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MAGISTRAL MAGISTERIO DEL MAGISTRADO MARCHENA

MAGISTRAL MAGISTERIO DEL MAGISTRADO MARCHENA

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Concluida vista oral del juicio a los políticos catalanes encarcelados por su intento secesionista, es momento de hacer balance del mismo, comenzando por rechazar el apellido con que se ha calificado el litigio pues no se ha juzgado ningún “procés-proceso” político independentista, sino a personas políticas que cometieron actos delictivos en un esperpéntico ensayo separatista, que concluyó en desbandada, deserciones, silencio y decepción de los abducidos.

Por encima de todo lo acontecido durante el juicio, nos queda el estimulante recuerdo de un jurista excepcional, soberbio magistrado y modélico presidente, con talento singular para ofrecer al mundo la imagen de una justicia española muy diferente a la que ha ido en los últimos años dando tumbos por despachos políticos, tribunales internacionales, medios de comunicación y mentideros públicos.

Nunca una sentencia judicial estuvo tan legitimada antes de ser emitida como la esperada para los presuntos delincuentes juzgados por el más alto tribunal de nuestro país, pues nadie duda de su licitud y conformidad con las leyes de nuestro ordenamiento jurídico, ello gracias a la independencia política, erudición penal, conocimiento procesal, honradez mental, paciencia beatífica, estoica tolerancia y respetuosa actitud demostrada por el presidente Marchena.

Merecida confianza otorgada a quien ha demostrado serenidad infinita con acusados, testigos y defensas Singulares reflejos mentales para sortear con agudeza los regates, cepos, ratoneras y celadas que los abogados defensores le han puesto en el camino a la verdad. Tenemos certidumbre en el veredicto de un tribunal presidido por quien ha demostrado sobrada sabiduría jurídica para argumentar legalmente sus requerimientos sin posibilidad de réplica. Credibilidad en un magistrado respetuoso, que ha sabido conjugar la exigencia procesal con el amable razonamiento; armonizar la capacidad de diálogo con el límite impuesto por la frontera legal; conciliar tolerancia y rigor; y acomodar las normas procesales a lo más oportuno en cada momento.

Demos las gracias al magistrado Manuel Marchena por devolvernos la confianza en la justicia, aunque un buen abogado amigo dice que no todos los jueces son “marchenas”. Gracias por su talla profesional dignificadora de las togas judiciales que otros colegas han degradado. Y gracias por su lección pública televisada de cómo presidir un tribunal de justicia.

Proponemos por ello que se difundan los vídeos de sus intervenciones en cursos de Jueces, Facultades de Derecho, Escuelas de Prácticas Jurídicas, Colegios de abogados, despachos políticos y tribunales judiciales, para que magistrados, jueces y juristas sigan sus pasos en futuros los tribunales de justicia.

Hoy lamentamos que la sucia maniobra política urdida en su día por corruptas manos de Génova y/o de Ferraz, le hiciera presentar la dimisión voluntaria a la presidencia del Consejo General del Poder Judicial, sin darle tiempo a calentar el sillón, porque hubiéramos tenido un gran jurista a la cabeza de la mayor institución judicial del Estado. Pero el Ayuntamiento de Las Palmas donde nació tiene la oportunidad de hacerle hijo predilecto y dar el nombre de “Juez Marchena” a una calle de su municipio.

JUECES GARANTES DE FUTURO

JUECES GARANTES DE FUTURO

El magistrado de la Audiencia Provincial de Barcelona, Santiago Vidal,  declara que sólo el 10% de los togados y acusadores públicos pertenecen a las asociaciones Jueces para la Democracia y Unión Progresista de Fiscales, formando parte la gran mayoría de ellos del grupo conservador de la judicatura y la fiscalía, haciendo pensar a muchos que la ideología de magistrados y fiscales condiciona acusaciones y sentencias.

