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RODRÍGUEZ, EL BIEN COMIDO

RODRÍGUEZ, EL BIEN COMIDO

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Dice el Consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid que está dispuesto a dimitir, porque a la política ya llegó comido y no la necesita para vivir, aunque no explica por qué lleva 31 años acomodando sus hermosas posaderas en diferentes sillones políticos recibiendo dinero de los contribuyentes, mientras llama mentirosa a la pobre sanitaria que se debate entre la vida y la muerte, culpándola de su desgracia.

¡Qué desvergüenza, Dios! Qué prepotencia, qué falta de autocrítica, qué forma de insultar a la paciente, qué insulto más descarado a los ciudadanos y ciudadanas que llevamos años soportando mentiras, abusos y faltas de respeto por parte de algunos dirigentes populares, sin que semejantes actitudes se vean reflejadas en las encuestas de opinión.

Tiene razón don Francisco Javier Rodríguez Rodríguez al decir que no se necesita hacer un máster para aprender a ponerse el traje sanitario de protección contra el maldito virus del ébola, pretendiendo con ello descalificar a los especialistas que han considerado insuficiente el tiempo dedicado a la formación para realizar esa tarea.

Pero olvida decir que para ser el máximo responsable sanitario de una comunidad sí se necesita hacer un máster en respeto ciudadano, tener el doctorado en autocrítica, haber hecho un curso acelerado de sentido común, ser licenciado en humildad, tener la diplomatura en responsabilidad social y acreditar un nivel mínimo de sensibilidad humana.

Sorprende que un facultativo expedientado en los años noventa por su mala gestión del servicio de urgencias en un hospital de Madrid, sea nombrado años después máximo responsables de los servicios sanitarios de la comunidad madrileña.

PEPE BOTELLA

PEPE BOTELLA

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La reciente abdicación del rey, pone en manos de su hijo y de una periodista la corona de España, recordando que con parecidos méritos para llevarla fue coronado Pepe Botella un día como hoy de 1808 rey de los españoles, en la ciudad de Bayona.

El parecido entre ambos monarcas es que los dos recibieron envenenada herencia de sus padrinos, porque Napoleón puso en manos de su hermano una patata caliente que terminó chamuscándolo y Juan Carlos I “El Afortunado” ha puesto a su hijo frente a un país ya maduro, que se republicaniza con la esperanza de que el bisnieto acabe como su bisabuelo.

José Bonaparte fue consciente que iba a reinar en un país con millones de personas opuestas a su reinado, hispanoparlantes y rebeldes que no facilitarían su labor. Pero no sabemos si el borbónico Felipe VI sabe las dificultades que va a encontrase con un país en crisis, indignado, desencantado y harto de una corrupción que ha salpicado a su propia Casa.

La invasión napoleónica cogió despistados a los españoles, ocupados y preocupados por embrollos reales borbónicos, debido a enfrentamientos entre Carlos IV y su hijo, el felonazo Fernando VII que le robó la corona a su padre, obligándole Napoleón a devolvérsela, para comprándosela este después por treinta millones de reales y un palacio.

Carlos IV salió corriendo, Fernando VII apresado en Francia y José Bonaparte proclamado rey en Bayona, donde formó su primer gobierno antes de instalarse en Madrid, abrazado por los afrancesados, pero insultado por el pueblo que le hizo pasar a la historia como Pepe Botella, aunque fuera abstemio. Todo fue porque en su viaje a Madrid robaron en Calahorra el vino de la comitiva real, decidiendo el monarca decomisar todo el vino de la comarca.

¿ CULTURA O TORTURA ?

¿ CULTURA O TORTURA ?

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aHoy comienza en Madrid la feria taurina más taurina de todas las fiestas taurinas, que se alargará durante ¡31 días!, hasta el domingo 8 de junio con los “miuras”, dando pie a este antitaurino para desahogarse con los amigos que se acercan a este blog, sabiendo que muchos de ellos son grandes aficionados y  defensores de esta fiesta, que no sé por qué se llama nacional.

