Navegando por
Etiqueta: estiércol

LA REDENCIÓN ES POSIBLE

LA REDENCIÓN ES POSIBLE

4e08eaf8789ee957fbcb9fae6318ddc2

He cabalgado en sueños sobre frágiles monturas hacia quimeras inalcanzables, esquivando certidumbres, venciendo dudas y contraviniendo preceptos grabados a fuego en páginas de la infancia, sin pretender otra cosa que dejarme envolver por historias empedradas en la realidad del camino recorrido, acompañado de mi sombra en el espejo.

Galopando en jornadas interminables sobre leyes, tratados, catecismos, armisticios y contratos, llegue a tiempo para asistir a los desposorios enlutados de los porqueros con el estiércol, sin poder evitar que la miseria moral apadrinara este maridaje, haciendo de la corrupción, costumbre.

Pero aún queda tiempo para la redención si todos tomamos el látigo evangélico colgado en el perchero de la civilización cristiana y expulsamos a cinturazos del templo social a los mercaderes de la vida, sin darles tiempo a recibir inmerecidas bendiciones indulgentes en las urnas.

Verdearán entonces las fachadas institucionales, brotaran flores en las mesas de los despachos, crecerá la hierba en las alfombras y la moral tendrá su espacio en los sillones, la ética colectiva abandonará su destierro y cabalgaremos juntos hacia la luz sin descuideros que nos roben el futuro, rateros de guante albino, embaucadores de feria, explotadores de oficio, depredadores sin escrúpulos, especuladores de la miseria y trileros que mienten como bellacos de bellota.

A VECES NO AMANECE EL DÍA

A VECES NO AMANECE EL DÍA

images

Sucede algunas veces que las tinieblas ensombrecen la vida sin previo aviso, secando los manantiales donde saciamos la sed cotidiana en fraternal mesa compartida, cuando algún comensal decide no acudir al banquete amoroso, como le ha sucedido a José, dejándonos el corazón tan roto como el suyo por un despreciable golpe de sangre que se lo ha llevado, abandonando la esperanza a la intemperie.

En días como estos, un aire gris amordaza los ruiseñores y circunda la cúpula nocturna del velatorio con un rosario inútil de cuentas errantes, hermanando el dolor y los recuerdos con puntadas de lágrima en la patena misericordiosa del amor, mientras los helechos bordean contornos del corazón, poniendo laureles en el pecho herido y sin latidos, al tiempo que el estiércol despliega prematuramente sus brazos de esparto sobre el difunto.

Son días en que muerte entenebrece la luz y huyen los geranios de las macetas a los regatos abandonados que discurren por las paredes fisuradas de las criptas, sin más oficio que llevar manojos de recuerdos de un lugar a otro.

Se humilla el breviario en el cítrico vacío de las rendijas funerarias y un certero manotazo hace rodar a los ángeles por el suelo, impidiendo creer otra verdad imposible porque la certeza prohíbe revertir el catecismo, cuando la redención carece de argumentos y la despedida total es firme certidumbre.

En días como estos, quisiéramos presentir la redención soñada y retomar el camino de la fe, pero la enorme espalda de la muerte cierra el paso a toda credulidad.