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FÉLIX GRANDE

FÉLIX GRANDE

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Mañana cumpliría el emeritense poeta emérito Félix Grande setenta y nueve años, si un revés de la parca no se lo hubiera llevado por delante el 30 de enero de 2014, dejándonos el recuerdo de su plateada cabellera enredado entre versos de Las piedras, amamantados con la soledad interior que siempre acompaña a los poetas.

Nieto de cabreros, hijo de republicanos y guitarrista flamenco, hasta que se tropezó con la poesía en una revista que tantos dolores de cabeza llevaría a su vida, antes de recibir el premio Adonais de la mano espiritual de Machado que guió sus pasos entre los renglones de arriesgados versos sociales.

Grande fue Félix Grande en persona encarnada. Grande su compromiso para liberar al maestro Rosales de su injusta carga. Grande su flamencología. Grande su amistad con el peruano César Vallejo. Grande su silencio durante treinta años. Y grande su alma de poeta enamorado de la vida, la guitarra y los versos.

Mi recuerdo a Félix envuelve sincera evocación de afecto a Francisca que ha sabido darnos, con sabiduría poética, noticias de su propia historia, transmitiendo ambos a Guadalupe el amor a la complaciente poesía con que nos deleita prestándonos la llave para acceder a la vida a través de la niebla.

DIARIO DE RESURRECCIÓN

DIARIO DE RESURRECCIÓN

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Sin previo aviso ni anticipo de dolor sentido, un día como hoy de 1992 se nos fue el poeta encendido Luis Rosales desde la clínica Puerta de Hierro a la eternidad, tras sufrir un paro respiratorio, cansado de respirar versos, acompañados de un embolismo cerebral  inagotable de creatividad poética.

No fue suficiente para este soñador, encender la casa ni dar contenido a su corazón para ahuyentar la vieja amiga de la almohada, aunque Félix Grande afirmara que la muerte no interrumpió nada, explicándonos que Luis Rosales fue perseguido toda la vida por defender la vida de Federico.

Alternando la estética clasicista con el vanguardismo surrealista, nos dejó una poesía humildemente espiritual plena de sentimientos nobles y desbordante belleza literaria dirigida a la línea de flotación de esenciales valores humanos, éticos y estéticos, descubiertos por Rosales en la cotidianidad de la vida.

Murió Luis eternizando sus versos, mientras el injusto rumor de la malicia sigue falseando la realidad de lo sucedido el 16 de agosto de 1936 en su casa falangista, cuando la sordera de Trescastro y García Alix impidió oír los gritos de Luis pidiendo la liberación del amigo, sin que la historia haya visto sus lacrimales acuosos de impotencia ante la barbarie.

No existió el ofrecimiento ni la obediencia y así lo creyó Federico cuando recogió las muletas del viento funerario para que su alma caminara por el mismo sendero eterno que se hace veintidós años emprendió Luis Rosales a su encuentro, para llevarle la contraria a los mentideros de la historia.