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IMPUESTOS

IMPUESTOS

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Coincide el periodo recaudatorio de Hacienda con la campaña electoral y van rodando de mitin en mitin las propuestas electorales recibiendo aplausos de los adictos a cada partido, criticándose los mitineros entre ellos, cruzando los dedos, consultando pitonisas y poniendo velas a San Judas Tadeo, -patrón de lo imposible-, para que las papeletas hagan el milagro de subirlos a la peana política que todos ambicionan.

En el subasteo de ofertas electorales que estamos viviendo desde todos los partidos políticos, no se oye a ninguno de ellos propone una subida de impuestos a los ciudadanos porque saben que tal propuesta les restaría las posibilidades de victoria, cuando debería suceder todo lo contrario.

Advierto que no soy un experto en economía, aunque me haya pasado la vida entre números y que por la macroeconomía voy más perdido que Marco en el día de la madre, lo cual no me impide dar mi opinión sobre los grandes números, aprovechando la oportunidad que me brinda las rebajas impositivas de los líderes políticos.

Voy directo: los que rechazamos el Estado de Beneficencia a favor del Estado del Bienestar, estamos a favor de subir los impuestos, pagando más el que más tiene. Por eso, cada vez que los políticos hablan de bajar los impuestos, me echo a temblar viendo caminos de carros por todo el territorio; quirófanos iluminados con carburo; braseros de cisco en los centros educativos; jubilados con el sombrero en la mano pidiendo por las esquinas; parados con los lacrimales secos; ciudades con candiles en las aceras; salas de parto en cobertizos abandonados; residencias de mayores entre alambradas; abrevaderos en las plazas municipales; fresqueras repartidas por todas las casas; y pozos donde recoger la nieve dispersos por la ciudad.

Bajar los impuestos es una mala propuesta para quienes no pueden acceder a selectos colegios privados, clínicas reservadas a las tarjetas platino, autopistas de peaje, residencias de lujo para la tercera edad, y ostentosas viviendas, porque estos servicios están reservados a quienes defienden insolidariamente aquello de: “sálvese quien pueda”.

La calidad de vida de la población depende de los servicios que el Estado ponga a disposición de los ciudadanos, sin obligar a los más débiles a buscar individualmente soluciones particulares a sus limitadas posibilidades económicas. Que ningún asalariado se deje engañar con milongueras rebajas impositivas, porque eso favorece a los más ricos.

El problema, malestar, aversión, desconfianza y oposición ciudadana a la subida de impuestos, es algo que debemos agradecer a los políticos por la corrupción institucional que cada día nos sorprende viendo a los estafadores esquilmando las huchas donde se guardan nuestros impuestos.

Asqueados estamos del incontenible despilfarro en gasto público con nuestros impuestos. Y hartos del mamoneo generalizado, de la mangancia, los privilegios y sueldos que disfrutan los administradores del dinero común, aportado con sudor y sacrificio por los demás.

FRAUDE FISCAL

FRAUDE FISCAL

pagar impuestos

En medio de la campaña de la renta que se cerrará en unos días, llega a nuestras manos el informe de Intermón Oxfam denunciando que las familias pagan 50 veces más impuestos que las grandes empresas, procediendo el grueso de la recaudación de la clase media y siendo las rentas más bajas quienes soportan la mayor presión fiscal.

Con estos datos no queda otra opción que señalar con el dedo al selecto puñado de privilegiados patrioteros que gozan impunemente del millonario fraude fiscal que practican, para desgracia de todos los demás.

Negar la bondad de los impuestos es tan necio como pagarlos para beneficiar a estafadores y despilfarradores, porque nada hay más equitativo, justo, racional y rentable para una comunidad, como pagar entre todos el personal, obras y servicios comunes que disfrutamos.

Por tanto, parece razonable pensar que nadie sensato, responsable y mínimamente solidario se negaría a pagar hasta el último céntimo de los impuestos que le corresponden en función de sus ingresos y patrimonio, aunque esto no suceda, sino todo lo contrario, porque hoy nadie paga gustoso los impuestos, sabedores del mal uso que se hace de ellos, de la poca vigilancia que se tiene a los grandes defraudadores y de las rendijas legales por las que se escapan las grandes empresas y los millonarios.

Siendo los impuestos unos cargos pecuniarios que los contribuyentes pagamos para financiar prestaciones comunes, como construcción de carreteras, puertos y aeropuertos; servicios públicos como sanidad, educación y defensa; cobertura de prestaciones sociales como desempleo, invalidez o accidentes laborales, entre otras muchas cosas, ¿por qué existe el fraude fiscal y una mayoría de ciudadanos protestando por pagar impuestos?

La razón parece muy clara: porque una parte importante del dinero que ponen los ciudadanos de su bolsillo va a parar a bolsillos ociosos y aprovechados; es mal gestionado por los gestores nombrados para ello; se despilfarra en aeropuertos “del abuelo”, edificios inservibles, miles de politiqueros chupópteros, construcciones sobornadas, nóminas de familiares y amiguetes asesores de la nada, enriquecimiento de zánganos y otras cosas por el estilo.

La gran mayoría de ciudadanos pagaríamos gustosos los impuestos si tuviéramos la certeza que cumplen la finalidad para la que son concebidos, algo muy difícil de conseguir en el país de la picaresca, la mentira y la estafa, donde Guzmán de Alfarache y Lazarillo se disputan la hegemonía en una sociedad dominada por el fraude, la trampa, la impunidad y el engaño.

