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INMORALIDAD, MEDIOCRIDAD Y CODICIA

INMORALIDAD, MEDIOCRIDAD Y CODICIA

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El honrado caballero manchego habló por boca del poeta pidiéndonos sostener la armonía de la vida, el orden social y la justicia distributiva, sobre dadivosa bacía, yelmo protector y honesto halo. Pero los sanchopanzas que rigen la ínsula peninsular han pervertido el mensaje quijotesco del manchego, codiciando la bacía, debilitando el yelmo y viciando el halo.

Inmoralidad, mediocridad y codicia son los pilares que han sostenido y continúan manteniendo en despachos reales, institucionales, financieros, sindicales y sociales, el estado de corrupción que se expande irremediablemente como mancha de aceite, sin que las alfombras puedan ya recoger tanta basura acumulada.

La falta de escrúpulos exhibida por los mediocres en las poltronas dando vía libre a una codicia impune a todo castigo, ha dejado a seis millones de ciudadanos al pairo de la vida, ha desbordado los comedores sociales, ha provocado suicidios, hacinado alumnos, sentenciado enfermos crónicos y pervertido la democracia, encerrándola en el festivalero día de las urnas.

El antídoto que puede salvarnos del envenenamiento social producido por la mezcla corruptiva de inmoralidad, mediocridad y codicia, es un cóctel formado a base de ética, competencia y honestidad, difícil de preparar en estos momentos de turbación, porque los boticarios encargados de fabricar ese fármaco se han diluido en el conformismo, anestesiados por la resignación y domesticados por la mansedumbre, acusando una grave parálisis social irreversible.

MEDIOCRE CLASE MEDIA

MEDIOCRE CLASE MEDIA

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Afirma un sabio muy hondo en las ondas, que la clase media es la más castigada por los recortes y la que más está sufriendo la crisis provocada por la clase alta, olvidando que la clase baja está por los suelos, mientras la clase media soporta con resignación cobarde las banderillas negras que le están poniendo en los costillares, sin decir esta boca es mía.

A comienzos del siglo pasado circulaba un refrán que decía: el sultán, pega al árabe, el árabe al moro, el moro al judío y el judío al burro. Y como el burro no tiene a quien pegar, tira coces al aire…. En esta cadena de castigos, el sultán es el poder financiero; el árabe es el Gobierno; el moro la clase alta; el judío la clase media; y el burro la clase baja.

Cabe esperar que el burro, harto de recibir palos, propine coces al judío, pero no es probable que continúe la inversión de la cadena, porque la clase media no parece dispuesta a moverse del sillón, conformándose con la supervivencia en medio de la catástrofe, maniatada por la tibieza y el conformismo, mientras golpea a la clase baja con la indiferencia, permitiendo que ésta siga en la miseria a la que está condenada a vivir.

La mediocridad de la clase media hace posible el asentamiento de los mediocres en las Instituciones públicas, oficializando así la mediocridad institucional votando a los mediocres, sin darse cuenta que estos no van a sacarles las castañas del fuego, porque sólo buscan satisfacer ambiciones personales, otorgadas por urnas escasamente democráticas.

ELECCIONES A LA VISTA

ELECCIONES A LA VISTA

Gallegos y vascos están convocados a las urnas, y los aspirantes a poltronas institucionales de todos los partidos han comenzado a cargar su artillería contra los enemigos políticos sin previo aviso, en el mismo escenario teatral  de elecciones precedentes, con idénticos protagonistas, semejantes amenazas mutuas, parecidos atrezzos y análogas mentiras.

Ganarán los actores que mejor engañen al pueblo. Los que tengan mayores habilidades para no decir lo que piensan hacer. Los que finjan ser lo que no son. Aquellos que prometan lo que no van a cumplir. Y quienes mejor representen su papel de salvadores del pueblo, cuando en realidad sólo les interesa su propia salvación.

Sabiendo todo esto, el pueblo hará cola en los colegios electorales con la esperanza de lograr lo que sabe de antemano que será imposible conseguir: que los elegidos se pongan al servicio de los ciudadanos, sometiendo sus intereses personales al bien común. Que los dirigentes superen la mediocridad que invade los cargos públicos. Que la incompetencia y que el carnet del partido no sea el banderín de enganche a la poltrona. Que las mentiras y falsas promesas no queden impunes ante los tribunales.

Pero no os hagáis ilusiones, porque nada de esto será posible.

