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ESCRACHES Y DACHAU

ESCRACHES Y DACHAU

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El exceso verbal de Cospedal calificando de «nazismo puro» los escraches, obliga a pedir a la Popular Secretaria General que no juegue con el sufrimiento ajeno ni haga perversas comparaciones, porque los escraches nada tiene que ver con los nazismo, como ha reconocido el presidente del Tribunal Supremo y demuestra la historia que hoy llega a esta bitácora para censurar la incontinencia verbal de la señora.

En marzo de 1933, el jefe de la policía de Múnich, Heinrich Himmler,  inauguraba en la ciudad bávara de Dachau el primer campo de concentración para prisioneros políticos, construido sobre una fábrica de municiones abandonada al noreste de la ciudad, haciendo que su servicio al nazismo fue imparable, pues en sus cuatro primeros años de muerte pasó de 4.800 prisioneros a 13.000, todos ellos comunistas, socialdemócratas, opositores a la cruz gamada y “carroña humana” como gitanos, testigos de Jehová y homosexuales, mezclados con delincuentes comunes.

Los nazis dieron su golpe de suerte a este campo de vergüenza en noviembre de 1938, durante la triste “noche de los cristales rotos”, aislando en Dachau 10.000 judíos de un plumazo, para que con ellos se entrenaran la temida SS con macabros experimentos médicos, protegidos por una valla electrificada, dos zanjas y un muro con siete torres de vigilancia rodeando el campo.

Mejoró sus instalaciones en 1942 con cámaras de gas, crematorio y fábricas de armamento donde trabajaban 30.000 prisioneros condenados a trabajos forzados, hasta que el tifus comenzó a diezmar reclusos, debido al hacinamiento y escasas condiciones sanitarias del recinto mortuorio.

Finalmente, hace hoy sesenta y ocho años, el 29 de abril de 1945 los militares estadounidenses liberaron a los 68.000 prisioneros allí encerrados y cada uno de ellos dejó escrita una carta a todas las personas que mimetizaron en 2013 aquella salvajada con los escraches, utilizando el nazismo como calderilla política para su ataque a los desahuciados que esperan turno en la antesala del suicidio.

ANCIANOS AL MORTUORIO

ANCIANOS AL MORTUORIO

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El ministro de finanzas japonés, Taro Aso, ha encontrado la clave para resolver los problemas económicos de su país, pidiéndole a los ancianos la recuperación del espíritu kamikaze, y estos le han respondido que se suba al avión suicida él con toda su familia y se estrellen contra el monte Fuji, porque lo que sobran en el mundo no son ancianos, sino hijos de puta.

Este genocida encorbatado de 72 años, al que le falta bigote, flequillo y cruz gamada, ha pedido a los ancianos que den prisa en morir para que el país pueda ahorrarse los gastos de atención médica que merecen quienes han llevado a Japón donde ahora está, aunque este miserable pida ahora su exterminio por vía de urgente muerte natural.

Cabe suponer que la próxima petición de tan práctico asesino potencial será el exterminio de los enfermos crónicos, de los retrasados mentales, de los mutilados, de los presidiarios, de los parados y de todos aquellos organismos vivos improductivos para las arcas de la clase financiera que representa este macho de cabra montesa, que pretende cornear a los ancianos.

Alguien tendría que decirle a tan pérfido econhumano que las personas no son fríos números abstractos en asientos contables, ni materia prima para fabricar jabón. Que las personas tienen nobles sentimientos desconocidos para él, entre los que se encuentra el amor a la vida y el deseo de que ésta se prolongue junto a los seres queridos.

Nunca la condición humana estuvo tan degradada, ni los sentimientos tan degenerados, ni el desagradecimiento por los servicios prestados fue mayor. Nunca la perversión de valores llegó a tales cotas, ni el desprecio a la vida humana mereció tanto deseo de muerte rápida para quien la pide a los demás.