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CRISTIANOS DEMÓCRATAS ANTICRISTIANOS

CRISTIANOS DEMÓCRATAS ANTICRISTIANOS

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El silencio de la Iglesia ante los decretos exterminadores que los cristianos en el poder imponen a sus pobres hermanos en la fe, nos obliga a denunciar el anticristianismo de tales mandatarios, que parecen estar más cercanos al anticristo o demonios fugados del infierno, que a los ángeles custodios celestiales.

Sorprende el cristianismo de Ángela Merkel, líder de la Democracia Cristiana alemana y miembro de la Unión Social Cristiana de Baviera, que estando rodeada de cristianos por todas partes, no practica la doctrina de Cristo, sino la dictada por el becerro de oro al que todos adoran, aunque ninguno confiese su servidumbre al ídolo financiero.

La doctrina de los mandamases españoles que se dan golpes de pecho en los reclinatorios de los templos mientras los prelados celebran Tedeums, tiene poco de amor al prójimo, escasa caridad cristiana y nula obediencia a la ley divina que exige la redención de los oprimidos y la liberación de los pobres.

La situación generada por los católicos en el poder, con la bendición silenciosa de la jerarquía eclesiástica, nada tiene que ver con el cristianismo primitivo que tanto influyó en la abolición de la esclavitud, haciendo inmorales y anticristianas las actuales condiciones laborales que oprimen a los trabajadores, convirtiendo la libertad un sarcasmo que ajusta grilletes en los pies, provoca el hambre, multiplica el paro y expande la miseria.

Se trata de nuestra emancipación, que hoy está en manos de quienes se santiguan con la derecha y profanan la dignidad humana con la izquierda, alentando desigualdades sociales, promoviendo injusta distribución de bienes y estimulando la pobreza, mientras protegen con uñas y dientes privilegios propios, blindan su futuro y custodian sus intereses, olvidándose de doctrinas, credos, religiones y patrias.

MODERNA ESCLAVITUD

MODERNA ESCLAVITUD

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En siglos precedentes se deportaban negros africanos para trabajar como esclavos en colonias inglesas, francesas, portuguesas y españolas, siendo el comercio de esclavos moneda de curso legal, como ahora lo es la emigración de personas en busca de un trabajo que les permita sobrevivir, en medio de la nueva esclavitud que muchos se niegan a reconocer, espantados ante esa palabra.

Si ser esclavo es carecer de libertad por estar bajo el dominio de alguien, y esclavitud la sujeción excesiva a ese alguien, es difícil negar la vigencia del esclavismo en la sociedad actual, por mucho que se disfrace de hipotéticas libertades democráticas, para consuelo de ingenuos y candorosos ciudadanos.

Ya en 1762 el filósofo Jean Jacques Rousseau aseguraba en El contrato social que el hombre había nacido libre pero que estaba en todas partes encadenado, animando con ello a la Revolución Francesa de 1789, de consecuencias por todos conocidas, aunque muchos dirigentes políticos y financieros las ignoren o crean irrepetibles en el siglo XXI.

Nadie puede dudar el sometimiento del pueblo a decretos gubernamentales, exigidos por el insaciable poder financiero que organiza el mundo, llevándonos a un esclavismo de nuevo cuño, disfrazado con preceptos legales de menor cuantía, sin percibir que las Constituciones nacionales y los Derechos Humanos contradicen los decretos exterminadores.

Esto sucede cuando los poderes político y financiero de Europa piden más recortes a España y nuestro jefe Rajoy otorga, comenzando por relegar a España a la cola de su ejemplar solidaridad, descabezándola de los transplantes de órganos para dejar en la morgue social a los enfermos igual que los barcos negreros arrojaban por la borda a los esclavos inservibles.

IGNOMINIA LABORAL

IGNOMINIA LABORAL

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El salario de miseria con que el Estado compensaba el trabajo de quienes se dedicaban a la sagrada tarea del educar a los niños en las escuelas, alumbró entre la población infortunadas frases hacia ese desdichado colectivo, como la utilizada por los ciudadanos desaventurados que proclamaban “pasar más hambre que un maestro de escuela”.

El vecindario sabía las penurias económicas de los maestros, pero ignoraba las condiciones de trabajo de las maestras, obligadas por ignominiosos conciertos a cumplir unos mandatos de esclavitud personal y profesional que hoy nos espantan, si querían acceder al puesto de trabajo en una escuela. Puede leerse con estupor el contrato de trabajo que hace apenas 90 años estaban obligadas a firmar las maestras que aspiraban a dar clase durante ocho meses en alguna de las escuelas del reino, recibiendo por su trabajo 70 pesetas mensuales.

