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Etiqueta: guerra

MUERTE POR CONTROL REMOTO

MUERTE POR CONTROL REMOTO

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Patriot, Tomahawk y Exocet no son nombres de animales domésticos, ni ICBN, THAAD o PAC siglas de organizaciones solidarias, sino hijos herederos de las bombas V1 y V2 que masacraron  distancia cientos de seres humanos, apretando simplemente un botón.

Las guerras modernas dejan claro que el asalto de trincheras a bayoneta calada para ensartar en ella el cuerpo de un congénere, ya forma parte de la indeseable historia guerrera, porque ahora se mata limpiamente a distancia y sin correr riesgos el matarife.

Con macabro humor, dicen los profesionales de la guerra que no se trata de dar la vida por la patria, sino de que el enemigo la dé por la suya, gastando mínimas energías, rentabilizando al máximo la muerte y provocando que desaparezcan el mayor número de adversarios en el menor tiempo posible.

Las guerras televisadas son las mayores superproducciones cinematográfica mundiales, en las que no hay protagonistas visibles de las acciones directas porque los guerreros se ocultan a las miradas de millones de espectadores, que ven asombrados como se volatilizan casas, tanques y refugios, con misiles de diferente alcance.

Filmes reales que cuestan la nadería de ¡billones de euros!, empleados para eliminar otros seres humanos, esparciendo la hambruna en cada disparo, olvidando que podría erradicarse el hambre en el mundo si se dedicara a combatirla con el dinero empleado en eliminar peligros virtuales inexistentes.

La tecnología de guerra pone en evidencia el mayor desprecio por la vida humana que imaginarse pueda, asesinando fríamente a miles de personas a distancia, por control remoto de mortíferos proyectiles concebidos para matar.

PESOS PESADOS

PESOS PESADOS

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Los populares herederos directos de líderes franquistas que recibieron el espaldarazo político de sus progenitores, y otros tantos socialistas que durante años criticaron el franquismo, han seguido los mismos pasos, pretendiendo soldarse con autógena a los sillones institucionales, cantando a coro “No nos moverán”.

Oyendo las declaraciones de algunos pesos pesados populares y socialistas defendiendo estatutos enmohecidos y estructuras internas añejas para seguir silloneando, es fácil explicar la debacle de ambos, invocando el espíritu trasnochados ya invalidados por actuales exigencias sociales.

Muchos líderes populares y socialistas reconocidos por todos los votantes, llevan décadas viviendo lujosamente de la política, sin otro mérito que ser tocados por el dedo poderoso del jefe que los ha incluido año tras año en las listas electorales, perpetuándose en escaños y poltronas institucionales.

La negativa de los viejos elefantes populares y socialistas a irse al cementerio político con sus colmillos retorcidos y las arcas llenas hasta rebosar con los tesoros de las minas electorales tras décadas de neoneo, obliga a pensar en canonjías envidiables y privilegios categóricos de la profesión política en que convirtieron sus vidas.

Pedimos a los militantes ingenuos de ambos partidos que no se dejen embaucar con la magia de los prestigitadores que guardan conejos en la chistera para cautivarlos, aprovechando su inocencia; y prevenimos a los candorosos votantes que estén muy atentos porque jugarán con cartas marcadas y listas cerradas elaboradas por ellos, en las próximas elecciones.

ESTADOS UNIDOS ENTRA EN GUERRA

ESTADOS UNIDOS ENTRA EN GUERRA

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La mañana del sábado 6 de diciembre de 1941 comenzó el final de la Segunda Guerra Mundial, cuando los jefes de la Armada Imperial Japonesa ordenaron a los pilotos de su fuerza aérea que bombardearan la base naval que los Estados Unidos tenía asentada en el interior de un lago marino sobre la isla hawaiana de Oahu, llamada Pearl Harbor.

Lo que quiso ser una acción preventiva de los japoneses para evitar que la flota americana del Pacífico interviniera en las acciones militares que los nipones habían programado realizar contra las posesiones del Reino Unido y los Países Bajos en el sudeste asiático, resultó ser una agresión intolerable para los hijos del Tío Sam, que remangaron las mangas de sus tropas poniendo a los japoneses contra las cuerdas, a bombazo atómico limpio.

El ataque sobre Pearl Harbor fue llevado a cabo por 353 aviones con base en seis portaaviones japoneses, destruyendo y hundiendo ocho acorazados estadounidenses, tres cruceros, tres destructores, un minador, un buque escuela y 188 aeronaves, con un balance de 2.402 soldados muertos y 1.282 heridos.

