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GASTOS ELECTORALES

GASTOS ELECTORALES

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Nos han atufado durante la pasada semana con resultados electorales, análisis de todos los colores y opiniones variopintas sobre lo sucedido el pasado día 24 de mayo. Hemos escuchado pacientemente descontentos internos disfrazados con victorias cara al público y complacencias externas, camuflando fracasos internos, pero nadie nos ha echado las cuentas de lo que hemos pagado por esa fiesta democrática.

Alguien debería decirnos qué millonada de nuestros euros se ha gastado realmente en las elecciones andaluzas, en las municipales y en las autonómicas celebradas hace unos días, incluyendo el gasto que se avecina con las generales previstas cuando el presidente del Gobierno decida convocarlas.

Sabemos, eso sí, que el día de las elecciones andaluzas se gastaron 11,8 millones de euros en ese día festivo, algo que se corresponde con la normalidad en todo proceso electoral para organizar el acto que a todos satisface, incluso a los antidemócratas que van disfrazados de salvadores por el mundo.

Pero no me refiero a ese gasto necesario y complaciente que pagamos para organizar el evento, sino al desembolso que hacen los partidos políticos en mítines, viajes, propaganda, dietas, gasolina, alquileres, teléfonos, seguridad, chóferes, spots publicitarios, servicio de orden, interventores, etc., que pagamos los demás.

Porque lo malo no es que ignoremos ahora la cantidad que esto representa, el problema es que nunca sabremos lo gastado, como no sabremos tampoco de donde sale el dinero que entra en los partidos, ni su procedencia, en un país donde la transparencia es quimera inalcanzable.

Primum vivere, deinde fhilosophari, decían quienes sabían bien lo que decían, algo que la sabiduría popular traduce como “primero la obligación y luego la devoción”. Es decir, que antes de recortar servicios básicos como sanidad, educación, dependencia y justicia, es obligado suprimir las subvenciones a partidos políticos, sindicatos, patronales y fundaciones, sin que esto signifique restringir derecho alguno a esas organizaciones o a sus militantes, que son quienes deben pagarse el capricho y los beneficios de la afiliación.