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NOSTÁLGICA HOGUERA

NOSTÁLGICA HOGUERA

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Con tizón rescatado del cerro de cenizas que la hoguera de San Juan ha dejado en la plazuela de mis juegos infantiles, escribo el recuerdo de aquellos años de hambre, represión, rosario y estraperlo, cuando la libertad se antojaba imposible en sórdidos años de posguerra, sin que los niños percibiéramos la oscuridad en la vivíamos ni los adultos nos explicaran la realidad de aquel tiempo de silencio, leche en polvo, orfandad y mutilados en incivil guerra fratricida.

Recorríamos las casas del barrio pidiendo a los vecinos sillas viejas, armarios desvencijados y otros muebles inservibles para hacer con ellos doméstica torre ardiente en fuego nocturno, mientras los petardos, bengalas y cohetes atemorizaban a los perros, al tiempo que los adolescentes explotábamos “bombas” a los pies de las niñas, como alarde de dominio trasnochado para demostrar con ese atropello nuestra preferencia hacia la vecina que nos alteraba la sangre en solitarias y cálidas alcobas estivales.

Celebrábamos la llegada del solsticio de verano al hemisferio norte, saltando nueve veces sobre los rescoldos de hogueras para ganar protección contra el infortunio amoroso y tener la suerte de encontrarnos al día siguiente con la sonrisa de la falda pretendida, en la tienda de ultramarinos donde nos comisionaban quienes podían hacerlo.

Con el rostro iluminado por el fuego, pedíamos inútilmente que el Sol mantuviera su fuerza, sabiendo que su debilidad iría en aumento a partir de aquella noche hasta alcanzar su límite con la llegada del solsticio de invierno, según explicaciones del maestro, pero manteniendo la esperanza en el fuego purificador como ardiente clavo al que agarrarnos en momentos de dificultad, junto a quienes habían anhelado el milagro de la catarsis depuradora, desde que Adán y Eva inspiraran las primeras páginas bíblicas a los narradores de cuentos, conjurando hechizos y maldades con cantos peticionarios al fuego purificador.

RESACA DEL FUEGO

RESACA DEL FUEGO

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Hoy coincide en el santoral la fecha de nacimiento del santo con su celebración litúrgica puesto que San Juan Bautista nació seis meses antes que Jesucristo, aunque ninguno de los dos naciera en las fechas asignadas por la Iglesia para celebrar sus nacimientos.

Este judío precursor de Jesús, profetizó en tres religiones diferentes y derramó agua del río Jordán sobre la cabeza de su primo para bautizarle ya cumplidos los 30 años, según nos cuenta Mateo en los versículos 13 a 17 del tercer capítulo de su crónica: “Y Jesús, después que fue bautizado, subió luego del agua; y he aquí que los cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía sobre él”, sin explicarnos el tiempo que estuvo volando la colúmbida sobre su cabeza ni cuando regresó al cielo.

Pero anoche nadie festejó el santo ni recordó el bautizo del Señor, porque los gentiles se ocuparon de quemar España por los cuatro costados para celebrar paganamente la llegada del solsticio de verano con hogueras y fuegos purificadores para darle más fuerza a un Sol, que a partir de hoy comienza a languidecer, a pesar de la calima veraniega que nos espera.

También paganizaron la fiesta los portugueses, argentinos, noruegos, daneses, brasileños, suecos, finlandeses, chilenos, bolivianos, esquimales en sus iglús y despreciados en sus chabolas, pretendiendo quemar la miseria en la que viven, sin percibir que para eliminarla son otros los lugares que debería incinerar, apagando con sus lágrimas las brasas de la parrilla social donde son chamuscados con la insolidaridad de los privilegiados.

Las hogueras de San Juan son metáfora sugeridora del camino a seguir para reducir a cenizas los vicios de una sociedad dominada por el minoritario grupo de poder que controla, domina y dicta normas que solo a ellos benefician, con grave perjuicio para la inmensa mayoría que necesita unirse en torno al fuego purificador de la solidaridad, el valor y la lucha, saltando juntos sobre las cenizas de la explotación, el abuso y la mentira.

TRAS LA VICTORIA, EL FUEGO PURIFICADOR

TRAS LA VICTORIA, EL FUEGO PURIFICADOR

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Diez años estuvieron guerreando las tropas católicas de los reyes católicos menos católicos que imaginarse pueda, contra los infieles del reino nazarí de Granada, hasta conseguir que Boabdil capitulara, entregando las llaves de la ciudad y fortaleza de La Alhambra, a las catapultas, lanzas y ballestas cristianas, después de ser santificadas por agua bendita en catedralicios templos.

El día de la requeterreconquista, fue integrado el reino musulmán a Castilla, mientras el Papa Alejando VI concedía a Isabel y Fernando el título de Reyes Católicos cuatro años más tarde, para homenajearles por el éxito de sus matanzas y la victoria de la cruz sobre la media luna, a base de sangre inocente de ciudadanos cristianos y musulmanes.

Pero el final de la guerra de Granada fue también el ocaso de la libertad religiosa, pues la Santísima Inquisición hizo imposible la convivencia que durante siglos tuvieron mezquitas, iglesias y sinagogas, en el territorio conquistado a los cristianos visigodos por los musulmanes del Califato Omeya, entre los años 711 y el 726.

Con los católicos vinieron las persecuciones de infieles durante años, las torturas a los discrepantes, las excomuniones a los herejes, las condenas a pecadores, las limpiezas de sangre, la expulsión de judíos y las hogueras… Múltiples hogueras que iluminaron la tierra reconquistada, donde se chamuscaban herejes y se quemaban libros, todo ello con el patrocinio y bendición de la Santa Madre Iglesia.