Si a esto añadimos que una tercera parte de los jueces pertenece al Opus Dei, las dudas se confirman cuando uno de estos magistrados tiene que juzgar cuestiones relacionadas con la homosexualidad, el aborto o el divorcio, por citar tres ejemplos entre los muchos que afectan a creencias religiosas o ideología política de los enjuiciadores.

Tal vez, esta circunstancia explique algunas sentencias que sorprenden a todos, incomprensibles prescripciones de delitos y apelaciones eternas sin resolver, que provocan el descontento popular con este colectivo, como refleja el Centro de Investigaciones Sociológicas al declarar que los jueces forman el colectivo peor valorado por la opinión pública, después de los políticos.

El magistrado Vidal reconoce que tal demérito se lo han ganado los jueces a pulso por méritos propios, pidiendo a sus colegas un ejercicio de autocrítica, porque bajo el axioma de la imparcialidad han confundido independencia con autismo, viviendo en una burbuja sin contacto con la ciudadanía para evitar contaminaciones.

Todos los ciudadanos suscribimos las propuestas de don Santiago, sin discusión ni reserva alguna: 1ª: Que los jueces bajen del limbo en el que viven; 2ª: Prohibir a los bancos con déficit repartir dividendos entre sus accionistas; 3ª: Boicotear a las entidades que practiquen desahucios sin comprobar el contrato del hipotecado; 4ª: Regularizar la eutanasia; y 5ª. Exigir a la UE la unificación de sus sistema fiscal, bancario y financiero.

Si todos los jueces pensaran de esta manera; si actuaran contra la corrupción como esperan los ciudadanos que actúen; si se despojaran de ideologías políticas; si aparcaran  creencias religiosas; si la autocrítica formara parte de su doctrina; si su independencia no estuviera contaminada; y si pincharan la burbuja en que viven, incardinándose con el pueblo, tendríamos garantizado el futuro.

RATEROS RATO S.L.

RATEROS RATO S.L.

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La valentía ejemplar exhibida por el magistrado Andreu puede jugarle una mala pasada si se despista en su pretensión de sentar en el banquillo a una persona tan honrada como don Rodrigo Rato, si hacemos caso al sabio refranero español  cuando nos advierte que “quien a los suyos se parece, honra merece”, y Rato se parece mucho, pero que mucho, a los suyos, es decir, a los rateros que le precedieron en la dinastía que él ahora encabeza.

Si parecerse a padre, hermano y tío es garantía de honradez, Rato es muy honrado,  porque es difícil encontrar mayor aval de esa virtud que el mostrado por Rodrigo en la imitación de los gloriosos y honestos comportamientos de sus familiares más cercanos. Por eso el juez don Fernando debe andarse con cuidado en sus actuaciones, pues en el Auto llama a declarar como imputado a una persona muy honrada, según el refranero.

Sí, porque el millonario padre-patrón de Rato, es decir, Ramón, fue condenado en 1967 por el Juzgado Especial de Delitos Monetarios, a tres años de cárcel en Carabanchel y dos multas de 176 millones de pesetas por evadir dinero y quebrar dos bancos. ¡Qué perla de hombre!  Y después, su hermano Ramón y su tío Faustino también fueron condenados a dos años de prisión y 44 millones de pesetas de multa. ¡De casta le viene al galgo!

A nadie extraña el empeño social en desacreditar al ratero que en tiempos de bonanza económica mundial estuvo al frente de los euros públicos. Muchos  recuerdan su salida por la puerta de atrás del FMI. Y todos condenamos su gran mentira con las cuentas de la “primera banca española”, mientras tocaba la campanilla en la Bolsa.

Pobre hombre y pobres aplauseros populares que ahora se esconden fingiendo no conocer al falso hombre milagro, mito de cartón en época de prosperidad.

Del tío-abuelo, la criada-monja, la hija robada y otras pequeñas cosas, ya hablaremos porque tenemos saga de Rodrigo para rato.

