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LA HUMILDAD DEL PODER O EL PODER DE LA HUMILDAD

LA HUMILDAD DEL PODER O EL PODER DE LA HUMILDAD

La experiencia vital de quienes vamos caminando en primera posición hacia el vestíbulo de la estación término que a todos espera, nos obliga a superar la ingenuidad del sectarismo juvenil que determinaba filias y fobias hacia las personas, en función de su militancia política o credo religioso.

Esto nos lleva a reafirmar que son los valores humanos de cada cual quienes determinan las actitudes éticas de las personas, orientan los compromisos sociales, definen conductas profesionales y precisan comportamientos de las personas concretas, -con nombre y apellidos-, como Ave Fénix liberadores de cenizas, poniendo en almoneda las ideologías, credos y programas.

Es, pues, necesario superar el dogmatismo excluyente de vecinos por su pertenencia a organizaciones políticas, sociales o religiosas, y acordar cada cual consigo mismo que la afinidad, lealtad y entrega a las personas va más allá de los idearios, por válidos que estos se presenten en los escaparates sociales, con sólidos contenidos, éticos compromisos y convincentes pensamientos,

Llega un momento de madurez y plenitud existencial, donde las ideologías y creencias pasan a segundo plano, cediendo la primacía al individuo, tras verificar que las banderías, militancias y común-uniones nada dicen de los sujetos que forman parte de ellas, ni determinan comportamientos, forjan actitudes o consolidan virtudes, siendo los valores humanos patrimonio privado de cada cual, y justificación de afinidades recíprocas, atracciones mutuas, amistades duraderas y simpatías compartidas.

Por eso complace sintonizar con personas específicas individualizadas, sin mirar carnets de militancia o certificados de bautismo, aunque los mentecatos atribuyan ideologías a quien esto hace, que nada tienen que ver con la realidad porque los memos no distinguen el culo de las témporas ni la gimnasia de la magnesia.

Preámbulo hecho para declarar públicamente el encuentro vivido el pasado martes día 18 en el Congreso de Diputados con la humildad del poder, la honrosa debilidad del mando persuasivo, la autoridad como liderazgo natural, el señorío de femenina señoría, el dominio sin dominación, la simpatía de la seriedad, la espontaneidad del protocolo y la sencillez de la tercera potestad nacional, que hizo de la humildad virtud, sin perder su grandeza.

Gracias, Ana, por tu lección.

FERNANDO Y MAYORAL

FERNANDO Y MAYORAL

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Entre Fernando y Mayoral media el filo sutil de doble vida que los separa, y la cadena que los une en persona única, haciendo un todo indisoluble que hermana al hombre humilde en zapatillas domésticas que ama, sufre y lucha, con el genio que camina en la cumbre del arte dejando lienzos y bronces perdurables, por milagro inesperado del óleo y la primigenia arcilla.

Seres complementarios maridados en persona desdoblada sin intención previa ni premeditado afán, por obra y gracia del empeño que ambos ponen en convivir unidos, más allá del vano intento que la fama y el reconocimiento hace inútilmente por individualizarlos, imponiendo bifurcaciones a sus dependientes vidas.

Es Fernando la sencillez hecha costumbre, la cortesía espontánea, el ignorado mérito, la generosidad intelectual y el desprendimiento abierto de quien renuncia a todo sin sobrarle nada; de quien toma vino de pitarra extremeña con amigos en tabernas ocultas a los escaparates sociales, donde Mayoral es condecorado con medallas de oro.

Queda para Fernando la leve voz entrecortada que habla discretamente a la amistad, dejando a Mayoral la sabiduría que lustra con lecciones de arte aulas y tribunas. Permanece en Fernando el tesón, la voluntad, el sacrificio y la vocación irrenunciable de un incansable artista que ha entregado su obra a Mayoral para que este la exponga por calles, plazas y templos, en diferente geografía.

Es para Fernando el trabajo diario, oculto, esforzado y silencioso en el santuario de La Vellés donde la virtuosidad de su humanidad toma cuerpo, dejando para Mayoral los honores otorgados en salones, la popular fama publicitaria y los reconocimientos institucionales, ganados por Fernando entre barro modelado, pigmentos al huevo y pinceles desconocidos para la mayoría de los que a Mayoral aplauden.

Pero ambos, Fernando y Mayoral, saben que unidos seguirán en la salud y la enfermedad hasta que la muerte los separe, llevándose a Fernando al anonimato eterno, mientras que Mayoral gozará de perpetua fama y recuerdo por toda la obra que Fernando modeló y pinceló sin que nadie reconozca su autoría.