En el rancio debate sobre la “fiesta nacional” que los interesados y aficionados califican de cultura, y el resto de ciudadanos como tortura, me uno al segundo grupo tras permanecer durante mis juveniles años en el primero de ellos, comprometido con un festejo que ahora se me antoja degollina.

Torear es el esfuerzo baldío de toreros, con capotes, banderillas, muletas y estoques, por embellecer la matanza pública de un hermoso animal nacido para el sacrificio en plaza pública, ante ciudadanos enardecidos por la lucha desigual que libran sobre el albero, toros y toreros.

Orgía festiva en la que participan dos especies animales con parecido instinto y diferente racionalidad, – para deleite de seres humanos supuestamente racionales -, con quiebros y engaños mortales para la víctima, que es arrastrada, tras la matanza, al desolladero por mansos cuadrúpedos.

Lidiar al toro es prepararlo para la muerte cierta, debilitándolo lentamente con progresivos castigos y burlas disfrazadas de colores, hasta completar el rito ancestral de la carnicería con un estoconazo, entre júbilo colectivo, pasodobles y flamear de pañuelos en los tendidos pidiendo desorejar al toro para entregar los apéndices como trofeo al enlucido matarife.

Es el torero, mitológico supermán de pacotilla, sin cualidades sobrehumanas ni poderes excepcionales, que pone sus testículos sobre los aficionados cuando sale triunfante a hombros de la plaza, simbolizando el éxito ante quienes llevan a cuestas su fracaso anacrónico, desfigurado, sangriento y cruel.

El animal sacrificado es un tótem mitológico que la tribu de ganaderos y toreros exhibe como protección de sus intereses ante los aficionados que alimentan con palmas, “olés” y gritos un espectáculo que se hace basura en los despachos, enjaules y chiqueros, antes de oscurecer con sus trajes de luces la podredumbre de “sobres”, manipulaciones, “afeitados” y drogas a los astados, antes del festejo, como denuncian las plataformas antitaurinas

Más que arte hay “harte”; más que silencio, hartura; y más que cultura, tortura. Espectá-culo donde el toro agoniza paulatinamente en los veinte minutos de lidia, impidiéndome callar entre la indiferente mayoría que se niega a participar en la verbena enrojecida que solo beneficia a una selecta minoría.

DESTIERRO DE UNAMUNO

DESTIERRO DE UNAMUNO

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Los artículos de Unamuno contra el Rey y el Directorio militar, provocaron que un día como hoy del año 1924, Alfonso XIII y el general Primo de Rivera decretaran su destierro en la Gaceta de Madrid: “Acordado por el Directorio Militar el destierro a Fuerteventura de D. Miguel de Unamuno y Jugo, S.M. el Rey (q.D.g.) se ha servido disponer: 1º. Que el referido señor cese en los cargos de Vicerrector de la Universidad de Salamanca y Decano de la Facultad de Filosofía y Letras de la misma; y 2º. Que quede suspenso de empleo y sueldo en el de Catedrático de la expresada Universidad”.

Unamuno tuvo noticia oficial del destierro el día anterior a las ocho y veinticinco de la noche, cuando se presentó en su casa de Bordadores el comisario de policía con la orden del coronel gobernador civil, cumpliendo la instrucción recibida del Directorio que le condenaba, dándose el maestro por enterado.

Se le dio un plazo de 24 horas para abandonar Salamanca, optando Unamuno por salir el jueves día 21 hacia Madrid en el tren de las dos de la tarde, como primera etapa de su viaje a la isla, después de dar sus clases por la mañana con toda normalidad, despidiéndose luego de alumnos y profesores.

Llegó a la estación del ferrocarril acompañado de su familia y amigos íntimos, encontrándose en el andén con multitud de gente que fue a despedirlo vitoreándole durante los veinte minutos que tardó en salir el tren, a pesar de la nevada que caía.

Cuando llegó la hora de partir, don Miguel besó a su mujer e hijos y subió a un coche de primera clase entre aplausos de la gente, pronunciando desde la ventanilla unas palabras de afecto y gratitud, exhortando a los presentes a que cultivaran la inteligencia, diciéndoles: “Volveré, no con mi libertad, que nada vale, sino con la vuestra”.

