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¿QUÉ FUE DE LOS CANTAUTORES?

¿QUÉ FUE DE LOS CANTAUTORES?

Pastor

Con el título que hoy encabeza el artículo, recitó ayer en la Plaza Mayor salmantina el cantautor Luis Pastor, su alegato a lo sucedido con aquellos cantantes que protestaban guitarra en mano contra el régimen, en cine-clubs, parroquias, asociaciones vecinales y colegios mayores donde acudíamos a escucharlos, sin saber muy bien como terminarían los recitales, porque eran tiempos de sequía libertaria.

Felices coincidencias del azar me han permitido reencontrar a dos de los muchos cantautores que hubo. Ella, retirada del oficio como la mayoría de ellos; y él de la quinta, pero con alma joven que ayer noche me devolvió a juveniles tiempos de inquietante futuro, cuando en esa misma Plaza los “grises” disolvían sin contemplaciones a grupos de más de tres personas.

Hace cuatro días, fue Ana María Drac quien llegó a mi vida una vez más, enviándome un correo electrónico para decirme que se mantenía donde siempre estuvo, después de abandonar las canciones por el teatro y la poesía, devolviéndole yo mi gratitud por los momentos felices que pasamos juntos en aquellos días agridulces de futuro incierto.

Y ayer tarde-noche me dio Luis Pastor otra oportunidad de agradecerle su compromiso en la lucha por la libertades y su permanencia en los escenarios guitarra en mano, para decir en voz alta lo que nadie se atreven hoy a gritar desde los escenarios, como si el tiempo se hubiera detenido en nuestro primer encuentro vallecano.

El recuerdo que tuvo Luis Pastor hacia el cura-obrero Manzano, – hoy feliz abuelo de sus nietos – clérigo que llevó mi alma cantando “con alegría a la casa del Señor”, trajo a mí desrecuerdos olvidados de liturgias abandonadas en el desencanto de una incierta verdad que fue sustento de sueños logrados con cuentos ya dormidos en la almohada adolescente.

ENTRE VÍZNAR Y ALFACAR NO FUE POSIBLE LA ESPERANZA

ENTRE VÍZNAR Y ALFACAR NO FUE POSIBLE LA ESPERANZA

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El 18 de agosto de 1936 los gitanos encendieron sus velas en las cuevas del Sacromonte para iluminar el camino a la eternidad que debía seguir el poeta que romanceó las venturas y desventuras de su raza, consolando la orfandad gitana en las sombras del amargo rasgueo de la guitarra.

La demencia colectiva de una guerra incivil  llevó a Lorca a Granada, y la dementalidad de un carnero sin seso y sobrado de sexo, apretó el gatillo haciendo que el duende rodara por el suelo para hacer savia de olivo su sangre de poeta.

Federico fue poeta en Nueva York, dramaturgo en casa de Bernarda Alba, pianista en la residencia de estudiantes, redentor de la incultura por vocación, jurista destogado y compañero de los cuatro muleros, que viajaba en una Barraca por los pueblos de España llevando a las plazas públicas obras clásicas de la dramaturgia española.

Sin filiación política, tuvo amigos enlazados entre Fernando de los Ríos y José Antonio Primo de Rivera, con quien cenaba los viernes, ocultándose de curiosos para evitar ser vistos juntos, algo que no impidió la denuncia del cedista Ruiz Alonso delatándole como espía ruso para que entre Víznar y Alfacar le dieran “café”, mucho “café” a las 4:45 h de la madrugada del 18 de agosto, junto a Galindo, Arcolla y Galadí, junto a la Fuente Grande.

Luego confirmó don Antonio que el crimen fue en Granada y su novio, el escritor Juan Ramírez de Lucas, nos entregó la última carta del poeta.