A SU EMINENCIA SEBASTIÁN

A SU EMINENCIA SEBASTIÁN

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Desde la descreencia, pero con agradecido afecto personal de quien tiene espejo moral donde mirarse y hermano espiritual cercano a la bondad, amor y generosidad, presentó sus memorias el pasado jueves en el Aula Magna de la Universidad Pontificia, el cardenal Fernando Sebastián, testimonio de fe cristiana y compromiso evangélico, que nos honra a quienes seguimos creyendo en valores eternos compartidos por la religiosidad laica que guía las acciones.

Vaya esta página con lagunas en la memoria olvidando las negras palabras del cardenal hacia los gays y lesbianas, así como sus elogios a Falange Española y Alternativa Española, porque solo quiero recordar al teólogo comprometido con la democracia española en convulsos tiempos transitorios; evocar al dirigente obrero de la JOC y de la HOAC; al crítico con el franquismo y al promotor de la separación de la Iglesia de la Iglesia del Estado, tras un maridaje de cuarenta años.

Opto por recordar la comprometida hermandad que Fernando mantuvo con mi querido Olegario, con Setién, con Alberdi, Belda, Velasco, Patino, Cebrián, Nasarre y tantos otros, a las respetuosas órdenes del cardenal Tarancón, en los inolvidables “consejillos” de las Benedictinas madrileñas.

Prefiero quedarme con el autor de la histórica homilía que pronunció el cardenal Tarancón en la misa de coronación de Juan Carlos en la iglesia de los Jerónimos, por ser pieza oratoria excepcional, merecedora de un espacio privilegiado en la moderna historia de España. Quédome, pues, con su afán por la reconciliación, la justicia y la paz, en una sociedad libre

Solo queda agradecer a Sebastián la humildad con que ostenta su sede, la templanza de sus palabras, la sabiduría del pensamiento, la bondad de sus gestos, la grandeza de su corazón, la transparencia de su verdad, y darle las gracias por su compromiso con la democracia en momentos muy difíciles de nuestra historia donde vesánicos gritos pedían el paredón para su querido Tarancón, mientras el piso de Atocha salpicaba de sangre inocente sus paredes.

Agradecerle al cardenal la generosidad por desnudar su alma en la plaza pública, con humilde descaro caritativo al servicio de quienes sigan creyendo que en la vida hay algo más que vanidades de porcelana, soberbia plastificada, solidaridad de escaparate, amor de media vuelta y prójimos maculados, interpretando patéticamente el penoso oficio de ser titiriteros de la moral.

Solo queda enviarle un abrazo de este amigo, que sin haberle convivido, -como le dijo el cardenal Francisco-Bergoglio-, lo conoce bien por sus escritos.

ESTILO, HUMILDAD, AUTOCRÍTICA Y VERDAD

ESTILO, HUMILDAD, AUTOCRÍTICA Y VERDAD

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Me complacen las actitudes de buen gusto social ajenas a la pacatería,  que se ven reflejadas en gestos y posturas naturales sin afectación alguna, ni extravagante apariencia alejada de la normalidad exigida por la audiencia. Por eso, no acepto ver a un líder político acomodado en un sillón con altanera postura, como si estuviera en una taberna con amigos tomando cervezas y entonando La Estaca, que a muchos nos dejó afónicos en nuestra juventud, cuando él no había nacido.

Apuesto por el diálogo respetuoso, la exposición de ideas, el debate civilizado y la voluntad de entendimiento con el discrepante, convencido de que nadie tiene patente de propiedad exclusiva sobre la inexistente verdad absoluta. Por eso, no acepto la descalificación del adversario y rechazo el insulto como argumento, por muy lejos que me encuentre de la falsedad ofensiva que el oponente exponga en «pantuflas» domésticas.

Defiendo la palabra sincera, la incuestionable verdad, la aceptación de críticas, la valiente autocrítica y la complicidad con amigos hasta el límite del error cometido por ellos que no se debe encubrir, por noble que sea el proyecto que les une y entrañable el afecto compartido con el profesor Íñigo y el asesor gubernamental Juan Carlos. Por eso, repudio el insulto colectivo al sentido común de la ciudadanía con justificaciones injustificables, el “prietas las filas”, la defensa de lo indefendible, la ambigüedad en las explicaciones y los tradicionales argumentos mantenidos por los encastados, que reproducen quienes pastaban hace meses en el campo social, libres de marcas de herradero, con trapío y bravura, pero sin encaste político.