A continuación arrancó el tren, y la multitud agitó sus sombreros, correspondiendo Unamuno desde la ventanilla despidiendo emocionado a todos con su mano derecha, mientras los aplausos y vítores se perdían en el aire a medida que se alejaba el tren.

Los seis años de destierro fue el digno precio que pagó don Miguel por su inconformismo, crítica y rebeldía contra el poder, como testimonial ejemplo de compromiso intelectual, tan escaso hoy día entre nuestros hipotéticos pensadores, sabios y eruditos.

ABSOLUCIÓN A FRAY LUIS

ABSOLUCIÓN A FRAY LUIS

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Casi cinco años pasó Fray Luis de León en la cárcel vallisoletana de la Inquisición, sin apenas abrigo ni comida, sobreviviendo, ciego de luz, en la penumbra oscura del pequeño habitáculo donde pasaba los tenues días y las interminables noches, hasta ser absuelto el 7 de diciembre de 1576 por el Consejo de la Suprema Inquisición con sede en Madrid.

Pero no fueron los quebrantos físicos derivados del frío, las heridas y las enfermedades, la causa principal de sus abatimientos, crisis, pesadumbres y desánimos, sino la falta de comunicación, los silencios a sus preguntas, la angustia por el futuro de su vida, la decepción con ciertas personas, la frustración por el rechazo de toda iniciativa, la impotencia de no ser escuchado ni creído, la falta de verdad sobre los hechos que provocaron todo aquello y la incertidumbre ante el desenlace final.

Durante aquellos años, se prohibió al fraile asistir a misa, celebrar la eucaristía, confesar y confesarse, fundamental sostén de su vida religiosa, apenas mantenida por algunas horas de profunda meditación y larga oración, estando casi ciego, enfermo y con una debilidad que le impedía moverse y cambiar de postura en el camastro.

Era tal su deterioro físico y moral que pidió al tribunal la asistencia de un hermano agustino para que le cuidara y ayudara a bien morir, siéndole negado este favor en víspera de que la Suprema dictara la sentencia absolutoria:

En la Villa de Madrid a siete días del mes de diciembre de mil quinientos y setenta y seis años, habiendo visto los Señores del Consejo de S.M. de la Santa General Inquisición, el proceso del pleito criminal contra fray Luis de León, de la Orden de San Agustín, preso en las cárceles secretas del Santo Oficio de la Inquisición de Valladolid, mandan que el dicho fray Luis de León sea absuelto de la instancia de este juicio; pero que en la sala de la audiencia sea reprendido y advertido que de aquí en adelante mire cómo y adónde trata cosas y materias de la cualidad y peligro de las que de este proceso resultan, y tenga en ellas mucha moderación y prudencia, como conviene, para que cese todo escándalo y ocasión de errores; y que se recoja el cuaderno de los Cantares traducido en romance por el dicho fray Luis de León.

Cuando la sentencia llegó a Valladolid, los inquisidores que le habían condenado no tuvieron otra opción que acatar la absolución del Consejo de la Suprema, lo cual hicieron siguiendo el protocolo acostumbrado. Para ello se reunió la sala al completo y redactaron la sentencia definitiva en los siguientes términos:

Fallamos, atendiendo los autos y méritos de dicho proceso, que debemos absolver y absolvemos al dicho Maestro fray Luis de León de la instancia de este juicio con tal que en la sala de este Santo Oficio sea reprendido y advertido que de aquí en adelante mire cómo y adónde trata cosas y materias de la cualidad y peligro de las que de este proceso resultan, y tenga en ellas mucha moderación y prudencia, como conviene para que cese todo escándalo y ocasión de errores; y que se recoja el cuaderno de los Cantares traducido en romance por el dicho fray Luis de León. Y por esta nuestra sentencia definitiva juzgado, así lo pronunciamos y mandamos en estos escritos y por ellos

Fray Luis de León habló para todos diciendo: “¡Ay, amigos, cómo es luz la verdad y como habla por ella misma y por ella misma se defiende, y sube a lo alto y resplandece, y se pone en lugar seguro, libre de contradicción! ¿No veis con qué simples y breves palabras la verdad pura se concluye?”.

