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Etiqueta: explicaderas

ENTENDEDERAS Y EXPLICADERAS

ENTENDEDERAS Y EXPLICADERAS

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En ocasiones la incomprensión y el desacuerdo entre dos partes es inevitable por malas explicaderas del que argumenta sus razones, o deficientes entendederas de quien las recibe, pues no siempre los mensajes se emiten correctamente para que puedan ser entendidos, o no se entienden bien por parte de quien los escucha.

Esto es debido a dificultades del emisor para transmitir sus ideas o a interferencias en el receptor para recibirlas, situándose el origen del problema en causas diversas que van desde la intencionalidad en la mala expresión de lo que se piensa, hasta la negativa a entender aquello que no se quiere oír, por claro que sea el razonamiento expuesto.

Las consecuencias del mal entendimiento -sea éste involuntario o intencionado- provoca discordancias entre las explicaderas de unos y las entendederas de otros, siendo la causa de muchos males que nos aquejan y del fracaso en mesas de negociación, discusiones varias, aulas docentes, quejas vecinales, debates políticos, asambleas públicas y conversaciones privadas.

Lo grave es cuando las interferencias son provocadas intencionadamente, negándose los interlocutores al entendimiento mutuo por atrofia en las cuerdas vocales del emisor o bloqueo en la Trompa de Eustaquio del receptor, opuestos ambos a opiniones divergentes y argumentos contrarios, en defensa de intereses propios, cerrándose por ambos lados las esclusas al entendimiento, como sucede en los debates políticos y televisivos, entre los contendientes verbales de diferentes bandos.

Incluso entre personas bien intencionadas que dialogan con ánimo de entenderse, no siempre las explicaderas de unos y las entendederas de otro se acoplan en fase, porque entre lo que se piensa, lo que se quiere decir, lo que se cree que se ha dicho y lo que se dice, hay en ocasiones igual abismo que entre lo que se quiere escuchar, lo que se escucha, lo que se entiende y lo que se quiere entender.

ENTENDEDERAS Y EXPLICADERAS

ENTENDEDERAS Y EXPLICADERAS

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Viendo la intolerante discrepancia entre los partidos políticos, sus líneas rojas, su falta de voluntad real para llegar al acuerdo y lo que se esconde tras las negativas de entendimiento, no queda otra opción que pensar en malintencionadas entendederas y tendenciosas explicaderas, que justifiquen las irreconciliables divergencias que existen entre ellos.

En ocasiones la incomprensión y el desacuerdo entre dos partes es inevitable por malas explicaderas de quien argumenta sus razones, o malas entendederas por parte de quien las recibe, pues no siempre los mensajes se emiten correctamente para que pueda ser entendidos, o no se entienden bien por quienes los escuchan.

Esto es debido a la dificultad de transmitir el pensamiento por el emisor o a interferencias en el receptor mental de quien recibe las ondas, situándose el origen del problema en causas diversas que van desde la intencionalidad en la mala expresión de lo que se piensa, hasta la negativa a entender aquello que no se quiere oír por claro que sea el razonamiento expuesto.

Esta discordancia entre explicaderas y entendederas es la causa de muchos males que a nos aquejan y del fracaso en mesas de negociación, discusiones variadas, aulas docentes, quejas vecinales, debates políticos, asambleas públicas y conversaciones privadas.

No puede haber entendimiento cuando se bloquean en la Trompa de Eustaquio las opiniones divergentes, se argumenta lo contrario a lo que practica, se niegan realidades evidentes, se defienden espurios intereses, se manipulan argumentos, se cierran las esclusas del entendimiento o se confunden las palabras en el relato, despistando a propios y extraños.

Y es que entre lo que se piensa, lo que se quiere decir, lo que se cree que se ha dicho y lo que se dice, hay en ocasiones igual abismo que entre lo que se quiere escuchar, lo que se escucha, lo que se entiende y lo que se quiere entender.

ENTENDEDERAS Y EXPLICADERAS

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La experiencia me ha enseñado que en muchas ocasiones no es posible alcanzar la comunicación deseada con otras personas, bien por incapacidad del emisor para decir lo que quiere decir o por mal entendimiento del receptor que le impide captar adecuadamente el mensaje recibido.

