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PÉREZ ESQUIVEL

PÉREZ ESQUIVEL

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Felicitamos al bonaerense ciudadano del mundo Adolfo Pérez Esquivel, que cumple hoy 82 años jóvenes años, y nos felicitamos a nosotros mismos por la dicha de tenerlo a nuestro lado, luchando juntos por la armonía mundial que le hizo merecedor del Premio Nobel de la Paz hace 33 años, cuando este pacifista tenía callos en el alma de combatir por los derechos humanos, la democracia y la autodeterminación de los pueblos del sur.

El pasado 16 de octubre gritaba al mundo desde las redes sociales que la democracia no consiste en poner el voto en una urna. Días después escribía dos cartas a Putin, – una de ellas individual y otra colectiva junto a 11 premios Nobel – pidiendo la liberación de los activistas de Greenpeace, detenidos en Rusia por protestar contra la explotación petrolera de la empresa Gazprom. Y sin tiempo para respirar, nos pedía luchar por una democracia participativa, igualitaria y creativa.

Hijo de pescador gallego, con prematura orfandad de madre y nieto de india guaraní orientadora de sus pasos antes de caer en manos de los franciscanos que le obligaron a redescubrir la doctrina católica universal, alejándola de todo sectarismo, mientras vendía periódicos, hacía recados, cuidaba jardines, esculpía, tallaba madera y pasaba hambre.

Enamorado de Amanda, hicieron hogar común el escultor y la pianista, compartiendo la defensa de los desfavorecidos a través de la violencia pacífica, comprometiéndose con todas las organizaciones humanitarias que le salían al paso, para hacer efectivos sus principios cristianos, aderezados con los idearios de Gandhi y Luther King.

Detenido y encarcelado en Brasil y Ecuador, salió fortalecido de las cárceles para enfrentarse a la brutal represión de Videla en defensa de los derechos humanos, la liberación de los encarcelados y la aparición de los desaparecidos, junto a las madres y abuelas de la plaza de mayo, siendo torturado en la cárcel durante 14 meses, sin proceso judicial alguno.

Años después promovió el juicio contra la dictadura argentina y la anulación de la Ley de obediencia debida y punto final, que permitió sentar en el banquillo a Videla y sus secuaces, gritando con Sábato: “¡Nunca más!”, para terminar ocupando la cátedra de «Cultura para la Paz y los Derechos Humanos», en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad bonaerense, tras publicar varios libros, hacer valer su arte y recibir doctorados universitarios honoríficos en varias universidades de Estados Unidos, Japón, Argentina, Bolivia, Perú, Brasil y Barcelona, manteniéndose a la espera de que el reino de Dios se haga realidad en el mundo.

MAESTRO ANTHONY HOPKINS

MAESTRO ANTHONY HOPKINS

La realidad se hace más hermosa que la ficción en este joven anciano de setenta y cinco años, cuando se sienta frente al piano y deja volar su imaginación sobre las blanquinegras teclas de su caja de resonancia, componiendo melodías eternas, inimaginables en el ficticio doctor Lecter de los silenciosos corderos.

Pocos saben que Hannibal, el personaje frío y sanguinario que le llevó al óscar, nada tiene que ver con el compositor musical cálido y fraternal que es en realidad Hopkins, nombrado Sir en 1992 por gracia de su graciosa majestad la reina inglesa Isabel II.

Tuvo que aparecer en su vida la colombiana Stella para que don Antonio hiciera realidad el sueño de su madre que siempre quiso que el niño fuera concertista de piano, ocupándose el actor-compositor de tocar diariamente el piano, improvisando melodías y componiendo «And the waltz goes on», que nos ha emocionado a todos bajo la batuta de André Rieu.

Actor que escribe en el pentagrama hermosas composiciones. Loco de cordura que pinta sobre el lienzo con estilo singular y personalidad propia. Ciudadano que abandonó el alcohol para colaborar con proyectos solidarios. Ecologista que ha puesto su nombre en las listas de Greenpeace. Y soñador que vive emocionado sus últimos años de vida bajo el sombrero blanco que le ha dado fama universal