AGUSTÍN LARA

AGUSTÍN LARA

Lara

Llamado “músico poeta” y “flaco de oro”, el mexicano Agustín Lara vino a la tierra con el siglo y abandonó este mundo el viernes 6 de noviembre de 1970, tras pasar muchos años de su vida recordando ciudades españolas, bailando chotis por los arrabales y amando a muchas mujeres, aunque él nos dijera que solamente una vez 
amó en la vida, 
solamente una vez 
y nada más, porque 
una vez nada más 
en su huerto brillo la esperanza que alumbró el camino
 de su soledad.

Esa mujer amada fue María Félix, a quien rondó una noche triste que pasaba por su balcón hiriendo el alma, mientras la luna se quebraba sobre las tinieblas de su soledad para irse donde ella se fue, sufriendo por no saber con quién estaba y pregonando que la quería en una noche de ronda de las que hacen daño, dan pena y obligan a llorar.

Mientras trabajaba en cabarets, la corista Estrella le cruzó la cara con una cicatriz y fue testigo de fusilamientos policiales sin pruebas ni juicios que los justificaran, hasta encontrarse con el tenor Arvizu que dio vida a sus canciones, popularizando eternas coplas en el programa radiofónico “La hora íntima de Agustín Lara”.

Madrid le brindó la oportunidad de hacer a su chulona emperatriz de Lavapiés y bañarla con vinillo de jerez, mientras el general Franco le ponía una casa en Granada para agradecerle que su canto se hiciera gitano en esa tierra, ensangrentada en tardes de toros, donde las mujeres de sangre y sol, conservan el embrujo de los ojos moros.

Finalmente, un accidente que le destrozó la pelvis dio paso al derrame cerebral que se lo llevó a la Rotonda de las Personas Ilustres del Panteón de Dolores de la Ciudad de México, donde reposa tras pasar 71 años entre pentagramas, cabareteras, copas, toreros, humo y cantantes.

SEVERO OCHOA

SEVERO OCHOA

Unknown

Hoy, que la iglesia católica recuerda a todos los santos desconocidos, muertos en diferentes lugares y días del año, rendimos en esta bitácora honores a un sabio, santo y descreído, que se nos fue un día como hoy de 1993, dejándonos una estela de amor, honor, trabajo y sabiduría, perfumada con ética moralizante.

Los 88 años de vida transcurridos entre Luarca y Madrid estuvieron jalonados de aventura científica en el exilio y enamoramiento enloquecido de Carmen, con quien permanece hoy unido bajo una losa de mármol, con un lacónico epitafio dictado por él: «Aquí yacen Carmen y Severo Ochoa, unidos toda una vida por el amor y ahora eternamente vinculados por la muerte».

La incivil guerra española le obligó a emigrar a Alemania hasta que el partido nazi le dio un empujón al Reino Unido, y la Segunda Guerra Mundial lo puso rumbo a Estados Unidos, cruzando el océano Atlántico como puente colgante en la incertidumbre del futuro, para  afincarse en Estados Unidos, volcando su sabiduría, ilusión y trabajo en las aulas y laboratorios de la Universidad de Nueva York, donde se jubiló en 1975, regresando a España en 1985 con tiempo para publicar su último trabajo científico un año después.

Estremeció al mundo expresando su dolor por la muerte de Carmen, diciendo que si tuviera valor para el suicidio acabaría con su vida, pero decidió continuar entre nosotros para defender valores eternos que dignifican la condición humana, con la simpleza de una ética basada en hacer el bien sin dañar a nadie, moralizando su vida sin Dios.

Enemigo de la fiesta nacional y amante del Martini blanco con ginebra y limón, siempre defendió que la ciencia era la mayor fuente de riqueza de un país moderno, afirmando que España no tendría futuro mientras siguiera viviendo de prestado y de la investigación ajena, pues sólo el progreso y la tecnología eliminarían las injusticias sociales, vencerían el dolor, erradicarían el hambre y acabarían con la pobreza.