Es decir, que la comunicación exige que emisor y receptor sintonicen sus respectivas frecuencias para evitar interferencias, y alcanzar la sintonía, aunque cada cual emita ondas de diferente contenido, pero en la misma banda hertziana, con el mismo tono y similar razón, aunque sean diferentes las razones de cada cual.

Dicho de otra manera, la comprensión de un mensaje no siempre alcanza su objetivo, debido a malas entendederas de quien lo recibe, o deficientes explicaderas por parte quien tiene la obligación de explicarse bien, aunque unos y otros crean estar donde no les corresponde.

Me ocurrió ayer de nuevo en esta bitácora, cuando traté de exponer las anécdotas y vivencias sentidas por alguien que fue por primera vez a un coso taurino, que muchos amigos criticaron atribuyéndome una taurofilia inexistente, consolándome con que algo parecido le ocurrió al antitaurino Unamuno cuando en la madurez de su vida presenció una corrida de toros en Zamora.

No es la primera vez que me ocurre esto, pues hace unos días pretendiendo enviar un mensaje de optimismo, fue recibido por algunos amigos y amigas como estado pesimista de ánimo, no encontrando a esta divergencia otra explicación que una mala exposición del sentimiento que quise verter, o mala captación del mensaje por quienes tienen la generosidad de leer estas confidencia diarias, vertidas con una pluma en una mano y en la otra un hueso anímico descarnado.

Confieso que esto me inquieta en ocasiones, porque más importante que el mensaje enviado es cómo lo percibe el lector, sobre todo pensando que los visitantes de esta bitácora se acercan a ella con la mejor intención, porque si al otro lado de la pantalla no tuviera amigos que entraran en esta casa, ya la habría cerrado hace tiempo, pero la mantengo porque siento la cercanía de los lectores, como primer paso para el encuentro.

SÓLO ME INTERESAN LAS PERSONAS

SÓLO ME INTERESAN LAS PERSONAS

Entre todas las opciones posibles para justificar ciertas opiniones ajenas sobre pensares y sentires del patrón de esta bitácora, cobran ventaja dos de ellas sobre las demás: o tengo malas explicaderas o algunos de los que se acercan a estas páginas tienen lesionadas las entendederas.

Ayer tuve que repetir lo que ya he dicho muchas veces, y hoy proclamo una vez más: sólo mantengo la confianza en personas concretas, que tienen nombres y apellidos bien definidos. Seres humanos con huellas digitales específicas, identificado el rostro, gestos propios, personalidad única y comportamiento ejemplar.

Mis filias y fobias de antaño, mis viejos compromisos militantes y mi fe en las organizaciones humanas, se han diluido en experiencias y desengaños, es decir, que  mis simpatías colectivas y afiliaciones grupales, han pasado a mejor vida.

No creo en programas electorales, ni en los partidos políticos, – sean del signo que sean -, ni en sus dirigentes, porque he conocido sinvergüenzas en todos los bandos, interesadas adhesiones, cobardes silencios y detestables actitudes. Tampoco espero nada de las organizaciones sindicales, por mucho que sus siglas se acerquen a mi vocación social. Ni confío en organizaciones benéficas o corporaciones pretendidamente altruistas.

Sabed que no me preocupa, ni me inquieta, ni me separa de las personas la ideología política o religiosa que profesen, sino sus comportamientos reales y actitudes manifiestas. Envidio las virtudes de quienes las tienen, intento seguir el ejemplo de las personas ejemplares, trato de imitar la solidaridad de los vecinos solidarios, comparto con los amigos su lucha por la igualdad, participo de su empeño por defender al débil, hago mío su compromiso con la justicia y desprecio asqueado con ellos a los estafadores, corruptos, politiqueros y especuladores.

Todavía mantengo intactos mis principios de juventud y todos los ideales que han movilizado mi espíritu a lo largo de la vida. Bueno, todos, no. Un buen día abandoné las pilas bautismales, porque la experiencia y la razón me impidieron sumergirme en ellas, pero disfruto de buenos amigos clérigos y seglares de diferentes creencias.