siempre compartidos por los lectores, pero invariablemente sinceros y dictados por la buena fe laica que me asiste.

Dice don Juan que el principal enemigo de la Iglesia católica es la ignorancia, cuando yo he defendido siempre lo contrario. Ha sido precisamente la velada ignorancia de la feligresía el mayor aliado de la iglesia y quien ha sustentado una doctrina imposible de asumir si el rito iniciático se produjera en edad madura, y no cuando la frágil mente del infante asume irracionales misterios que alimentan su fe durante toda la vida

Sólo en tierra inculta germinan postulados que repugna la razón. Sólo la falta de reflexión, enquistamiento ideológico, ausencia de cultura o miedo ultraterreno, puede justificar el crédito a ciertos arcanos consoladores de paraísos celestiales y redenciones hipotéticas que sólo existen en las mentes de quienes han nacido bajo el imperio de la civilización occidental cristiana. Sólo quien ignore la historia de la Iglesia, la selección evangélica y el establecimiento de los dogmas, sin ocuparse agitar la mente para remover ideas infantiles grabadas a fuego en corazones ingenuos, puede seguir dándose golpes de pecho, comerciando con favores divinos, adorando imágenes y creyendo en cielos e infiernos que nadie ha visto ni se sabe dónde están.

 Y no hablo del opio deísta, tan unido por el extremo opuesto al ateísta, sino de los enigmas doctrinales que lleva la historia de la humanidad destruyendo con su tozuda realidad desde hace seis millones de años, cuando desaparecieron los primeros australopithecus.

Un ruego al prelado: impida, monseñor, el adoctrinamiento infantil en su diócesis y comprobará que la inercia mental, – vitalizadora eterna del arponazo ideológico -, sustenta la ignorancia que a usted le permite preocuparse de homosexuales y botellones, en vez de excomulgar a usureros, explotadores, defraudadores y corruptos, que están desahuciando y condenando a la miseria a humildes feligreses que ocupan la iglesia donde usted se olvida de predicar al Cristo que expulsó a los mercaderes del templo a latigazo limpio.

OPINIÓN VS. MANIPULACIÓN

OPINIÓN VS. MANIPULACIÓN

OPINIÓN  VERSUS MANIPULACIÓN

No traduzca el lector el término “versus” en su significado de barbarismo inglés como “confrontación”, sino en su sentido real de origen latino determinado por la traducción “hacia”, porque el camino al que se dirige en muchas ocasiones la opinión, es hacia la manipulación.

Opinar libremente es uno de los ejercicios que más claramente confirman el estado democrático, expresado en diferentes medios por todos conocidos, como este blog al que ahora, lector, prestas tu atención.

Es obvio que hay opiniones discrepantes y/o complementarias debidas a la propia naturaleza de tal acción, porque son los sujetos con sus diferencias propias  quienes dan versiones de un mismo hecho no siempre coincidentes, evidenciando que la objetividad absoluta es inalcanzable y la neutralidad completa imposible.

Cuántas veces ha ocurrido que al presenciar el mismo acontecimiento, las opiniones de los testigos son discrepantes por razones ociosas de exponer, ya que las personalidades, experiencias y conocimientos de los sujetos determinan las opiniones que éstos tengan sobre un hecho concreto, mereciendo todas ellas idéntico respeto, aunque no la misma estimación.

Pero en esta tierra de María Santísima que todos pisamos, las palabras de muchos pseudopinadores se está deslizando peligrosa e intencionadamente hacia la manipulación, con evidente peligro para las mentes cerradas e incondicionales dispuestas a digerir cuanto les llega de sesudos manipuladores vestidos de corbata, que reciben buenos honorarios por hacer tan detestable tarea.

Los manipuladores utilizan hábiles recursos, algunas veces arteros, en cualquier lugar donde es reclamada su presencia, y así llenan la andorga y alimentan su canut, bien sea en la tribuna política o en los ¿medios de comunicación? que promueven a quienes distorsionan la verdad al servicio de intereses particulares ajenos, y en beneficio de los propios.

Esto obliga a incluir en la asignatura Educación para la ciudadanía, un largo capítulo donde se enseñe a los jóvenes – futuros dirigentes sociales – como interpretar la información que reciben, porque hoy día saber leer un periódico, juzgar un programa de televisión, criticar un acto y descubrir las manipulaciones informativas que pretenden despersonalizarnos, es una de las exigencias más importantes que debemos imponernos en este tiempo.

Tener juicio propio es el camino para expulsar de las pantallas, periódicos y ondas a quienes perturban nuestra paz, insultan el entendimiento y ofenden la verdad por mucho que se empinen o se suban a un pedestal de barro para servir el interés de sus patronos y mejorar su cuenta corriente.