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GABO Y LOS PODEROSOS

GABO Y LOS PODEROSOS

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Pasados hoy siete meses de la muerte de García Márquez, oigo vociferar a un tertuliano de las ondas falsos testimonios sobre el escritor que me mueven a responderle, sabiendo que el autor de tales vociferios contra el escritor no leerá esta réplica a sus injustas diatribas.

Este ignorante sabelotodo, perteneciente a la más rancia derecha española en la que apenas militan una minoría de anacrónicos visionarios, criticaba que Gabo siempre buscara estar cerca de los poderosos en su propio beneficio, cuando la realidad es bien distinta a la pregonada por este iletrado predicador.

Es indudable que el poder interesó a Gabo como trasfondo de sus obras, algo reconocido por él mismo en varias ocasiones afirmando que todo lo que había escrito estaba relacionado con el poder, sin escatimar su imagen pública junto a los ciudadanos más poderosos del mundo, fueran políticos, empresarios, financieros o intelectuales.

Pero estos encuentros nunca estuvieron promovidos por Gabo ni se realizaron gratuitamente, ni estuvieron marcados por el narcisismo que nunca tuvo, sino para hacer realidad su compromiso social, unido a la valiente denuncia pública de las injusticias cometidas por los poderosos que visitaba.

De esta forma, consiguió en varias ocasiones que los gobiernos llegaran a determinados acuerdos con las guerrillas, que se liberaran algunos pueblos de ataduras y castigos, que muchos presos políticos alcanzaran la libertad y que la paz llegara a lugares que llevaban tiempo reclamando los condenados y algunos organismos internacionales.

Esa es la realidad que ocultaban todas las fotografías de Gabo con los poderosos, aunque tal actitud sea incomprensible para ese tertuliano pesebrero que mendiga contratos de palabrería a la puerta de los mismos poderosos que García Márquez ponía en la picota social.

A VEINTINUEVE DÓLARES EL NEGRO MUERTO

A VEINTINUEVE DÓLARES EL NEGRO MUERTO

Unknown

El desprecio por la raza negra, que para muchos era símbolo de ignorancia, pobreza, atraso y delincuencia, llevó a ciertos dirigentes políticos a eliminar de sus países todo punto negro que se moviera confundido entre la negrura de los suburbios y barrios marginales.

Así, cuando el dominicano general Leónidas Trujillo se propuso incorporar la República Dominicana a la senda del progreso económico, social y cultural, pensó que llegarían antes a la meta si dejaban por el camino a los negros que caminaban con ellos.

Con esa idea en el filo de la navaja, ordenó en 1937 a sus esbirros el descuartizamiento a machetazo limpio de veinticinco mil haitianos de raza negra, que deambulaban entre los cañaverales de azúcar del país, compartiendo territorio en la Española isla de las caribeñas Antillas.

Lo curioso es que este animal con apariencia racional, a la sazón mulato por parte de su abuela haitiana, tenía el macabro cinismo de blanquearse la cara con polvo de arroz para disimular su negritud y justificar la locura de su salvaje intento blanqueador del país.

Siniestra deuda que este predecesor de sucesivos matarifes pretendió saldar con el Gobierno haitiano pagándole veintinueve dólares por cada negro cuarteado, tras admitir que había hecho picadillo a dieciocho mil vecinos, por los que tuvo que pagar quinientos veintidós mil dólares.

De forma tan sencilla se cerró el trato de la transacción comercial más repugnante que ha llevado a cabo la raza humana, ante el silencio y complacencia de quienes pudieron evitarlo, en espera del genocidio nazi que llegaría años después.

Hoy no se machetea la negritud social de los desfavorecidos, basta con suprimirles las medicinas, impedirles el paso a los hospitales y quitarles las sillas de ruedas para rueden sus cuerpos por el suelo, dejando que la muerte vaya haciendo lentamente su trabajo, mientras los matarifes dictan leyes exterminadoras y los capelos se dan golpes de pecho en silencio, pidiendo a Dios la redención que ellos niegan a los condenados.

DEMOCRACIA A LA ESPAÑOLA

DEMOCRACIA A LA ESPAÑOLA

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Durante años estuvimos justificando lagunas democráticas en el país, argumentando la bisoñez de nuestra democracia y los inevitables efectos colaterales derivados de los cuarenta años de dictadura que padecimos, pero ya no caben más disculpas ni retrasos.

Nuestros jóvenes y los adultos en primera madurez, han nacido y crecido en democracia y somos responsables los de mi generación de haberles ofrecido un sistema de gobierno que poco tiene que ver con la realidad que se vive en países democráticamente consolidados.

Basta comprobar la impunidad política, ética y judicial con que se mueven los dirigentes políticos, para certificar que la igualdad ante la ley, el compromiso moral con el pueblo y la renuncia al cargo, son quimeras inalcanzables en este país.

Basta contemplar la corrupta mancha de aceite que se extiende por la piel de toro, para solicitar que la indignación de los desfavorecidos y parados se derrame por encima de ella y ahogue en sangre la especulación, los abusos, las mentiras y las trampas.

Basta recordar nombres como Flick, KIO, Rumasa, Ibercorp, Urralburu, Salanueva, Roldán, Conde, Naseiro, Hormaechea, Pallerols, Villalonga, Forcem, Gescartera, y ver hoy inscritos en la punta del iceberg a Gürtel, Malaya, EREs, Matas, Palau, Pretoria, Campeón, Renedo, Berzosa y Urdangarín, para darnos cuenta, como dice la pancarta, que no hay suficiente pan para tanto chorizo suelto en un país que juega a ser democrático.

Basta oír a la infanta Pilar mandando callar a los vasallos de su hermano Juanito y culpando a los medios de comunicación de las fechorías de su sobrilítico Iñaki, para sentirnos despreciados como siervos medievales de la gleba.

Basta leer el programa electoral del PP, repasar las hemeroteca y pasear la vista por las videotecas para darnos cuenta del fraude electoral cometido por la gaviota, al prometer que no harían algunas cosas que están haciendo, dañando especialmente a los inocentes de la tragedia.

Basta recordar ciertas gestiones del anterior gobierno, evocar algunos ministros/as y contemplar las navajas que vuelan en Ferraz y Sevilla, para comprender lo que pasó el 20-N y disponernos a aceptar resignados el oscuro porvenir que nos espera con lo que está por venir del socialismo político profesional.

Basta ver tirados en estercoleros políticos valores democráticos como la honradez, igualdad, participación, transparencia, solidaridad, respeto, tolerancia y verdad, para confirmar sin error la degradación del sistema.

Basta comprobar la indiferencia con que una sociedad dormida y adocenada acepta resignadamente el despilfarro institucional, el abuso salarial de políticos y la incompetencia de los dirigentes, para certificar el cierre por defunción.

Basta reflexionar un par de minutos sobre la dimisión del presidente alemán Christian Wulff al apuntar hacia él la fiscalía de Hannover, para constatar el camino democrático que aún nos queda por recorrer.

Basta oír al Jefe del Estado apelar a razones judiciales y penales para acreditar la honestidad de cargos públicos y yernos, olvidando el clamor popular de los súbditos exigiendo testimonio ético, compromiso moral y honradez a la mujer del César.