Una herida tan grande en el alma de los americanos tuvo la inmediata consecuencia de su entrada en el conflicto, declarando al día siguiente la guerra a muerte al imperio nipón, incluyendo el 11 de diciembre en el lote a la Alemania nazi de Hitler y la Italia fascista de Mussolini, mientras el presidente Roosevelt calificaba el día del ataque como “una fecha que vivirá en la infamia”.

El final de la historia es bien conocido por todos: Littel Boy fue lanzada sobre Hiroshima el 6 de agosto de 1945 llevándose por delante a 140.000 japoneses. Fat Man cayó sobre Nagasaki tres días más tarde acabando con otros 80.000, provocando el día 15 la rendición incondicional de Japón, la conclusión de la guerra en el Pacífico y el consiguiente final de la Segunda Guerra Mundial.

ESPAÑOLES

ESPAÑOLES

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Se han ocupado los intelectuales españoles de los últimos siglos en desentrañar el misterio que esconde el alma española, poniendo al descubierto algunas de sus cualidades más representativas, sin excluir el resto de aquellas consideradas menores.

¿Qué determina el ser español? ¿Cuál es la forma de ser, sentir, soñar, vivir y morir de los españoles? ¿Cómo nos relacionamos? ¿En qué nos parecemos y diferenciamos del resto de terrícolas?

Resumamos las respuestas a estas preguntas diciendo con Américo que los españoles somos el producto resultante de fundir cristianos, moros y judíos en un sola raza, con predominio de los primeros, desde que los católicos reyes acabaron con los moros y expulsaron a los judíos del territorio conquistado.

Los actuales ocupantes de la piel de toro procedemos de cruces, recruces y contracruces, religiosas, sanguíneas y políticas, llevadas a cabo por visigodos, musulmanes y hebreos, aliñados con guerras civiles, disputas vecinales, enfrentamientos sociales y desencuentros locales, durante muchos siglos de nuestra historia.

De semejante olla a presión surgimos los españoles del siglo XXI, con muchas guerras civiles latiéndonos en el pecho, sin poder deslindar las tres sangres que llevamos en las venas, derramándolas para cumplir una maldición que sobre nosotros pesa, como pesa la envidia, el individualismo, la desobediencia y la discordia.

Envidia como pecado capital que nos acompaña desde que los íberos se instalaron en Atapuerca, íntima gangrena del espíritu español para Unamuno. Individualismo, cáncer disociativo fruto de la sucesiva fragmentación en mitades sucesivas, hasta llegar a los comportamientos estancos que decía Ortega. Desobediencia, rémora de progreso y encuentro, traducida en críticas y posturas en contra, pero sin autocrítica. Y discordia, extraña afición que Goya expresó a garrotazos en la Quinta del Sordo.

MACHOTES HABLANDO DE MUJERES

MACHOTES HABLANDO DE MUJERES

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El comentario publicado ayer en una red social sobre el accidente de la señora Cifuentes, en la que un tío machote, muy macho, preguntaba: “Qué hacía una tía en moto”, me anima a rastrear en la memoria algunas opiniones públicas, dignas de ser incluidas en la antología del más detestable y rancio machimoneo.

¿Recordáis al señor Castelao, dimitido presidente del Consejo General de la Ciudadanía Española en el Exterior, que dijo: «las leyes son como las mujeres, están para violarlas»? O las palabras del señor Ruiz Gallardón repartiendo carnets de mujeres auténticas solamente entre las féminas que optaran por la maternidad.

Tampoco es fácil olvidar los “morritos” de Leire que a León de la Riva le hacían pensar lo que no podía decir, después de haber dicho que la ministra Chacón parecía «la señorita Pepis vestida de soldado». Algo parecido al comentario del guerrero Guerra que no tuvo reparo alguno en referirse a la ministra Becerril, como «Carlos II vestido de Mariquita Pérez», que luego remató diciendo: «Hay que convivir con la economía sumergida como con algunas mujeres. No se las puede eliminar».

El mismísimo Fraga, que en paz descanse, afirmó que la portavoz socialista de Educación en el Congreso, Clementina Díez sólo tenía de interesante su escote. Y el ínclito Fran Dolce, policía local de Aljaraque, que habló de las mujeres vomitando: «El truco está en escucharlas como psicólogo y follártelas como si te estuviesen pagando».

