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¿ VENCERÁ LA DESMEMORIA ?

¿ VENCERÁ LA DESMEMORIA ?

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Desde que el primer bípedo comenzó a dar sus pasos por la tierra, las calamidades acontecidas en la historia de la Humanidad han sido provocadas por la ambición del ser humano y su desmemoria, grandes vencedores y responsables de las sucesivas guerras, disputas, fracasos, quiebras, desencuentros .…y errores, cometidos por la raza humana.

Arrinconar experiencias y olvidar lo sucedido en tiempo pasado son algunas veces las causas de múltiples desgracias y adversidades, acompañadas de arrepentimientos posteriores sin solución posible, ni moviola que nos haga retroceder al momento en que se tomaron las decisiones que nos llevaron al fracaso.

Quien mantiene viva la memoria no se deja embaucar con palabras embriagadoras que contradicen los hechos reales que han sucedido, por mucho que los publicistas repitan mentiras con intención de convertir en verdades lo que se ha demostrado falso en la historia de los contadores de cuentos.

Estemos, pues, atentos, y tengamos la memoria alerta en este tiempo de ejercicios espirituales políticos, sin dejarnos seducir por mitineros cantos de sirenas, ni embaucar con promesas por cumplir, porque una vez introducida la papeleta en la urna el retorno es imposible y la frustración por el error cometido golpeará con sonrisa de conejo nuestras almas decepcionadas.

Huir de las palabras que desmientan la realidad; escapar de promesas oscurecidas por los hechos; esquivar mentiras sustitutivas de verdades; vencer la amnesia que nubla los recuerdos; y evitar que la farsa se apodere de la voluntad, será el mejor camino para que mañana no venza la desmemoria.

RECUERDO A FRAY LUIS DE LEÓN

RECUERDO A FRAY LUIS DE LEÓN

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El comienzo del curso universitario es buen momento para recordar a Fray Luis de León, insigne maestro del Estudio salmantino, cuya franqueza, valentía y sinceridad, le llevó a  enfrentamientos con el poder escolástico y religioso, alejándole de camarines, estampas y peanas santorales.

Es hábito común de la gente desviar los verdaderos motivos de un conflicto hacia aquellos argumentos que favorezcan la descalificación de quien les ha ganado en la disputa, como hicieron con Fray Luis de León cuando abandonó la Universidad para dedicarse al gobierno de la orden agustina a la que pertenecía.

No debe recordarse a este profesor del Estudio salmantino como persona gratuitamente polémica, sino como clérigo que luchó por defender la verdad y persona que defendió por encima de todo la justicia, aunque esto me llevara a disputas intelectuales, a diferencias personales de todo tipo y a padecer castigos.

Tampoco cabe empeño de recordarlo como personaje testarudo empeñado en lo imposible, sino como ciudadano tenaz en la defensa de las causas que defendía. Ni sería acertado reprocharle falta de entrega a la tarea docente, contabilizando las ausencias a clase, las multas que recibió por ello o las amonestaciones que le llegaron de algunos rectores.

Para quienes esto piensen, conviene recordarles que no le fue posible entregar todo lo que llevaba dentro porque derrochó muchas energías en responder a provocaciones que recibió sin fundamento alguno, defenderse de acusaciones injustas, salir de polémicas estériles y sufrir represiones carcelarias por envidias, turbios intereses y mentiras evidentes.

Puede ser que algún cronista ponga su empeño en demostrar intereses espurios en su vocación religiosa, sin percibir que Fray Luis de León hubiera tenido junto a su padre una vida más cómoda, mejor futuro, mayor bienestar y más dinero del que le otorgaron los votos religiosos.

No han faltado voces pretendiendo atenuar las penalidades carcelarias que pasó, afirmando que durante ese tiempo no fue sometido a tormento alguno y se le facilitaron cuantos libros solicitó, olvidando la necesidad de libertad para un espíritu rebelde e insumiso como el de Fray Luis.

Estos críticos no han comprendido el tormento al que lleva la imaginación del encarcelado, cuando ignora el futuro que le espera pendiente de la sentencia de un tribunal que mantiene al reo encerrado sin haber sido juzgado, acechado por la tortura de cada día, cada hora, cada instante, convirtiendo el futuro en el mayor suplicio, porque duele más el temor a morir, que la propia muerte, sobre todo cuando el origen y la causa de las denuncias hechas contra él, no tuvieron su sede en el celo de la fe ni en la búsqueda de la verdad, sino en la pasión y el odio que alimentaron el deseo de algunos corazones insanos por destruirle con mentiras y calumnias.