MEDIOCRIDAD

MEDIOCRIDAD

La realidad confirma que nuestro problema no es la deuda pública y privada, ni el rescate, ni las autonomías, ni el euro. Ni siquiera el egoísmo natural del ser humano o su capacidad para mentir son responsables de la decadencia moral y falta de compromiso ético que convierte a los animales racionales en terribles depredadores de su especie.

Es la falta de mérito y capacidad de los dirigentes sociales lo que nos ha llevado al sótano donde estamos encerrados sin posibilidad de redención a medio plazo. Es la ineptitud de los polítiqueros lo que hace imposible la salvación, pues han optado por la dedocracia, exigiendo a los dirigentes el débil mérito de llevar carnet entre los dientes y logotipo en la solapa.

Mediocridad se llama esta grave epidemia que padecemos, para la cual no se ha descubierto vacuna ni tratamiento alguno, porque quienes tendrían que aplicar los medios para erradicar la pandemia son los propios beneficiarios de su expansión, y no están dispuestos a inmolarse para salvarnos de sus continuos disparates y mamoneo.

A esta situación degenerativa no se llega en pocos años, porque la contaminación existente afecta a todos los sectores sociales, donde se ha infiltrado una legión de incapaces a decidir por los demás, careciendo de los más elementales criterios para ser rectores.

Hoy muchos mediocres dirigen centros educativos, gerencian hospitales, administran bienes comunes, ocupan sillones oficiales, dictan sentencias, presiden sociedades, regentan empresas, lideran sindicatos, gobiernan entidades, capitanean fuerzas de seguridad, encabezan listas electorales, acaudillan sindicatos y  controlan medios de comunicación

En un país gobernado por mediocres, donde los ciudadanos brillantes provocan repulsión, todo se explica: que los cerebros emigren, los banqueros sean insaciables, la Iglesia guarde silencio, los chistes consuelen la desgracia, se limite la libertad, se manipule la información, se mienta impunemente, la justicia no sea ciega, prolifere la basura televisiva, falten ideas y los pícaros se aprovechen de la situación.

TREPAS

TREPAS

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Viendo cómo van asentándose muchos incompetentes en rentables poltronas, sin más mérito acreditado que transportar la cartera del jefe y aplaudir sus disparates, caprichos y despilfarros, no queda otra opción que denunciar a los trepas que buscan acomodo en sillones oficiales haciendo voto de obediencia a sus promotores como única forma de sobrevivir a su incurable y penosa incompetencia natural.

Ineptitud que ocultan a sus subordinados estirando el cuello, sacando pecho y engolando la voz para darle más resonancia gutural, apelando al Boletín Oficial para hacerse obedecer porque su liderazgo natural no alcanza siquiera la patatera rosquilla.

Los trepas ven las Instituciones como tetas donde mamar hasta saciarse y confunden estatura con grandeza, mientras se acomodan en cargos públicos apretando entre sus dientes el carné del partido. Son ellos quienes silencian con amenazas subliminales a los disidentes, al tiempo que se autoproclaman paladines de la libertad en sus discursos y defensores del progreso de la patria, sin percibir que el nepotismo no engrandece al país ni lo libera de la mediocridad, porque esto es algo que se consigue situando en puestos de gestión a los ciudadanos más competentes para ejercerlos, aunque no lleven rosas en la mano ni gaviotas en la solapa.

Lo triste es que no hay forma de romper este vicioso círculo de ineptos que nos rodea y escapar de él. “Hunos” y “hotros” pretenden que nos interesemos más por defender su dedocracia que por hacer real la democracia. Pero los que todavía seguimos creyendo en un país gobernado por los mejores, mantenemos en el pebetero de nuestra vida la antorcha de la esperanza y lucharemos por convertir en necesario lo que hoy se nos antoja inalcanzable quimera.

LOS PROFES Y DOÑA ESPE

LOS PROFES Y DOÑA ESPE

Las declaraciones hechas ayer por la Presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, sobre el horario de trabajo de los profesores de Secundaria, sólo pueden calificarse de cinismo malintencionado entreverado con manipulación descarada. No caben otras opciones para justificar sus palabras, en este mundo político de mediocridad, trampas y mentiras, donde la  ignorancia, el engaño y la perversión argumental, se están convirtiendo en patrones universales de conducta para conseguir objetivos inalcanzables por vía de la honradez y el talento.

Si la Condesa consorte de Murillo y Grande de España afirma sinceramente que  las 20 horas de trabajo de los profesores  son inferiores a las dedicadas por el resto de los madrileños a su oficio, pone en evidencia que pasó por el Ministerio de Educación sin romperlo ni mancharlo.