ANULACIÓN DE SENTENCIA

ANULACIÓN DE SENTENCIA

He leído con atención el texto manuscrito de 16 folios correspondiente al acta del jurado en el que se declara inocente a Francisco Camps por cinco votos contra cuatro y he quedado estupefacto con la lectura del escrito.

La escritura iletrada, la torpe caligrafía, la carencia de horizontalidad en los renglones, la dispersión de signos de puntuación, la defectuosa redacción, la ofuscación conceptual y las faltas de ortografía, evidencian un analfabetismo en los nueve miembros que firman el escrito, digna de formar parte del libro Guinness de records anticulturales.

Espantado ante lo que terminaba de leer me fui directo a la Ley del Tribunal del Jurado para informarme de los requisitos exigidos a los miembros y la forma de nombrarlos, comprobando en su Art. 2 .1 que el jurado se compone de nueve miembros y un Magistrado integrante de la Audiencia Provincial, que lo presidirá. Y su Art. 8 informa que para ser jurado se necesita, entre otras cosas, saber leer y escribir.

Bien, pues dos reflexiones:

1ª. Pedir sanción para el Magistrado presidente del Jurado por permitir que semejante bazofia literaria saliera de la reunión.

2ª. Anular la sentencia porque los miembros del jurado no cumplían el requisito de saber leer y escribir.

Pasan de 40 las faltas de ortografía. Los signos de puntuación se han tirado sobre el texto desde la ventana de la ignorancia. La redacción sonroja a los ornitorrincos. Las frases patean la gramática. Y los conceptos han puesto vertical el horizonte.

En mi larguísima vida de profesor jamás vi cosa igual, ni tanto me he horrorizado. Un profundo escalofrío ha recorrido mi médula espinal al pensar que el destino de muchas personas puede depender de nueve analfabetos funcionales apoyados por un tribunal que acepta gustosamente un acta cuyo destino es el estercolero y la anulación del juicio por incumplimiento de los requisitos exigidos a los miembros del jurado.

SARCASMO JUDICIAL

SARCASMO JUDICIAL

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No encuentro mejor palabra que sarcasmo para definir la situación que está pasando el juez Baltasar Garzón con los procesos judiciales en curso, que pueden otorgarle el detestable honor de ser el primer condenado por el caso Gürtel y la última víctima del franquismo. Tiene gracia.

Podrá parecer bien o mal el juego político seguido por el magistrado subiéndose al segundo peldaño de la escalinata socialista. Desagradará a muchos su protagonismo y afán de notoriedad.  Celará su estrellato a otros. Molestará la prepotencia de sus gestos aunque él se declare tímido enfermizo. Vale. Pero acusar al juez Garzón de prevaricación, es decir, de dictar a sabiendas una resolución injusta, me parece un sarcasmo.

Puedo aceptar incluso que se equivocara en su trabajo y mereciera una amonestación o la anulación de sus actuaciones por parte del CGPJ, pero acusarle de prevaricación me parece una burla sangrienta a la justicia, a la ley, a toda la escala judicial, a la población y al propio magistrado.

La mordacidad con que se está maltratando de palabra, obra y omisión a este asesor del Tribunal Penal Internacional, Consultor de la OEA y miembro del Comité de Prevención de la Tortura del Consejo de Europa, desconcierta incluso a los amigos hispanófilos de diferentes nacionalidades, que me preguntan por el caso, diciéndome que no entienden nada.

¿Cómo explicarles las acusaciones a un juez por ordenar escuchas telefónicas entre abogados y encausados en el putrefacto caso Gürtel argumentando que  laminaba el derecho de defensa, cuando se pretendía evitar el blanqueo de 20 millones de euros, que el propio fiscal aprueba pidiendo la absolución del acusado?

¿Cómo explicarles que está siendo enjuiciado el magistrado Garzón por pretender esclarecer el origen y causas de las muertes habidas durante la  guerra civil y el posterior franquismo, calificando el fiscal de insólito el procesamiento, pidiendo la anulación del juicio y la absolución inmediata del encausado?

