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CALDERA SOCIAL

CALDERA SOCIAL

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Vivimos tiempos convulsos gobernados por mentiras institucionales, corruptelas impunes, palabras desorbitadas, insultos injustificados, desmedidos agravios y gestos histriónicos, donde los poderosos amordazan las voces críticas, criminalizan a los desahuciados, desprecian a los «preferentistas», detienen a los manifestantes, presionan a los jueces, descalifican a los médicos, condenan a los inmigrantes, abandonan a los enfermos dependientes, subestiman la justicia y postergan a los profesores.

Los amos del país rechazan las reivindicaciones del pueblo y no aceptan que los ciudadanos tengamos derecho a reclamar la devolución de todos los beneficios laborales, sanitarios, judiciales y educativos, conquistados tras largos y cruentos años de lucha, en los que pusimos mucha sangre, excesivo sudor y sobradas lágrimas.

Que nadie pretenda engañarnos con sofismas de tres al cuatro y falacias arrabaleras, porque en este país quienes han vivido por encima de sus posibilidades no han sido los ciudadanos de a pie, sino los estafadores del ladrillo, los explotadores empresariales, los especuladores financieros sin escrúpulos y los políticos cómplices de la ruina, que mantienen intactos sus privilegios.

La voz de un cura católico ha clamado en el desierto de una parroquia marginal, pidiendo la excomunión para todos ellos, mientras los prelados se ajustan las hebillas de los zapatos y levanta amenazante el báculo para dejarlo caer contra la grey católica que pretenda salirse del rebaño, mientras las mitras toman chocolate con churros en casa de los esquilmadores y mantiene en sus arcas la mayor riqueza imaginable.

Las caldera de Pedro Botero donde envían los capelos a los pecadores, se ha transformado en una caldera social, cuya explosión amenaza con ser superior a la de otras revoluciones populares, donde al pueblo no se le dio más alternativa que la lucha armada con hoces y horcas para defender la supervivencia que le habían robado los poderes políticos, aristocráticos y religiosos de la época.

PUEBLO TEMEROSO

PUEBLO TEMEROSO

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Los derechos sociales y laborales conquistados por el pueblo a lo largo de la historia, fueron consecuencia del miedo que los ciudadanos inyectaron en los poderosos con sus rebeldías y protestas. Es decir, los beneficios obtenidos no fueron concesiones espontáneas y gratuitas del poder, sino conquistas ciudadanas, ya que el éxito de las demandas tuvo su origen en el miedo de los acaudalados a las revoluciones populares.

Eso que fue, hoy ya no es, porque el mundo gira en sentido contrario al que rodó durante los años de lucha. La adormidera del incipiente estado del bienestar ha provocado un cambio de tendencia, trasladándose el miedo a la clase social menos favorecida, que huye con el rabo entre las piernas a través de la vía de agua abierta en la democracia por el poder financiero.

Ahora el miedo se ha instalado en la ciudadanía, paralizando sus extremidades con el temor al desempleo, al castigo y a la condena derivada de unas leyes amparadoras de patronos, que burlan antiguos derechos laborales conquistados con sangre, sudor y lágrimas, hace muchas décadas. Pero debemos saber que no hay cárceles en el país para encerrar a todos los rebeldes, si es el pueblo entero quien se subleva.

La poesía social duerme en las páginas de los libros como un eslabón perdido en la cadena reivindicativa. La canción protesta está afónica y sin auditorio. Los líderes sindicales se han amortiguado en la poltrona. Y la izquierda política mira su perforado ombligo para consolar la sordera que padece, al tener averiado el audífono social por falta de uso, impidiéndole oír los gritos del pueblo que están dejando sordos a los pingüinos de la Antártida.

En tales condiciones, la sociedad dormita esperando que el Santo Espíritu le envíe lenguas de fuego que remuevan las entrañas ciudadanas, haciendo comprender al pueblo que la unión de todos contra la tragedia es un arma invencible, porque no hay muro que detenga la fuerza de un pueblo unido en lucha contra la desgracia que sufre.

Los poderes que hace un siglo retrocedían ante el empuje del pueblo unido, hoy son ángeles exterminadores del bienestar, origen de la hambruna, causa del paro y motivo de muertes prematuras. El norte orienta los pasos del sur hacia el ocaso, sin permitirnos ver la luz que renace por el Este si unimos nuestras manos contra la injusticia social que destruye el estado del bienestar, pervierte la democracia y entierra la soberanía popular.