A imposiciones “menores”, tales como vetarles fumar y tomar bebidas alcohólicas, debían cumplir obligaciones “propias de la condición femenina”, como barrer el aula a diario, fregarla una vez por semana, dejar pulida la pizarra cada día y encender el fuego a las 7 de la mañana, junto a otras opresiones que afectaban directamente a la dignidad personal de la maestra, sin que ésta tuviera oportunidad de manifestar queja alguna.

Entre tales humillaciones, figuraba la prohibición de teñirse el pelo, usar polvos faciales, maquillarse y pintarse los labios, órdenes que eran antesala de vejaciones relacionadas con la indumentaria a lucir, como impedirles usar vestidos de colores brillantes o lucir faldas que estuvieran a más de 5 centímetros por encima de los tobillos, estando obligadas a llevar dos enaguas. En este compromiso de esclavitud, se prohibía a la maestra casarse, pasear o viajar con hombres, no pasearse por heladerías y estar encerrada en su casa desde las 8 de la tarde hasta las 6 de la mañana.

Esperamos que el retroceso histórico en materia educativa provocado por los injustos recortes presupuestarios, no lleve a estos límites el trabajo de nuestras heroicas maestras y que la marea verde sea apoyada por los ciudadanos para evitar hundirnos en un pozo del que tardarían las futuras generaciones tres vidas en salir.

VIGENCIA DE ESCLAVITUD

VIGENCIA DE ESCLAVITUD

La esclavitud es el degradante estado de sujeción abusiva que sufren muchas personas al carecer de libertades, por estar sometidas al dominio de los “propietarios”, insaciables en su desmedida ambición por obtener máximos servicios con el mínimo esfuerzo, a costa del sudor y sacrificio de los esclavos que les sirven, ante el silencio y complicidad de una sociedad que mira para otro lado.

Antiguamente la alternativa a la muerte era para muchas personas la esclavitud. Vil chantaje que hacían los amos a prisioneros de guerra, deudores o hambrientos. Hoy no hay prisioneros de guerra entre nosotros, pero sobran deudores estafados, ciudadanos hambrientos buscando restos de comida en los contenedores de basura y desempleados a la espera de abandonar las listas de paro para incorporarse a la esclavitud de patrones sin escrúpulos que buscan esclavos en las bolsas de miseria.

El cinismo mundial llega al extremo de pregonar la abolición de la esclavitud, sabiendo que veintisiete millones de hombres, mujeres y niños la padecen y sufren como esclavos en los cinco continentes, generando unos beneficios a sus dueños superiores a los diez mil millones de euros.

Pero no es preciso visitar los hornos de ladrillos en India y Nepal; ni acercarse al Himalaya para ver a los niños acarrear piedras sobre las espaldas, más pesadas que su cuerpo; ni pasear por lo prostíbulos de Kathmandú donde el tráfico sexual enrojece el alma de vergüenza; ni viajar a Ghana para ver a jóvenes ahogarse en lagos pescando jornadas enteras para los explotadores. Nada de esto hace falta, porque la esclavitud está entre nosotros, disfrazada con leyes y derechos escamoteados a los trabajadores por el temor de estos al despido.

Ayer supe, por ejemplo, que Felipe debe hacer interminables jornadas de trabajo muy superiores a su horario laboral, sufriendo trato degradante del jefe y realizando tareas que nada tienen que ver con el oficio para el que fue contratado. Y que Alicia se afana como “doméstica” aceptando resignadamente la explotación a que es sometida por los “señores”, sin descanso en toda la jornada, debiendo trabajar ocho horas más de las tres matinales acordadas, con obligación de realizar tareas que nada tienen que ver con la limpieza de la casa, según el compromiso verbal firmado con los “amos”.

ANUNCIOS

ANUNCIOS

En tiempos de esclavitud y mercadeo de negros africanos, se colgaban pasquines en las paredes de ciudades gobernadas por los actuales adalides de la libertad, el respeto y la democracia, en los que podían leerse anuncios como estos:

Vendo negra de veinte años, sabiendo coser y planchar, no apta para cocina.

Se cambia coche por criada con buenas costumbres y sin vicios conocidos.

Si busca siervo sumiso y entregado, a buen precio, yo puedo vendérselo.

Se vende mulatito con experiencia, para hacer los servicios que se requieran.

Se alquila primeriza recién parida con buena y abundante leche garantizada.

Ofrezco huérfana joven con todos los dientes, disciplinada y trabajadora.

Se vende criada sin enfermedades, un piano y dos mesas. Todo muy barato.

Dispongo de negros jóvenes recién llegados, ya limpios y despulgados.

La situación no ha cambiado siglos después, por mucho que los explotadores de la miseria se nieguen a reconocerlo y sus palmeros trafiquen con las palabras para encubrir la demagogia. En los tablones de anuncios, cabinas telefónicas, publicidad en buzones y páginas de Internet, pueden leerse demandas de empleo que avergüenzan, aunque el lenguaje disfrace la explotación y el abuso.

