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EXCOMUNIÓN PLANETARIA

EXCOMUNIÓN PLANETARIA

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En el año 1455 el cardenal Alfonso de Borja fue elegido papa con el nombre de Calixto III, siendo el primer español en acomodar sus posaderas pontificias en la silla de San Pedro, dispuesto a dar mucho que hablar en la historia, multiplicando las habladurías quienes le sucedieron en la sede romana, como ejemplo de lo que no deben hacer los grandes pastores de la grey católica.

El listo de Calixto ocupó gran parte de su tiempo en enriquecerse y dejar bien colocada a la familia, especialmente a su sobrino Borgia que subió al pódium eclesiástico como Alejandro VI, protector de sus nueve hijos, especialmente de Lucrecia y César Borgia, haciendo lamentable historia de toda la saga.

La leyenda no bien documentada, cuenta algunas extravagancias tragicómicas de Calixto, siendo la más curiosa su decisión de excomulgar al desafortunado cometa Halley, que se deja ver cada setenta y seis años, con tan mala suerte que en una de sus visitas le dio al papa por mirar al cielo y mandarlo al infierno para la eternidad. Condena que debió ser revocada por Dios, pues el cometa ha seguido visitándonos después de la sanción.

Al parecer, no contento con castigar al astro, impuso a todos los creyentes la obligatoriedad de rezar el ángelus tres veces al día: por la mañana, al mediodía y por la noche, para eliminar el cometa del firmamento, costumbre oratoria mantenida por alguna emisora de radio y espadaña religiosa, hasta hace pocos segundos.

El visionario papa, interpretó que la ondulante, amarilla y fogosa cola del Halley representaba la ira de Dios contra los cristianos, por permitir que los turcos se apoderaran de Constantinopla, pretendiendo que las oraciones de los feligreses calmarán al Señor, pidiendo al Todopoderoso que ordenara la caída en picado del cometa sobre la ciudad, provocando la muerte de los malvados turcos con semejante manotazo divino.

MARIDAJE INTOLERANTE

MARIDAJE INTOLERANTE

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El maridaje Iglesia y Estado que llevó a Felipe II al altar político-religioso del brazo de Clemente VII, Pablo III, Julio III, Marcelo II y Pablo IV, comenzó a tomar tintes alarmantes con la promulgación de un decreto por el que se prohibía la importación de libros extranjeros y se ordenaba que todos los textos impresos en los territorios gobernados por el rey ¿prudente?, debían llevar la licencia del Consejo de Castilla y la censura eclesiástica correspondiente.

Con ello se pretendía dirigir la mente y los conocimientos de los súbditos en la dirección que más interesaba a la monarquía y al papado, con graves perjuicios para los ciudadanos cultos, los intelectuales y los librepensadores, publicando el Índice de los libros prohibidos por la Iglesia y amenazando de excomunión y tortura a quienes no atendieran lo ordenado.

Antes de contraer matrimonio por poderes en el mes de enero de 1560 con la hija de Enrique II, Isabel de Valois, de catorce años de edad, don Felipe despidió el año 1559 presidiendo un Auto de Fe en la plaza mayor de Valladolid donde fueron condenadas bajo la acusación de luteranismo treinta y dos personas, de las cuales trece de ellas fueron ajusticiadas a garrote y otras dos quemadas vivas: Don Carlos de Sesso y Juan Sánchez, criado del predicador de la corte Agustín de Cazalla, también muerto a garrote, cuya madre fue desenterrada y quemada.

Pero esto no fue bastante para los exterminadores: derribaron su casa para que no fuera ocupada por más espíritus malignos protestantes, cubrieron los restos con sal para ahuyentar libertades y levantaron un paredón de piedra cerrando el paso a la cultura, con un letrero contando el grave delito cometido y la mínima pena impuesta.

CRONISTAS Y CRONICONES

CRONISTAS Y CRONICONES

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El sevillano Mateo Alemán aconseja en el Guzmán de Alfarache no entrar en laberintos de los que no pueda salirse libremente y sin mancha alguna, pero la realidad de las tribunas periodísticas actuales exige entrar en sus renglones y palabras para denunciar la servidumbre de muchos columnistas, tertulianos y opinadores, al jefe de turno que corresponde en cada caso, aunque nos dejemos algunos pelos en la gatera.

La abundancia de periodistas al servicio del pagador, que venden su voluntad al mejor postor y hacen juegos de magia con palabras disfrazadas de verdades absolutas para complacer con ellas al patrón que los sustenta, hace evocar a cronistas independientes que humedecen su pluma en sangre recién vertida.

Las crónicas de tan invocados escritores son el reflejo de la vida y sus columnas actas notariales de la realidad que observan, sin más que descorrer los visillos de las ventanas, por muy triste, dolorosa, injusta y amarga que sea la realidad que contemplan.

Pero también el cronista honrado tiene la obligación de mostrar el reverso de esta avinagrada medalla, porque la vida se endulza ocasionalmente con buenas nuevas que recrean el espíritu y noticias alentadoras de cuando en cuando para nutrir el alma, alejadas del triunfo conseguido por pescadores de bienes ajenos en este río revuelto de mercaderes, depredadores y matarifes, merecedores de excomunión.

El cronista honrado que aplaudimos no es cómplice de la mentira, ni falsea la realidad, ni encubre fechorías, sino todo lo contrario, las pone al descubierto en la plaza pública para escarnio de los protagonistas merecedores de ser lapidados por la sociedad que soporta sus extorsiones, trampas y estafas.

Si ustedes conocen algún cronista con este perfil soñado de notario independiente, honrado y veraz sobre la realidad objetiva de la vida diaria, digan su nombre en voz alta para complacernos en él y desterrar este artículo, escrito con decepción al ver la compra-venta de opiniones que campea a sus ancha entre los periodistas sometidos a poderes ideológicos, religiosos, políticos y financieros.