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POR EL CAMBIO

POR EL CAMBIO

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Los profetas de la catástrofe de «huno» y «hotro» bando pretenden llevarnos a temerosos cuentos infantiles, cuando el “hombre del saco” amenazaba con llevarnos no se sabe donde, y el aviso “¡que viene el lobo!” nos prevenía contra la llegada del maligno dominador de la voluntad popular, cuando la democracia estaba ausente de la piel de toro.

Salen los brujos azules y rojos del escondite, anunciando males y desdichas si ganan otros, pretendiendo inocularnos temerosas supersticiones que existen solo en sus mentes, haciéndolo con exhibicionismo mediático, sobrada imprudencia, notoria altanería y escasa lucidez en sus augurios.

Estad tranquilos ante las predicciones catastrofistas de tales hechiceros, cuando vaticinan tragedias colectivas por cometer la irresponsable frivolidad de botar a los veteranos salvadores de la patria, votando a quienes nunca tuvieron oportunidad de guiarnos y redimirnos de la corrupción, sean estos hipotéticos salvadores del color político que sean.

No creáis que ese voto por el cambio nos pondrá al borde del precipicio a punto de caer despeñados, porque ya lo hicieron la mayoría de españoles en 1982 sin contaminarse con el gen del suicidio colectivo que les llevara a la locura de la autoinmolación y el exterminio, invocando a los cuatro jinetes de la Apocalipsis con sus votos.

Confiad en que la voluntad popular de poner el país en nuevas manos nos alejará del hundimiento tectónico y el fin del mundo predicho por los agoreros, porque los nuevos representantes – sean estos cuales fueren – no serán diabólicos ángeles exterminadores, precursores de la inmediata extinción de la vida humana, sino personas que merecen una oportunidad, porque no siempre lo malo conocido fue mejor que lo bueno por conocer.

MATANZA DE GATOS

MATANZA DE GATOS

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El periodo comprendido entre la caída del Imperio Romano y el descubrimiento de América fue el más tenebroso de la historia humana, caracterizado por persecuciones, matanzas, guerras y condenas, bajo el dominio de la cruel y siniestra Inquisición, de cuyas fechorías no se salvaron ni los gatos.

Estos felinos fueron acusados de ser desleales, falsos, diabólicos y cómplices de las brujas, que debían ser exterminados por su relación con el maligno, de las formas más espantosas, como decapitación, apaleamiento, desuello, lapidación, despellejamiento, descuartizamiento o aplastamiento.

Estas atrocidades se mezclaban con otras más elocuentes, como hogueras donde los gatos eran quemados vivos; con ollas, donde eran hervidos en aceite; con iglesias, desde cuyas espadañas eran arrojados contra el suelo; o con casas, donde eran emparedados vivos para ahuyentar los malos espíritus.

La superstición rural llevó a los campesinos a incinerar gatos para fertilizar el campo, arrojando sus cenizas sobre la tierra cultivada, al tiempo que aseguraban  la fecundidad de los animales que pisaran las cenizas, siendo acusadas de herejes, expropiadas y torturadas, las personas que tuvieran felinos.

Pero los inquisidores no repararon en las consecuencias de la aniquilación, pues el exterminio de los gatos provocó una proliferación incontrolada de ratas de tal calibre que se llevó por delante a treinta millones de personas, con motivo de la peste negra transmitida por tales roedores.