Soy una chica que busca trabajo de lo que sea, dependienta, camarera, limpiadora o charcutera, por 600 euros. Necesito trabajar, por favor.

Búlgaro de 23 años busca trabajo de camarero, chófer, cuidador, albañil, jardinero o lo que haga falta. Tengo papeles pero no pido contrato ni horario y estaré a disposición del jefe.

Joven ucraniana se ofrece para cualquier trabajo, pero para trabajar, no para otras cosas. Por favor, no llamen si no es para eso ni por motivos de aventuras.

Senegalés de 43 años fuerte y con salud, pasea perros, reparte publicidad, riega jardines, cuida enfermos a domicilio, lleva las compras a la casa, reparte mercancía y hace lo que sea.

Chica peruana de 32 años cuida personas mayores, hace tareas domésticas, puede cargar con cosas, sabe coser y planchar, también cuida niños y animales.

Soy rumano y limpio tejados, canalones y cloacas. Puedo hacer cualquier tarea que se me encomiende  por 500 euros al mes. No he cometido delitos.

PATERAS, HAMBRE Y ESCLAVITUD

PATERAS, HAMBRE Y ESCLAVITUD

Los problemas que hemos tenido en los últimos años en Canarias y las costas del sur con el flujo de inmigrantes subsaharianos en época veraniega, no será como el de años pasados, evitando así que ciertos políticos y españoles de buenas costumbres públicas – sólo públicas – hablen de flujos migratorios propios de aves que buscan climas más templados, cuando se trata de oleadas de inmigrantes africanos en busca de trabajo, formando caravanas de esclavos hambrientos huyendo de la miseria.

Desde que algunos privilegiados sumerios utilizaron por primera vez a sus congéneres para que les abanicaran tras remojarse en las aguas del Éufrates, todas las civilizaciones han esgrimido el látigo contra aquellos que obligaban a pisar el fango para hacer los adobes de sus casas.

Por eso no debemos creer lo que dicen quienes permiten el comercio de seres humanos, pues los resultados de la Convención sobre la esclavitud que se celebró en 1926 en la Sociedad de Naciones están todavía por ver, como nos recuerda la nueva ONU advirtiéndonos que hay en el mundo más de veinte millones de esclavos. Sí, no os asustéis. Han cambiado los tiempos, pero el hambre y la esclavitud se mantiene en el mismo lugar que ocupaban hace cinco mil años en la antigua Mesopotamia, pero con disfraces semánticos que pretenden camuflar la realidad.

Hoy a la esclavitud se le llama trabajo en condiciones de servidumbre. Hoy los siervos no son propiedad del amo, pero es el patrón quien dispone sobre sus vidas; no se les marca como a las reses, pero se les confisca el pasaporte; no se les hacina en las bodegas de los barcos, pero se les confina en chabolas; no se les pone grilletes, pero se les encadena con deudas; no se les flagela, pero se les amenaza con el paro; no se les arroja al mar, pero se les abandona en el desierto; no se les captura, pero se les deporta.

Su salario no permite la subsistencia, domina el trato vejatorio y la precariedad en el empleo es una constante universal. Pero lo más grave es el cinismo social de quienes sustentan esta farsa, porque la esclavitud está prohibida en todos los países donde se practica.

Comparto el pensamiento volteriano de que la esclavitud es tan antigua como la guerra y la guerra tan antigua como la naturaleza humana, pero rechazo que el hombre sea una cosa más con la que se puede comerciar, y mantengo la esperanza de que surja un nuevo Estebanico que nos ponga las pilas, porque no es justo que estemos dilapidando los recursos que otros necesitan para sobrevivir y que perdamos el tiempo discutiendo sobre la calidad del chocolate mientras se mueren de hambre millones de niños en el mundo, a la macabra velocidad de once criaturas por minuto.

En medio de todo esto, llama la atención la falta de compromiso de las iglesias cristianas contra el esclavismo, porque a excepción de los metodistas y cuáqueros nadie se ha tirado al ruedo para lidiar con sangre este miura. Tal vez sea porque la justicia social no cotiza en bolsa y los accionistas de la virtud prefieren invertir en manifestaciones políticas, aunque alguien les haya tirado a la cara el evangelio que juran defender. Por eso, el padre Díez Alegría dijo en voz alta que los pobres no tenían suerte con la Iglesia.

No hay mayor esclavitud que la bulimia generada por el comportamiento humano insolidario con la pobreza ajena. Hoy el hambre nada tiene que ver con tragedias naturales ni con desgracias universales. Hay en el mundo suficientes recursos para todos, pero unos pocos pretendemos repartirnos la tarta común, sin darnos cuenta que la nación africana está duplicando su población cada veinticinco años, y que no hay valla, ni muro que detenga esa avalancha de hambre, porque con la necesidad crece la desesperación que llevará a los países africanos a una revolución sin precedentes o al suicidio colectivo contra las alambradas.