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Etiqueta: Enola Gay

HIROSHIMA

HIROSHIMA

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A las 2:45 h del lunes 6 de agosto de 1945 el bombardero Enola Gay despegó del islote Mariano de Tinian llevando sobre el fuselaje la bomba atómica Little Boy, para evitar un accidente imprevisto en el momento del despegue que cazara al cazador y salvara de la muerte a los 120.000 japoneses que habitaban una ciudad portuaria e industrial situada en el delta del río Ota.

Acompañaban al Boeing B-29 en su mortífero vuelo, un avión fotográfico y otro instrumental, cuando a las 8:15 horas se levantaba sobre Hiroshima una columna funeraria de color gris que calcinó a 4.000 grados todos lo que encontró a su paso en 13 kilómetros alrededor de la explosión.

Como Kantaro Suzuki no sacó bandera blanca ante la explanada de la Casablanca, su inquilino Harry Truman decidió enviarles tres días después un nuevo bombazo a los habitantes de Nagasaki  para sacar a los japoneses de su error, que terminaron por enviar al ministro de exteriores Mamoru Shigemitsu a firmar el acta de rendición incondicional  al acorazado Missouri.

El presidente americano dijo por la radio con irreligiosa fe, insultante cinismo y descarada soberbia: «Agradecemos a Dios que haya puesto la bomba en nuestras manos, y no en manos de nuestros enemigos; y le rogamos que nos guíe en su uso de acuerdo con sus caminos y sus propósitos»

Así finalizó la Segunda Barbarie Mundial que dejó en las trincheras, bunkers, mesetas, ciudades, océanos y campos de batallas ¡60 millones! de víctimas militares y civiles, de lo cual no parecen estar arrepentidos los gobiernos, porque gastan al año ¡1,3 billones de euros! en mortífero armamento, cuando ese dinero eliminaría la hambruna en el mundo.

ANIVERSARIO DEL EXTERMINIO

ANIVERSARIO DEL EXTERMINIO

 En agosto de 1945 la guadaña radiactiva que transportaba Enola Gay en su vientre aceleró el parto de Little Boy, una guadaña radiactiva de tres metros de longitud y cuatro toneladas de peso que cayó a las ocho y cuarto de la mañana sobre Hiroshima, esparciendo muerte por la ciudad a manos llenas con los cuarenta millones de cartuchos de dinamita que representaba la explosión que no dejó piedra sobre piedra en cientos de kilómetros a la redonda.

Cuando el fotógrafo militar George Caron disparó su cámara desde la cola del B-29, perdió el habla al ver la inmensa nube atómica, compendio de todas las plagas bíblicas, que se alzaba como sanguinario hongo gigantesco, jamás visto por el ojo humano.

Pareciéndole a Truman pequeño este regalo para los japoneses, decidió eliminar el desencanto nipón enviándoles tres días después un nuevo obsequio llamado Fat Man con plutonio en las venas, pues el uranio abandonado en el primer viaje no complació al presidente por su baja calidad.

 Su destino: Kokura, pero las nubes taparon la ciudad y sus vecinos se quedaron sin el presente, pues  tras dar el bombardero tres vueltas en vano, puso rumbo a Nagasaky, sin avisar a los vecinos para que salieran a recibir el obsequio.

Resumen: miles de muertos en el acto, miles de muertos durante los años que siguieron al acto y miles de japoneses a los que espera la muerte anticipada porque la radiación es duradera, mientras los analistas del exterminio aseguran que fue lo mejor que pudo ocurrir. Curioso.