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LA DESIGUALDAD, ANTESALA REVOLUCIONARIA

LA DESIGUALDAD, ANTESALA REVOLUCIONARIA

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Golpeó ayer las pantallas televisivas el inquietante informe de la ONG Oxfam Intermón, reconociendo que 85 personas acumulan el dinero de ¡3.570 millones! de ciudadanos del mundo, es decir, que la mitad de la riqueza mundial está en manos de un pequeño grupo de terrícolas, que no llega al 1 % de los mortales.

Esta mala noticia permite aventurar sin gran esfuerzo mental, que el imparable aumento de la desigualdad en el mundo es la antesala de la futura revolución, sin que los actuales beneficiarios del sistema se den por enterados y continúen sonriendo impasibles en la cubierta de los barcos, sin percibir la goleta que se acerca dispuesta al abordaje, porque los marineros ya están hartos de remar en sus bodegas, mientras ellos toman piña colada al sol, protegidos por leyes, políticos, gendarmes y otros servidores del sistema.

No puede aceptarse que los ingresos y patrimonio de 10 ciudadanos europeos sea mayor que los gastos rescatadores ocasionados por la crisis, ni que en España se haya incrementado la desigualdad entre ricos y pobres en plena catástrofe financiera, donde los buitres y carroñeros han multiplicado su patrimonio a costa de las desgracias ajenas que ellos mismos han provocado en millones de seres humanos.

Es intolerable el mantenimiento de leyes favorables a la minoría de ricos. Inadmisible que se sostenga la desregularización y opacidad financiera de las empresas. Ofensiva la pervivencia de paraísos fiscales. Insultante la reducción de impuestos a las rentas más altas. Indeseable explotación laboral. Ultrajantes los recortes en servicios públicos básicos. Humillantes las presiones de los mercados financieros. Injusta la discriminación jurídica. Inmorales las drásticas medidas de austeridad que están golpeando sin clemencia a los desfavorecidos, inocentes sufridores de una crisis provocada por los corruptos, inversores y especuladores que están llenando sus redes en el río revuelto de la depresión financiera.

Los dirigentes mundiales que van a sentarse en el Foro Económico Mundial de Davos pasado mañana, deben saber que el mantenimiento de la actual situación política, social y económica, promotora de la creciente desigualdad social y económica, conducirá fatalmente a la revolución popular.

PLÁTANOS ENVENENADOS DE CODICIA

PLÁTANOS ENVENENADOS DE CODICIA

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Sabemos de personas que se prestan a ocupar los puestos de trabajo de los huelguistas, y conocemos trabajadores que no van a las huelgas por razones de diferentes colorines; pero desconocíamos hasta hace unos años que un selecto grupo de bananeros fueran destacados esquiroles, sin mancharse las manos en las plataneras.

En marzo de 2007, los propietarios de la empresa americana Chiquita Brands International Inc. (CQB) con sede en Carolina del Norte, que explota plantaciones bananeras en el cono sur americano, fue multada por el Departamento de Justicia de los Estados Unidos, con veinticinco millones de dólares por financiar a paramilitares colombianos que protegían la empresa contra las huelgas y los sindicatos obreros.

El balance de los siete años de “protección” fue un gran incremento de beneficios a costa del sudor a ajeno con la muerte por asesinato de ciento setenta y tres sindicalistas que perdieron la vida en defensa de los trabajadores, confirmando el mayor acto de terrorismo habido en la historia.

Pero esta no ha sido la única fechoría de la “Chiquita”.  Dos meses después de la multa, la ONG francesa “Peuples Solidaires” acusó públicamente a su filial bananera atlántica, de violar derechos fundamentales de los trabajadores y de poner en peligro su salud exponiéndolos a pesticidas altamente tóxicos.

Y si nos remontamos a su fundación como United Fruit Company, podemos recordar que en 1928 miles de trabajadores de la empresa fueron asesinados en Colombia por fuerzas militares, para que dejaran de protestar por sus miserables condiciones de trabajo, pasando a la historia como la “masacre de las bananeras”.

Triste episodio que precedió al soborno que hizo esta “chiquita” empresa en 1975, al dictador de Honduras Oswaldo López Arellano y a funcionarios italianos, dando lugar al famoso Bananagate, de infeliz memoria.

Memoria que nos falta a los consumidores cuando llevamos al carro de la compra esta “fruta de los sabios”, símbolo de fecundidad y prosperidad, que los “chiquitos” de Charlotte convirtieron en fruta de explotadores y símbolo de insolidaridad y codicia.