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LA ISLA DE LOS ESCLAVOS

LA ISLA DE LOS ESCLAVOS

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Frente a Senegal, se encuentra una pequeña isla de 17 hectáreas declarada el 1978 Patrimonio de la Humanidad de la Unesco, por tener el triste privilegio de ser la isla de los esclavos, donde se hacinaban desde el siglo XVI al XIX millones de seres humanos para ser vendidos como siervos a los Estados Unidos de América.

En esta senegalesa isla de Gorée había lujosas mansiones ocupadas por los mercaderes de hombres, que contrastaban con miserables y lúgubres alojamientos donde se amontonaban como paquetes de mercancías, los esclavos que eran vendidos a ricos postores sin escrúpulos por degenerados traficantes de vidas humanas.

Se calcula que en los tres últimos siglos de existencia, hasta 1848 en que Francia abolió la esclavitud, ocuparon veinte millones de esclavos las pequeñas cuadras donde se apilaban los esclavos en repugnantes condiciones, antes de ser embarcados en las bodegas de los barcos para dejarse la piel al servicio de los explotadores.

Las casas de la diáspora africana estaban formadas por celdas de ocho metros cuadrados, donde se aherrojaban a los hombres por el cuello y los brazos con una gruesa cadena unida a la pesada bola de hierro que debían cargar una vez al día, cuando les permitían salir al campo para hacer sus necesidades fisiológicas.

INVERSIÓN DEL MIEDO

INVERSIÓN DEL MIEDO

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La crisis que azota a los ciudadanos de las clases media y baja está siendo una buena escuela de aprendizaje conductual en el ámbito socioeconómico, con inversión radical de comportamientos entre la clase dominante y la inmensa mayoría de ciudadanos dominados por los dominadores.

La historia universal refleja claramente que los poderosos nunca hicieron gratuitamente concesiones a los plebeyos, sino que el pueblo tuvo que luchar para conseguirlas, en algunos casos derramando sangre propia y cortando cabezas rectoras, estafadoras, explotadoras y abusadoras.

La clave estuvo en sembrar incertidumbre de futuro en los mandamases con el fin de paralizar todas las acciones de los patronos tendentes al abuso de privilegios, dominio de voluntades ajenas  y desprecio sistemático de los derechos humanos.

Las revoluciones populares acabaron con el absolutismo, liberaron a los esclavos de sus cadenas, hicieron posible la democracia, conquistaron derechos laborales, y lo que es más importante, inocularon el miedo en el alma de la clase dominante.

Hoy se ha invertido la situación y el miedo se ha hospedado en casa de los pobres que soportan resignadamente los azotes de la privilegiada clase dominante, sabedora de la impunidad que le otorgan las rendijas legales, la protección que reciben de las fuerzas de seguridad que paga el pueblo y la caterva de cómplices que gobiernan para ellos, se benefician de ellos y forman parte de ellos.

MODERNA ESCLAVITUD

MODERNA ESCLAVITUD

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En siglos precedentes se deportaban negros africanos para trabajar como esclavos en colonias inglesas, francesas, portuguesas y españolas, siendo el comercio de esclavos moneda de curso legal, como ahora lo es la emigración de personas en busca de un trabajo que les permita sobrevivir, en medio de la nueva esclavitud que muchos se niegan a reconocer, espantados ante esa palabra.

Si ser esclavo es carecer de libertad por estar bajo el dominio de alguien, y esclavitud la sujeción excesiva a ese alguien, es difícil negar la vigencia del esclavismo en la sociedad actual, por mucho que se disfrace de hipotéticas libertades democráticas, para consuelo de ingenuos y candorosos ciudadanos.

Ya en 1762 el filósofo Jean Jacques Rousseau aseguraba en El contrato social que el hombre había nacido libre pero que estaba en todas partes encadenado, animando con ello a la Revolución Francesa de 1789, de consecuencias por todos conocidas, aunque muchos dirigentes políticos y financieros las ignoren o crean irrepetibles en el siglo XXI.

Nadie puede dudar el sometimiento del pueblo a decretos gubernamentales, exigidos por el insaciable poder financiero que organiza el mundo, llevándonos a un esclavismo de nuevo cuño, disfrazado con preceptos legales de menor cuantía, sin percibir que las Constituciones nacionales y los Derechos Humanos contradicen los decretos exterminadores.

Esto sucede cuando los poderes político y financiero de Europa piden más recortes a España y nuestro jefe Rajoy otorga, comenzando por relegar a España a la cola de su ejemplar solidaridad, descabezándola de los transplantes de órganos para dejar en la morgue social a los enfermos igual que los barcos negreros arrojaban por la borda a los esclavos inservibles.

VIGENCIA DE ESCLAVITUD

VIGENCIA DE ESCLAVITUD

La esclavitud es el degradante estado de sujeción abusiva que sufren muchas personas al carecer de libertades, por estar sometidas al dominio de los “propietarios”, insaciables en su desmedida ambición por obtener máximos servicios con el mínimo esfuerzo, a costa del sudor y sacrificio de los esclavos que les sirven, ante el silencio y complicidad de una sociedad que mira para otro lado.

Antiguamente la alternativa a la muerte era para muchas personas la esclavitud. Vil chantaje que hacían los amos a prisioneros de guerra, deudores o hambrientos. Hoy no hay prisioneros de guerra entre nosotros, pero sobran deudores estafados, ciudadanos hambrientos buscando restos de comida en los contenedores de basura y desempleados a la espera de abandonar las listas de paro para incorporarse a la esclavitud de patrones sin escrúpulos que buscan esclavos en las bolsas de miseria.

El cinismo mundial llega al extremo de pregonar la abolición de la esclavitud, sabiendo que veintisiete millones de hombres, mujeres y niños la padecen y sufren como esclavos en los cinco continentes, generando unos beneficios a sus dueños superiores a los diez mil millones de euros.

Pero no es preciso visitar los hornos de ladrillos en India y Nepal; ni acercarse al Himalaya para ver a los niños acarrear piedras sobre las espaldas, más pesadas que su cuerpo; ni pasear por lo prostíbulos de Kathmandú donde el tráfico sexual enrojece el alma de vergüenza; ni viajar a Ghana para ver a jóvenes ahogarse en lagos pescando jornadas enteras para los explotadores. Nada de esto hace falta, porque la esclavitud está entre nosotros, disfrazada con leyes y derechos escamoteados a los trabajadores por el temor de estos al despido.

Ayer supe, por ejemplo, que Felipe debe hacer interminables jornadas de trabajo muy superiores a su horario laboral, sufriendo trato degradante del jefe y realizando tareas que nada tienen que ver con el oficio para el que fue contratado. Y que Alicia se afana como “doméstica” aceptando resignadamente la explotación a que es sometida por los “señores”, sin descanso en toda la jornada, debiendo trabajar ocho horas más de las tres matinales acordadas, con obligación de realizar tareas que nada tienen que ver con la limpieza de la casa, según el compromiso verbal firmado con los “amos”.