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SUICIDIO POLITICO

SUICIDIO POLITICO

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Unos científicos han descubierto hace poco el toxoplasma gondii, un parásito que modifica el comportamiento de los ratones ante los gatos, provocando en ellos una hiperactividad enloquecida para atraer la atención del felino que termina con la vida del roedor de un certero zarpazo. Este parásito protozoario obliga a su hospedero a actuar como un suicida sin que el resto de la especie pueda hacer nada para evitar el contagio, llegando así todos los ratones a la inmolación colectiva.

Esto le ha sucedido a los ratones políticos clásicos frente al indignado gato ciudadano, llegando al hundimiento de los partidos hegemónicos en beneficio de colectivos ciudadanos surgidos de una crisis padecida solo por el pueblo, vaticinando las encuestas cambios inmediatos, para regocijo de los partidos emergentes y desgracia de quienes han poseído durante décadas patente de corso para hacer sayos propios con capas ajena.

No ha sido la crisis y los tijeretazos quienes han cambiado el rumbo de la voluntad ciudadana, sino los quehaceres políticos de socialistas y populares que durante muchos años han alimentado un descontento general irreversible, llegando las deserciones a sus propios votantes y a los vestíbulos de Génova y Ferraz.

La mentira permanente, los insultos a la inteligencia colectiva, la impunidad política, el abuso de poder, la manipulación informativa, el rodillo parlamentario, la sordera social, el olvido de promesas, la complicidad mutua, el juego sucio, la falta de ejemplo austero, y el desprecio a los diez millones de ciudadanos que decidieron no votar, votar en blanco o anular su voto, han sido las verdaderas causas de la indignación ciudadana que ha llevado en volandas a los nuevos partidos a lugares que nunca hubieran ocupado, si populares y socialistas hubieran actuado en la dirección esperada por el pueblo, en vez de ir por el mundo dándose palmadas uno a otro, con orejeras políticas que les han impedido mirar hacia los lados.

Esta limitación mental les ha incapacitado para ver que sus vecinos son personas sensatas y libres de ataduras políticas a sus pies, anticipando la desaparición de tanto derechizida e idquierdizida como anda suelto y su condenación a galeras del olvido, porque el despotismo, la opacidad, el desprecio, la mentira y el insulto, no gusta a ciudadanos cultos y sensatos.

SUICIDIO POLÍTICO

SUICIDIO POLÍTICO

Confieso que ver en televisión la imagen del portavoz socialista Alonso escoltado por Benegas, – ¡34 años en el sillón! – y Marugán – ¡29 años de poltrona! – me ha obligado a pedir el urgente relevo de dinosaurios en las filas socialistas, para evitar las añejas fotografías en sepia que contradicen la igualdad de oportunidades que proclaman en su ideario. Relevo que también deben acometer los seguidores de la gaviota.

Según todos los sondeos, los populares aventajan holgadamente a los socialistas y éstos se contentan pensando que sus adversarios no despegan como les gustaría, sin tener en cuenta que son incapaces de alcanzarlos, a pesar de toda la escoria que se oculta bajo el bigote del “bigotes”. Esto me lleva a compartir la opinión de quienes ven necesario el suicidio político de olorosos dirigentes, aunque la autoexclusión no sea posible dado que estos megaterios se han fosilizado en mecedoras públicas de diferente textura y color.

No voy a pedir a los militantes de base que inoculen toxoplasmas en las glándulas de los tapones políticos que impiden el flujo de nuevas ideas, bloquean la presentación de ilusionantes proyectos y evitan el cumplimiento de sinceros compromisos políticos, pero me quedo con ganas de hacerlo, aunque a lo peor se cuelen de nuevo «miembras» o «hilillos», porque los ciudadanos queremos ser gobernados por mentes jóvenes en odres viejos que hayan acreditado competencia, honestidad, madurez y generosidad en su vida, sin exigirle pedigrí alguno ni pureza de sangre azul o roja.

La mayoría de españoles somos personas sensatas, libres de ataduras políticas y herencias ideológicas asentadas en el pasado más negro de nuestra moderna historia. Y muchos de nosotros tenemos claro lo que va a suceder en las próximas elecciones generales, pero nos falta la convicción de que los militantes de uno y otro signo condenen a galeras del olvido a los dirigentes que llevan lustros enquistados en el poder.

Sabemos que muchas ballenas mueren varadas en las playas por seguir a la desorientada timonela hacia el suicidio. Como hicieron las cuatrocientas ovejas turcas que se fueron tras el carnero que las guiaba cuando decidió arrojarse por un acantilado. Pero este no es el caso de los dinoterios rojoazulados, porque estamos viendo  los intentos de sus líderes por reforzar los anclajes al poder, encaramados en las cabeceras de las listas, – sin las cacareadas elecciones primarias en ambos casos -, tras llevar más ¡26 años! el cántabro, y ¡30 años! el gallego, ocupando sillones oficiales.

Estos profesionales del poder se caracterizan por tener una salud psicopolítica rota, debido a su ambición desmedida por dominar voluntades ajenas. La aparente frialdad externa que muestran contrasta con su calenturienta actitud interior. Impulsivos y con un nivel cero de tolerancia ante el fracaso político, son interdependientes en su soledad y mantienen expectativas tan ambiciosas como irreales, fruto de la distorsión mental que padecen desde aquel lejano día en que, –  unos primero y otros después -, participaron en la fiesta democrática que atufó de frustración y amargura al adversario.