¿Cómo explicarles que el juez Garzón puede ser condenado por archivar una causa a partir del informe previo positivo del fiscal y la confirmación posterior de la Sala Penal de la Audiencia?

¿Cómo explicarle a estos amigos la corrosiva persecución político-judicial que está sufriendo el primer luchador contra el narcotráfico, el liquidador de los GAL, la mano de hierro con el terrorismo y el acusador de varios criminales contra la Humanidad?

¿Cómo explicarles que quien fue diputado nacional, delegado del Gobierno en el Plan Nacional sobre Drogas, Doctor Honoris Causa por veintiuna universidades, y ganador de los premios Christa Leem, Luis Tilve, Brigada Abraham Lincoln, Fundación Puffin, Azucena Villaflor, Valores, Pozo Fortuna, etc., sea un chorizo que burla la justicia y actúa al margen de ella?

¿Cómo explicar a los amigos extranjeros el sabor acre que todo lo que está sucediéndole al juez Garzón me deja en el paladar, viendo rodar por tierra treinta años de impecable carrera judicial y de compromiso con la justicia, simplemente porque los negros tentáculos de la política llegan hasta las togas judiciales ennegreciendo sus puñetas?

¿Cómo evitar esta degradación del Estado democrático, el hachazo a la independencia del poder judicial y el espantoso ridículo mundial que estamos haciendo, si hubiera bastado con anular las pruebas recogidas en las grabaciones o evitar el juicio oral como tantas veces han hecho las autoridades judiciales del Supremo?

«ES DE LA MONCLOA»

«ES DE LA MONCLOA»

Se celebraba la mañana de ayer el ¿juicio? contra el magistrado Baltasar Garzón, cuando sonó el teléfono móvil de un ¡miembro del tribunal!, comentando el presidente don Joaquín Giménez a micrófono abierto a su compañero: “Es de la Moncloa”. Hizo luego un aspaviento de sorpresa y apagó el micrófono entre carcajadas. Bien por el magistrado.

Mal, quiero decir. No, mal no, muy mal, porque no es de recibo acudir con el teléfono abierto a un tribunal, cuando está prohibido hacerlo en salas de cine y conciertos, donde los timbrazos son motivo de amonestación al propietario del aparato. Por eso desconcierta nuestro sentido común que se permitan impunemente musiquillas durante la vista de un juicio, salvo que éste sea un acto frívolo, teatral o patéticamente cómico. ¿Lo es?

Muy mal, porque las risas del magistrado presidente ofenden al acusado, comprometen a los otros miembros del tribunal, incomodan a los abogados, enojan a los periodistas y mortifican al pueblo que no entiende ciertas cosas que pasan en la justicia, aunque no pueda decirse que ésta es un cachondeo porque se acaba a la sombra con el pijama a rayas sobre la piel.

 Muy mal, porque si es verdad que desde la Moncloa se llama directamente a un miembro del tribunal que está juzgando a quien hizo temblar los cimientos de Génova cuando el jefe supremo ocupaba la séptima planta, no estaríamos hablando de una democracia bananera, sino de un estercolero nacional en estado de putrefacción.

Y muy mal, porque si se trata de una broma del presidente Giménez en pleno juicio, es que este señor tiene poco juicio y carece de capacidad para juzgar siquiera la calidad de los chistes más burdos y groseros que pueda imaginar la mente de un desquiciado.

Humor del malo, si así fuera. Humor rancio, acre, con sabor a naftalina. Humor tan inoportuno como los chistes en un velatorio. Humor que merece la reprobación inmediata del Consejo General del Poder Judicial, si todavía le quedan fuerzas para enmendar el linchamiento jocoso a que está siendo sometido un juez que merece mayor respeto.

No cabe duda que las togas judiciales dan poder, mucho poder; pero poca, muy poca sabiduría.