OLLI REHN

OLLI REHN

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El vicepresidente económico de la Comisión Europea, Olli Rehn, ha tomado el rebufo político del Fondo Monetario Internacional, pidiendo a nuestro gobierno y empresarios que rebajen el sueldo a los ciudadanos un 10 %, citando el estribillo de la canción de Bob Dylan, titulada “Ballad of a thin man” de 1965, que dice “Algo está pasando, pero usted no se está enterando”.

Tiene razón este finlandés, porque si supiéramos todo lo que está pasando, la revolución popular sería inminente, y peligraría su integridad física como millones de ciudadanos empobrecidos supieran que él tiene un sueldo de 20.000 € mensuales, libres de impuestos y una indemnización vitalicia, por llevar más de ocho años mamoneando de la vaca europea que nutrimos todos.

Tiene razón míster Rehn al decir que sabemos poco, porque si los contribuyentes supiéramos toda la corrupción y porquería que se esconde bajo las alfombras institucionales europeas y nacionales, iríamos armados con lanzallamas por los despachos para incinerar toda la podredumbre invisible a los ojos del pueblo.

Tiene razón el vicepresidente, pero monsieur Olli ignora el significado que Bob Dylan quiso dar a sus palabras, porque estaban muy alejadas de su manipulada selección, insultando la inteligencia colectiva de quienes habitamos la patria de don Quijote.

A Rehn le ocurre como a Mr. Jones en la canción, que ignora quién es el hombre que está desnudo en la habitación, no sabes donde está, le sorprende que el payaso te llame aborto mientras te da un hueso, los chatarreros no le respetan y todos esperan que dé un cheque a las organizaciones de caridad que desgravan impuestos.

Es el propio Dylan quien le dice cantando: “Eres una vaca.
 Dame leche
 o vete a casa.

Caminas por la habitación
 como un camello y luego frunces el ceño,
 pones tus ojos en los bolsillos 
y la nariz en el suelo.
 Debería haber una ley 
en contra de que rondes por ahí”.

Efectivamente, algo está ocurriendo en España, señor Rehn,
 pero usted no sabe qué sucede

ISLAS CON TESOROS

ISLAS CON TESOROS

Un día como hoy de hace 162 años nacía en Edimburgo Robert Louis Stevenson, autor de «La isla del tesoro», novela protagonizada por el joven Jim Hawkins, que hoy tendría otro título y argumento si el autor viviera entre nosotros, porque en el momento actual no hay una sola isla con tesoro, sino muchas que custodian el dinero evadido por depredadores de países empobrecidos.

Islas transformadas en paraísos financieros para multimillonarios insolidarios, sin excesivos escrúpulos de conciencia, que ponen a buen recaudo sus tesoros económicos ante la pasividad de los políticos que miran para otro lado, más ocupados en esquilmar las huchas sudorosas de ciudadanos indefensos.

En islas Caimán, Cook, Malvinas, Marianas, Salomón, Vírgenes, Bahamas, Mauricio y tantas otras, se ocultan tesoros robados con trampas legales y financieras que es preciso recuperar. Islas que aplican regímenes tributarios muy favorables a ciudadanos y empresas que se domicilian en ellas para eludir impuestos en los países donde disfrutan de servicios públicos pagados por otros ciudadanos mucho más débiles que ellos en términos económicos.

Si Stevenson viviera hoy entre nosotros, el argumento de su novela tendría mucho que ver con el bloqueo de esas islas por ciudadanos empobrecidos, para recuperar el dinero robado al país en una oprobiosa evasión de impuestos que evitaría sarnas, piojos, pizarrines, braseros de cisco, sabañones y miserias de otra época a la que están empeñados en llevarnos de nuevo quienes nunca volverán a ella.

¿AMNISTÍA FISCAL? NO, GRACIAS

¿AMNISTÍA FISCAL? NO, GRACIAS

No queremos el olvido legal de delitos fiscales cometidos por millonarios de este país ni que se extinga de un plumazo su responsabilidad social y penal. Queremos justicia.

No queremos oscuras negociaciones con los evasores a la luz de la luna bajo una palmera en paraísos fiscales, con una piña colada en la mano y en la otra el capital hurtado a los ciudadanos. Queremos justicia.

No queremos ver florecer brotes verdes con violadas hojas de quinientos euros en las Agencias Tributarias, procedentes de falsos techos, dobles paredes, sociedades fantasmas y cajas blindadas. Queremos justicia.

No queremos aliviar la crisis del pueblo con la miseria de explotadores, la codicia de especuladores, el abuso de constructores, la mentira de estafadores y la ventaja de chantajistas. Queremos justicia.

Queremos que la justicia mantenga firme la espada, nivelada la balanza y los ojos vendados, para los administradores de la misma sigan su ejemplo y no les tiemble el pulso, contaminen las puñetas o asomen la vista por encima de la venda ante un título nobiliario, un sillón presidencial, un escaño o una abultada cuenta corriente.

Queremos que la insolidaridad y el engaño de unos cuantos privilegiados sociales que se reparten el 83 % de la tarta nacional, pase remando en galeras el tiempo que decida la justicia, porque estremece pensar que quienes han defraudado a los vecinos y se han aprovechado de los servicios que los demás han pagado con sus impuestos, puedan beneficiarse de una amnistía que no merecen.

Queremos que la Comunidad Europea ayude a todos los países miembros a resolver el problema de una manera muy económica, sencilla y eficaz: intercambiando el color de los billetes de 500 y 200 euros, declarando ilegales los que ahora duermen en cajas fuertes y paraísos fiscales, un sueño que no merecen.