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TRADUCCIÓN Y CASTIGO

TRADUCCIÓN Y CASTIGO

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En pleno Renacimiento y estando la Inquisición en lo más alto de la columna político-religiosa, se le ocurrió a Fray Luis de León contravenir las órdenes del poderoso tribunal católico, traduciendo al castellano el bíblico Cantar de los Cantares, libro de imposible lectura para creyentes incultos, cuyo arriesgado texto despertaba en su prima especial curiosidad, capaz de promover en el alma un singular empeño por conocer el contenido del texto.

La tenaz insistencia de la monja y sus lógicos argumentos, acabaron por convencer al fraile Luis, quien lo tradujo en la primavera de 1561 sabiendo el riesgo que representaba para él semejante atrevimiento, porque los libros sagrados sostenedores de la doctrina estaban a disposición de los fieles, para no ser comprendidos por ellos y así evitar interpretaciones sesgadas de los mensajes divinos contenidos en sus páginas.

Inquisidores y obispos entendían que Dios no había inspirado a los profetas las sagradas escrituras para que fueran entendidas por los files, en ellos encontraran consuelo al dolor, aliviaran los trabajos diarios, sirvieran de luminaria en las tinieblas de la vida y remediaran las llagas que el pecado dejaba en sus almas.

Esa fue la voluntad de Dios, nunca respetada por las autoridades eclesiásticas para evitar que los ignorantes creyentes pudieran leer los mensajes divinos, pues en opinión de los prelados las gentes eran toscas, incapaces de alcanzar las riquezas de las Escrituras, ni interpretarlas adecuadamente, pudiendo con su incultura contravenir el mensaje y la voluntad de Dios.

Fray Luis de León fue procesado por ello y condenado a cinco años de cárcel en una celda inquisidora donde sufrió castigo, desprecio, dilaciones injustificadas y trato degradante por el grave delito cometido ante quienes predicaban amor al prójimo, amenazándole a la puerta de la libertad con nuevos castigos si mantenía su empeño libertario.

A MÍ, QUE ME REGISTREN

A MÍ, QUE ME REGISTREN

Echar la culpa a otros gusta más a los conservadores que el chocolate con churros a los párrocos en casa de los ricos feligreses a media tarde.

En un tiempo pasado, achacaban las desgracias patrias a una conjunción de judíos, masones y marxistas, dando como probado y propagado por los ideólogos del régimen, que el franquismo era víctima inocente de la guerra civil, de las cartillas de racionamiento y de la emigración masiva de españoles.

Con la llegada a la pseudocracia fue la CIA culpable de algunos de nuestros males, al parecer por meterse a desarreglar entuertos donde nadie la había llamado.

Más adelante, los males sufridos en el país eran debidos a la herencia de corrupción felipista cedida por el gobierno del cambio rosado. Por cierto, todavía estamos esperando algunos cambios prometidos por ellos, después de 22 años de gobierno socialista.

En la actualidad, los culpables de todos los males que exoneran de responsabilidad a los conservadores, son múltiples y variados. De una parte está el legado de Zapatero, receptor de todos los dardos habidos y por haber, siendo responsable también de las últimas lluvias y de que se le cayera el bolígrafo a mi pescadera. También la insolidaridad de los funcionarios, ha llevado al gobierno a su demonización. Y, por último, en un alarde de paroxismo, el señor Montoro culpaba el otro día de la situación que padecemos a la UniónEuropea, por no hacer lo que debía hacer.

No obstante, parece claro que la realidad es bien distinta, pues en todo lo que ahora está sucediendo tienen bastante culpa el propio Gobierno que dispara responsabilidades a todo lo que se mueve, estimulado por la incompetencia y sumisión de sus miembros, que han optado por la vía fácil de la obediencia debida, sin pensar mucho en las consecuencia de sus decisiones.