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Etiqueta: marxistas

A MÍ, QUE ME REGISTREN

A MÍ, QUE ME REGISTREN

Echar la culpa a otros gusta más a los conservadores que el chocolate con churros a los párrocos en casa de los ricos feligreses a media tarde.

En un tiempo pasado, achacaban las desgracias patrias a una conjunción de judíos, masones y marxistas, dando como probado y propagado por los ideólogos del régimen, que el franquismo era víctima inocente de la guerra civil, de las cartillas de racionamiento y de la emigración masiva de españoles.

Con la llegada a la pseudocracia fue la CIA culpable de algunos de nuestros males, al parecer por meterse a desarreglar entuertos donde nadie la había llamado.

Más adelante, los males sufridos en el país eran debidos a la herencia de corrupción felipista cedida por el gobierno del cambio rosado. Por cierto, todavía estamos esperando algunos cambios prometidos por ellos, después de 22 años de gobierno socialista.

En la actualidad, los culpables de todos los males que exoneran de responsabilidad a los conservadores, son múltiples y variados. De una parte está el legado de Zapatero, receptor de todos los dardos habidos y por haber, siendo responsable también de las últimas lluvias y de que se le cayera el bolígrafo a mi pescadera. También la insolidaridad de los funcionarios, ha llevado al gobierno a su demonización. Y, por último, en un alarde de paroxismo, el señor Montoro culpaba el otro día de la situación que padecemos a la UniónEuropea, por no hacer lo que debía hacer.

No obstante, parece claro que la realidad es bien distinta, pues en todo lo que ahora está sucediendo tienen bastante culpa el propio Gobierno que dispara responsabilidades a todo lo que se mueve, estimulado por la incompetencia y sumisión de sus miembros, que han optado por la vía fácil de la obediencia debida, sin pensar mucho en las consecuencia de sus decisiones.

….ISTAS

….ISTAS

Existe un sufijo añadido a la raíz de adjetivos que expresa inclinación hacia el concepto señalado por la palabra raíz. De esta forma tenemos deport-istas, que viven para el deporte; tur-istas, que buscan amaneceres tras las fronteras; ecolog-istas, amantes de la naturaleza; ilusionistas, estilistas, humanistas… Y junto a ellos, periodistas moralmente sanos y otros éticamente enfermos; columnistas que aparentan saber de todo, aunque todo lo ignoren; progresistas ocupados, en su progreso; catequistas intentando catequizar lo incatequizable.

Marxistas despistados; sofistas de micrófono, púlpito y tribuna; pacifistas de escenario; abortistas exaltados; machistas medievales; descerebrados camorristas; provocadores belicistas; consumistas ingenuos; diputados transfuguistas; prestamistas a la caza del ignorante; capitalistas sin escrúpulos intentando regates con aficionados sindicalistas  ocasionales; pacíficos laicistas; beligerantes fundamentalistas; y toda la serie de oportunistas, chantajistas y estraperlistas.

Pero déjenme prevenirles contra el grupo de “istas” que anteponen a esta desinencia el apócope nominal de su padrino, es decir, de quien va a tirar de ellos para compartir poder, dinero, corrupción, engaños, trampas, fraudes, mentiras y …. banquetes, palcos, honores, privilegios, portadas, reverencias, servidumbre y otras cosas con las que ellos decoran su becerro.

Hablo de quienes dejan a un lado las ideas y la dignidad personal, para seguir al ídolo de barro que va a ponerles comida en el pesebre, y corren tras él como los perrillos detrás del hueso que les arroja su amo. Me refiero a los aznaristas, guerristas, juancarlistas, rajoistas, rubalcabistas y tantos otros de cuyos nombres tampoco vale la pena acordarse, palmeros del jefe que esperan meter la cuchara en la tarta a la primera de cambio.

Y no creáis que este grupo de istas es pequeño. Son miles, pero todos vulgares. Procaces arribistas capaces de quitarle un caramelo a un huérfano. Y que nadie piense que exagero porque los he visto muchas veces pasar la guadaña a medio metro del suelo con intención de decapitar a los que no se agachen a tiempo. Su falta de pensamiento propio hace que pasen sin dejar huella. Incluso algunos pierden su identidad porque el fulanismo envuelve la más profunda indiferencia cuando las urnas funden las líneas telefónicas.