Pero cuesta trabajo creer que una señora tan lista, haya dirigido a los profesores durante tres años sin enterarse que las 20 horas lectivas, es decir, las que el docente pasa frente a los alumnos, sólo representa una parte del trabajo que éstos realizan, como queda rubricado en las 40 horas semanales que firman cada mes, dedicadas también a preparar clases, corregir pruebas, resolver problemas, elaborar programas, hacer adaptaciones curriculares, asistir a reuniones, diseñar experimentos, confeccionar resúmenes, realizar esquemas, atender a padres, etc.

Actividades a las que se pueden añadir otras complementarias nada desdeñables como soportar el desprecio de autoridades públicas, resistir insultos e insubordinaciones de los alumnos, aceptar el control de incompetentes inspectores, resignarse ante la critica social por unos periodos vacacionales nada comparables a los que disfrutan los funcionarios de prisiones o los controladores aéreos, vivir la esclavitud horaria de las clases y aguantar a treinta hijos que no soportan sus padres.

Las declaraciones de la susodicha regente obligan a pensar en una premeditada y burda manipulación de la realidad docente que es preciso denunciar ante los lectores de este blog. La ignorancia y el descaro de esta técnica en Información y Turismo llega a extremos insultantes, obligándonos a decir en voz alta el esfuerzo intelectual, psicológico y social que representan los periodos lectivos, en nada comparable con el exigido en otros profesiones.

Ha de saber la Condesa que en cada hora de clase los profesores han de trabajar la motivación de los alumnos, detectar los preconceptos, provocar el conflicto cognitivo, modificar sus ideas previas y consolidar los nuevos conceptos. Por otro lado, deben que explicar con claridad, promover la participación, atender a los rezagados, evitar la decepción de los aventajados, responder a preguntas, mantener la atención, preguntar oportunamente, poner notas, hacer puntualizaciones, insistir en las ideas importantes, reforzar los matices, anotar las ausencias, resumir lo explicado, controlar el ritmo, ajustar el tiempo, facilitar materiales y revisar la tarea individual.

Por si esto fuera poco, tienen que controlar el volumen de voz para que se sitúe entre lo inaudible y lo que aturde. Si son monótonos en la exposición, se dormirán los alumnos, pero si las variaciones de su voz son excesivas, algunos se perderán. El vocabulario ha de ser rico y adecuado. Han de tener buena dicción, evitar las muletillas, adecuar las pausas, hacer los cortes cuando proceda y relajar la clase en el momento oportuno.

Si sus gestos son moderados pueden resultar inexpresivos, pero si los exageran hacen el ridículo. Si el ritmo es rápido pierden a los alumnos menos aventajados, pero si es lento se les van los del extremo contrario. Si les ven desganados no lograrán la motivación adecuada, pero si están permanentemente entusiasmados acabarán con un mote popular. Han de manifestar su sentido del humor a tiempo porque de lo contrario las risas que intentan provocar tendrán un origen diferente al que pretenden. Si suscitan poco la participación algunos alumnos se desconectan, pero si la promueven demasiado corren el riesgo de romper la clase por el eje. Deben presentarse ante los alumnos relajados y tranquilos, aunque acaben de salir de un conflicto dos segundos antes, o lleven sobre su espalda un grave problema personal.

Además, han de ser ser imaginativos para las soluciones. Creativos en las aclaraciones. Equilibrados en las apreciaciones. Justos en las valoraciones. Mediadores en los conflictos. Dialogantes ante los problemas. Autocríticos con la tarea. Comprometidos con sus ideas. Moderados en las expresiones.

¿Le parece poco, Condesa? Pues hay más. Dado que se trata de educar a los alumnos y de provocar conductas deseables para la sociedad en la que van a integrarse, los profesores han de esforzarse, y esforzarse mucho, – algunas veces hasta la santidad -, por ser respetuosos con el descarado; tolerantes con el desobediente; educados con el descortés; comprensivos con el hablador; amables con el impertinente; críticos con el soberbio; pacientes con el despistado; flexibles con el intolerante; despiertos con el adulador; ágiles con el pícaro;…. y simpáticos con todos.

Venga presidenta, déjese en paz de provocaciones y no juegue con el colectivo responsable de instruir a los futuros dirigentes sociales, para que de las aulas no salgan ciudadanos como los que ahora nos gobiernan.