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Estos botones de muestra, no envidian a otros habidos a lo largo de la historia, como el sorprendente de Aristóteles, afirmando que la mujer era un hombre incompleto. O Tomás, el santo de Aquino, proclamando que las damas eran un error de la naturaleza. Incluso Schopenhauer no tuvo reparo alguno en decir que las señoras eran un animales de pelo largo y pensamiento corto. Atreviéndose San Juan Damasceno a predicar que las mujeres eran burras tozudas.

Comentarios tan despreciables como el dicho popular que tuve ocasión de escuchar alguna vez en mi infancia, proponiendo la doma femenina aconsejando a los hombres golpear a las consortes para someterlas, diciendo: “A la mujer y a la mula, mano dura”.

La náusea que producen tan hendiondas regurgitaciones nos obligan a desterrar de la civilización a los verracos sin seso que todavía quedan entre nosotros, poniendo el mundo en mano de las mujeres para que gire sin rechinar por el residual machismo, ni queden impunes comentarios anónimos como ese que ha circulado ayer por la red.

CONSEJO DE INSEGURIDAD

CONSEJO DE INSEGURIDAD

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Llevan años las Naciones Unidas adormeciéndonos con varios cuentos, pero la narración más hermosa puede contemplarse en el artículo 24 de su Carta, donde se nos cuenta que el Consejo de Seguridad tiene por misión «mantener la paz y la seguridad internacionales». Qué bonito.

Para darle más belleza al texto, el artículo 23 nos dice que tal Consejo estará formado por quince miembros, de los cuales cortarán el bacalao los cinco que forman la Comisión Permanente: China, Francia, URSS, Reino Unido y los Estados Unidos. Rematando en su artículo 25 que “los miembros de las Naciones Unidas convienen en aceptar y cumplir las decisiones del Consejo de Seguridad». Es decir, que la paz del mundo y la seguridad dependen fundamentalmente de esos cinco países, pues los comparsas pesan poco.

Hasta aquí, todo bien, ¿o mal?. Lo que no dice la famosa Carta estatutaria que han redactado unos cuantos para ser cumplida por todos, es que los países que forman dicha Comisión Permanente son los mayores fabricantes y vendedores de armas en el mundo, por si algún lector no se había dado cuenta de ello.

Es decir, la Asamblea General propone, recomienda y aconseja, pero quien decide si bombardear algún territorio, enviar misiles por láser a las ciudades y poner armas en manos de ciudadanos para enviarlos al matadero, está en manos de quienes fabrican bombas, aviones de combate, acorazados, portaaviones, misiles y metralletas.

Dicho de otra manera, la paz y la seguridad internacionales depende de los empresarios estatales que se benefician del macabro e injusto negocio de la guerra. Así, Estados Unidos probó nuevas armas en Irak; Rusia apagó con fuego a los chechenos;  Francia experimentó bombas nucleares en el Pacífico; y China reprimió a los chinos en Tien An Men. Amén.

FIN DE UNA CAPRICHOSA GUERRA

FIN DE UNA CAPRICHOSA GUERRA

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Hace hoy cuarenta años que cayó sobre Vietnam la última bomba de napalm lanzada por los Estados Unidos sobre la población, al tiempo que los guerrilleros del Viet Kong acuchillan al último soldado americano.

Salvajadas que se reprodujeron entre 1964 y 1975, hasta que el 27 de enero de 1973 la delegación de Vietnam del Norte, del Sur y Estados Unidos firmaron en París los Acuerdos de Paz que llevaron al alto al fuego, junto al compromiso de retirada americana en 60 días, la celebración de elecciones en el Sur vietnamita y el intercambio de prisioneros.

En este feliz aniversario es obligado reconocer el capricho estadounidense por mantener una guerra imposible de ganar, como reconoció el propio Secretario de Defensa americano en 1965, Robert McNamara, admitiendo años después que la guerra vietnamita fue un error.

Es bueno recordar hoy aquella barbarie para no repetir el error que llevó al democrático y civilizado Gobierno americano a lanzar sobre Vietnam un número de bombas superior al arrojado desde los aviones de combate durante la Segunda Guerra Mundial.

Las consecuencias fueron 3,5 millones de muertos, 2 de los cuales eran civiles y 2,5 millones de heridos, todos ellos hospitalizados en plena guerra “fría”, lo que hace temblar si la guerra entre los dos gendarmes mundiales de entonces, hubiera sido “caliente”.