Navegando por
Etiqueta: lealtad

AMISTAD

AMISTAD

Unknown

La generosidad fraternal demostrada por mi juvenil yunta en el colpicio, me obliga a evocar recuerdos olvidados en áridos rincones de la memoria, verdecidos por la amistad eterna que guardo con Laureano y con todos los hermanos que hicieron posible la resurrección en el infierno irredimible de la orfandad.

No puede forzarse la amistad, ni surge del empecinamiento en lograrla, sino del riego que enraíza corazones en un mismo tronco, con ramas libres, independientes y autónomas, permitiendo el desarrollo del árbol en el silencio de la mutua permanencia, podando las hojas secas que entorpecen el crecimiento y coloreando esperanzas renovadas en la complacencia del encuentro.

No balbucea la amistad en sus primeros pasos palabras duraderas, ni hace gestos perdurables, ni nace con vocación de eternidad, aunque pueda sobrevolar por encima del espacio y del tiempo, manteniendo intacto el fuego en los naufragios y la luz en la noche oscura del olvido inesperado.

Tozuda, a veces, la amistad es siempre generosa; sacrificada, en la lucha compartida; inasequible al desaliento; ruidosa en los encuentros; sincera en las palabras; noble en los gestos; y de lealtad inquebrantable. Comprometida, rotunda, prudente, fiel, despierta, entregada y observadora.

Pero también es la amistad frágil a la traición, quejosa ante los caprichos, sensible a las mutaciones y escurridiza cuando la decepción toma cuerpo en su alma desprevenida, abriendo heridas incurables sobre la piel del espíritu, con hechos y aconteceres que suceden sin tener razón de ser ni justificación de existencia.

Es la amistad una forma de amor que no perturba, ni enajena, ni se apodera del huésped donde se aloja, que alcanza cota superior cuando la pasión le acompaña y se sublima al añadir descendencia compartida con la persona amada.

REGRESO

REGRESO

347views

2010-visitamos-el-infanta-125

Tras el reencuentro de ayer con la hermanada familia infanto-juvenil, hoy toca el regreso al hogar con el alma engrandecida, las fuerzas repuestas y el corazón satisfecho, a pesar de los puntos negros que enturbiaron el sentimiento, porque una ausencia desafortunada y cuatro dolencias indeseables, impidieron a cinco amigos acudir al encuentro fraternal que cada año un “ángel” nos propicia.

Escribo estos renglones tachando ya un día del calendario, con la esperanza de sobrevolar el tiempo para cumplir el anhelo de encontrarnos otra vez en la explanada de la “puerta principal”, recontándonos de nuevo inolvidables recuerdos de los años compartidos, cuando la vida nos dio injustamente la espalda, negándonos la oportunidad de recorrer protegidos la vida, desde la  inocencia de los primeros años.

Feliz día nutrido de esperanza con borrachera de abrazos, sonrisas y bromas en humilde fraternidad, donde se arrinconaron fajines, cuentas corrientes y poderes extramuros, para compartir vocaciones de amistad con amigos hermanados en el colpicio, haciendo posible el milagro de pervivencia con yuntas de pupitre y complaciéndonos todos en la felicidad del encuentro.

No hubo más sombras que las ausencias de quienes se vieron forzados a privarse del acompañamiento mutuo, porque los enredos de la vida impiden muchas veces complacer los deseos, el espacio se empeña en alargarse incluso en las distancias cortas, un mal virus logra su objetivo o el peso de la vida no permite el desplazamiento con su carga.

Pero como ningún lugar está lejos para quienes hacen de la amistad, doctrina; de la lealtad, deber; de las fotos, relicario; y del compañerismo, hermandad; con nosotros estuvieron también los ausentes compartiendo una jornada feliz, mientras allende las tapias la vida urbana permanecía ajena a nuestra dicha, sin ver el fuego de amistad que ascendía en llamaradas fraternales al cielo otoñal, alumbrado por almas gemelas.

¿OTRA SEÑORA, SEÑOR?

¿OTRA SEÑORA, SEÑOR?

De ser cierta la noticia que recogen los periódicos españoles procedente de La Stampa, Oggi Notizie, Point de Vue, Bild, etc., el señor tiene desde hace cuatro años una nueva señora de 46 años para consolar sus problemas inferiores y acompañarle en todas sus escapadas extraoficiales, incluida la última al cementerio de elefantes donde se ocultan cuernos y colmillos.

Esta nueva conquista del señor explica que la reina retrasara su regreso para dejar cicatrizar las heridas de las amputaciones sufridas en la frente, que le impedían entrar por la puerta del avión.

Esta nueva exhibición del más exaltado macho ibérico de la patria explica los ataques recibidos por frustrados ciudadanos envidiosos, que les gustaría tener sus atributos y capacidad de seducción.

Esta nueva aventura genital del anciano señor está siendo estudiada por los investigadores, que asombrados buscan una explicación a semejante furor testicular, sin precedentes en sus antecesores.

Esta nueva peripecia de entrepierna explica lo mal que lleva el señor las cuestiones de seso, debido a los excesos de sexo, que terminan por confundir la neurona que deambula por la cisura y hace eco en su cerebro.

Esta nueva hazaña sexual explica que el señor sea conocido en todo el mundo  como “el soberano más tombeur de femmes de Europa”, título que sería orgullo de quienes le cedieron los genes.

Esta nueva andanza señorial bien merece el esfuerzo de académicos para convencer a los herederos de Zorrilla que retiren el apellido Tenorio al relato de las correrías amorosas de don Juan.

Ahora sólo falta que la Señora, – así, con mayúsculas -, cuelgue en el perchero del pasado la profesionalidad que el señor le puso sobre los hombros, y  abandone el paripé. No sería extraño que después de una vida entre devaneos, amores ficticios, diques a rumores, paseos contra corriente, farsas protocolarias y contradicciones vitales derivadas de compromisos reales, la Señora dejara de pensar que pensaríamos los súbditos y se desmelenara y buscara el camino de la libertad y recuperara el respeto y encontrara un amor que compensara los privilegios reales, porque los niños ya están creciditos y aún queda tiempo para disfrutar una lealtad y fidelidad que no ha recibido.