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DE LA GUERRA A LA PAZ, PASANDO POR LA VICTORIA

DE LA GUERRA A LA PAZ, PASANDO POR LA VICTORIA

Se cumplió ayer el septuagésimo octavo aniversario del término de la incivil guerra española iniciada en 1936, al ser cautivado y desarmado el ejército rojo tras alcanzar las tropas nacionales los últimos objetivos militares, como dijo el último parte de guerra que partió a España en dos, entre banderas victoriosas al paso alegre de su paz.

Ese día no comenzó entre los españoles la paz, sino la victoria, que duró treinta y nueve años, hasta que las dos Españas heladoras del corazón españolito, se descongelaron y abrazaron juntas en la democrática Constitución, modelo de reconciliación y acuerdo, aunque hoy ciertas páginas permanecen sin estrenar, otras sean poco leídas, bastantes trasnochadas y muchas mal entendidas.

Pero los textos del anverso y reverso de la Carta Magna fueron escritos con pluma compartida en pacífico consenso, diluido hoy como azucarillo en leche democrática procedente de la vaca ordeñada por corruptos de todo pelaje, filiación y procedencia, que roban y evaden las cántaras de bienestar que al pueblo pertenecen.

Contra la opinión de quienes prefieren olvidar la salvaje contienda vecinal borrándola de la memoria colectiva, otros apostamos por mantener su recuerdo permanente durante varias generaciones, con el lema «Recordar para evitar», impidiendo olvidar aquella barbarie, para que nuestros herederos no repitan en el futuro la locura de las trincheras.

El primero de abril, que estuvimos obligados a celebrar durante décadas los de mi generación, como “Día de la victoria”, debe transformarse en el “Día nacional en memoria de todas las víctimas de la guerra”, como hizo la ONU en 2005 con los judíos muertos en el holocausto, para que nadie lo olvide el exterminio, con el título “Educar para un futuro mejor”, que se celebra cada primero de noviembre en recuerdo a la liberación del matadero instalado en Auschwitz.

INQUIETANTE CERTEZA

INQUIETANTE CERTEZA

Sabiendo que lo evidente no necesita confirmación y que las palabras políticamente correctas ocultan una verdad que se quiere enmascarar, es fácil concluir que las declaraciones del ministro Morenés han hecho temblar las posibles y anacrónicas barreras fronterizas de Cataluña con España.

El mandamás del Ejército ha dicho que “los militares estarán a las órdenes del poder civil” para evitar que los catalanes partidarios de Mas se marchen de casa llevándose en las maletas el patrimonio común, ante el silencio de los menos, que tal vez sean muchos más, aunque no se dejaran ver en 2006, cuando se aprobó el Estatuto catalán, con una abstención del 50,6 %. Es decir, que la mayoría absoluta de catalanes no estaban interesados en la movida estatutaria y/o independentista.

Espero que las palabras de don Pedro, recordando lo que ya está escrito en la Constitución, recogido en las leyes y contemplado en las ordenanzas militares, sea una pintoresca boutade del guechotarra Morenés, sin las consecuencias que reportaron las palabras del general Ángel Luis Pontijas por meterse con el oportunista liberal Mol Honorable President de la Generalitat.

Más vale que Mas forre con algodón los sables militares que descansan en los cuartos de banderas, y que sean vanas las segundas lecturas que puedan hacerse de las palabras pronunciadas por el ministro, ya que la irracionalidad política no puede ir tan lejos, ni las amenazas envueltas en papel de celofán pueden ocultar malsanas intenciones.

VALOR MILITAR Y VALOR CIVIL

VALOR MILITAR Y VALOR CIVIL

Durante los cuarenta años de falsa paz impuesta por la dictadura, a los militares jóvenes descendientes de quienes combatieron a bayoneta calada en las trincheras de Brunete y del Ebro, – que no habían participado en guerra alguna -, se les «suponía el valor» en su hoja de servicios. Hoy los militares profesionales de todos los ejércitos parecen acreditar el valor con su presencia en  “guerras pacíficas” donde algunos pierden la vida.

Pero las guerras no hacen valerosas a las personas que en ella participan, siendo así que un ciudadano pacifista puede ser más valiente que otro belicista. Quiero decir que el valor no se adquiere en las guerras ni en academias militares, ni es patrimonio de los ejércitos profesionales. Un pueblo levantado en armas civiles tiene más valor que un ejercito con armas de guerra.

La técnica militar y la disciplina cuartelera no hacen a las personas más valientes que la entereza civil, siendo así que defiende mejor su independencia un pueblo libre sin capacidad de ataque, que otro armado carente de valor cívico, como le sucedió a los atenienses, hoy en desgracia.

Considero al valor cívico como verdadero valor y virtud del pueblo. Pueden los militares poner a prueba su arrojo en la guerra, pero el valor cívico que lleva a la rebeldía y a la revolución, tiene más fortaleza que el de los vehículos blindados y armas de larga distancia.

En los cuarteles no se enseña valor, sino disciplina, subordinación y obediencia. Y el valor militar no consiste en acudir a una guerra, sino en tener valor civil para evitarla. Por eso los conflictos bélicos me parecen actos de cobardía. Y por eso, igualmente, me parecen muy cobardes los caudillos que envían ciudadanos al matadero.

El valor militar se acredita con heridas, mutilaciones y muertes, haciendo a los soldados héroes a la fuerza. En cambio, el valor cívico consiste en dar la vida por la patria sin hacer que el enemigo la dé por la suya. El valor cívico consiste en desvivirse por la nación que se habita. Vencerse a sí mismo en la lucha diaria contra el pesimismo. Perseverar en la batalla por una sociedad más justa. Dominar tentaciones espurias que degeneran la condición humana. Combatir la mediocridad, el nepotismo y la incompetencia. En una palabra, participar en la guerra civil contra todo lo detestable que nos rodea.

El valor cívico consiste en sustituir a los seis soldados que izaron la bandera en la isla de Iwo Jima, por valientes civiles que levanten en nuestra sociedad la bandera de la justicia, la honradez y la solidaridad, como signo de victoria sobre la corrupción, el abuso la explotación y el engaño.