Pido, pues, estilo, humildad, autocrítica y verdad al posible presidente del Gobierno, porque tendrá que representarnos también a quienes «podemos» votarle apostando por el respeto, la sencillez, la autocensura y la sinceridad, detestando la chulería, el insulto, la prepotencia, el encubrimiento y la mentira.

LA FELICIDAD COMO PRESEA

LA FELICIDAD COMO PRESEA

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Sin ser joya, fetiche, gema, talismán o amuleto, es la felicidad presea buscada por todos los humanos, aunque muchos pretendan hallarla donde no se encuentra, otros crean que les lloverá del cielo sin conquistarla y algunos acudan a subastas de la vida para adquirirla, ignorando que la felicidad no puede comprarse en una taquilla.

Es un dulce sentimiento de abandono, un placentero estado de bienestar, un recogimiento que entumece, una emoción que conmueve los cimientos del alma y un suspiro que alienta dichosas bocanadas de paz, cuando la disposición hacia ella se hace realidad en la vida de quienes la merecen, alejándose de aquellos que pretenden sustituirla con sucedáneos de elevado coste en el mercado y bajo precio moral en los rincones del alma.

No es la felicidad planta que germine en terrenos baldíos de amor, sino en campos abonados con nitratos de cariño, fosfatos de generosidad, carbonatos de honradez y sulfatos de solidaridad, que expanden su condición bienhechora sin dejarse atrapar porque no es posible asirla eternamente y tomarla en propiedad, siendo como espuma sobre la mano imposible atraparla por mucho que cerremos los dedos en torno a ella.

No es la felicidad cosa nuestra, pero depende de nosotros alcanzarla, y podremos lograrla si respiramos aires solidarios, saciamos la sed con agua fraternal y nos alimentamos con el pan candeal de la hermandad, pero no será posible recuperarla acudiendo a lugares lejanos en el tiempo donde habitó entre nosotros.

La felicidad abomina el rencor, reprueba la soberbia, rehúye la envidia, desprecia el egoísmo, detesta la violencia, aborrece la mentira y maldice las guerras. Por eso, depende su presencia de la capacidad de olvido, del don de la humildad, de la alegría por el bien ajeno, de la entrega personal, de la sinceridad y de la paz.

PROGRAMA CIUDADANO

PROGRAMA CIUDADANO

Lo que diferencia a los miembros del Gobierno del resto de ciudadanos y aquello que los  destaca sobre sus vecinos, son las urnas. Y conviene saber que éstas lo único que dan es poder, pero nunca sabiduría ni prudencia. Y, menos aún, espíritu de sacrificio, verdad, honradez, humildad, capacidad de trabajo y generosidad.

Es decir, el grupo de ciudadanos que se reúne los viernes como hoy en la Moncloa para decidir sobre la vida de los demás, no es infalible. Tampoco creáis que están investidos de poderes especiales o que gozan de un talento superior al de sus administrados, para utilizar adecuadamente la información privilegiada que les llega a la mesa. Ni hablar.

Teniendo esto en cuenta, un grupo de amigos hemos charlado informalmente sobre la situación del país, llegando a la conclusión de que todos los problemas que nos afligen quedarían resueltos si se cumplieran estos diez artículos de la ley del pueblo:

  1. Expulsión inmediata de la vida pública de los políticos implicados en casos de corrupción.
  2. Condena carcelaria y exigencia inmediata a los ladrones del dinero robado de las arcas públicas.
  3. Persecución implacable del fraude fiscal y de la evasión paradisíaca de capitales.
  4. Supresión del 60 % de los cargos públicos y de subvenciones a partidos políticos, patronal, sindicatos y fundaciones opacas.
  5. Limitación de la vida pública a ocho años, sin pensiones vitalicias, ni ingresos complementarios.
  6. Eliminación de privilegios políticos y de pluriempleo, con expulsión de cargos públicos a los incompetentes de malo y bajo rendimiento.
  7. Supresión del Senado, Diputaciones, autonomías despilfarradoras, embajadas autonómicas y municipios de dos habitantes.
  8. Creación de un gran banco público nacional no especulativo para ayudar a ciudadanos y pequeñas empresas.
  9. Entrega al Estado de los 120.000 millones de euros que van a ir a los bancos, para que el dinero llegue a los ciudadanos y no termine en los bolsillos de especuladores, defraudadores, estafadores, usureros y ladrones.
  10. ….. (Añade tu propuesta, amigo. Pero sin esperanza alguna de verla cumplida porque quienes tienen que hacerla realidad son los mismos culpables de nuestra desgracia)