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Etiqueta: despachos

ASESORES POLÍTICOS

ASESORES POLÍTICOS

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Gozamos en España la fortuna de pagar entre todos las nóminas y privilegios del colectivo parasitario que conforman los miembros de un gremio infraprofesional y extravagante, sin catalogar aún en el prontuario de caraduras, comesopas y gandules, cuya pertenencia al mismo no precisa estudios, ni requiere preparación alguna, ni autoestima personal, ni respeto social, ni titulación universitaria, ni capacidad de trabajo, ni dotes intelectuales, ni dignidad, ni vergüenza.

Basta con tener poca estatura moral, cara de cemento armado, tronco flexible a las reverencias, falta de escrúpulos, sumisión al padrino y mandíbula de acero para recibir inmerecido sueldazo por chivatear al padre-padrone lo que ocurra, aplaudir sus necedades, elogiar sus torpezas, justificar sus errores, pelotear por los pasillos y cotillear en despachos.

Estos agremiados han sido bautizados en la pila del amiguismo oficial y nepotismo institucional con el apodo de “asesores”, y son nombrados en el papelín oficial por “libre designación”, conculcando los principios básicos de todo acceso a la función pública, ya sea mediante contrato, interinidad o carrera funcionarial, porque todos ellos descienden de la pata de su poderoso Cid.

El número de tales “cargos de confianza”, conocidos popularmente como “mamporreros del visir”, es incalculable en España, pero una estimación de los mismos contabiliza 20.000 asesores señalados por el dedo mágico del patrón correspondiente, sin percibir la incompetencia evidente que los jefes demuestran con tanto asesor suelto por los despachos, sin oficio ni beneficio, de los cuales 550 son altos cargos que se llevan al año 82 millones de euros por la jeró.

INMORALIDAD, MEDIOCRIDAD Y CODICIA

INMORALIDAD, MEDIOCRIDAD Y CODICIA

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El honrado caballero manchego habló por boca del poeta pidiéndonos sostener la armonía de la vida, el orden social y la justicia distributiva, sobre dadivosa bacía, yelmo protector y honesto halo. Pero los sanchopanzas que rigen la ínsula peninsular han pervertido el mensaje quijotesco del manchego, codiciando la bacía, debilitando el yelmo y viciando el halo.

Inmoralidad, mediocridad y codicia son los pilares que han sostenido y continúan manteniendo en despachos reales, institucionales, financieros, sindicales y sociales, el estado de corrupción que se expande irremediablemente como mancha de aceite, sin que las alfombras puedan ya recoger tanta basura acumulada.

La falta de escrúpulos exhibida por los mediocres en las poltronas dando vía libre a una codicia impune a todo castigo, ha dejado a seis millones de ciudadanos al pairo de la vida, ha desbordado los comedores sociales, ha provocado suicidios, hacinado alumnos, sentenciado enfermos crónicos y pervertido la democracia, encerrándola en el festivalero día de las urnas.

El antídoto que puede salvarnos del envenenamiento social producido por la mezcla corruptiva de inmoralidad, mediocridad y codicia, es un cóctel formado a base de ética, competencia y honestidad, difícil de preparar en estos momentos de turbación, porque los boticarios encargados de fabricar ese fármaco se han diluido en el conformismo, anestesiados por la resignación y domesticados por la mansedumbre, acusando una grave parálisis social irreversible.

DOBLE INSEGURIDAD LABORAL

DOBLE INSEGURIDAD LABORAL

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La relación inversa que mantiene la seguridad con su antónimo, nos permite afirmar que la inseguridad laboral ha ganado terreno en los últimos años, obligando a los trabajadores a tirar por la borda grandes paquetes de estabilidad que se habían almacenado durante muchas décadas en el desván laboral, tras siglos de luchas, privaciones, sacrificios, condenas y muertes.

A la inseguridad tradicional que se ha llevado por delante a miles de obreros caídos de los andamios, se añaden enfermos crónicos que hacen cola a la puerta de los hospitales, como silicóticos, envenenados con productos químicos, quemados por electrocuciones y mutilados por máquinas, al ser obligados a trabajar sin las oportunas medidas de seguridad en el trabajo.

Pero ha tomado cuerpo una nueva inseguridad laboral, fruto de la sumisión política, que está llevando a la explotación de millones de proletarios indefensos que sobreviven en la intemperie legal, desamparados por unas leyes encaminadas a proteger clase dominante, haciendo sonreír a la insaciable patronal y aplaudir al mundo financiero.

Esta doble inseguridad confirma una incertidumbre laboral sin precedentes, donde los trabajadores se preguntan angustiados quién los comprará tras la inmediata depuración que les espera. Y la duda sanitaria obliga a los asalariados a interrogarse sobre las consecuencias que tendrá su próximo accidente de trabajo.

En resumen, mientras unos pierden trabajo otros pierden la vida trabajando, sin que esta siniestra situación parezca inquietar a quienes deciden sobre la vida de los trabajadores desde los despachos donde han sido puestos por ellos.

MENTIRAS ASESINAS

MENTIRAS ASESINAS

Las guerras se promueven mintiendo al pueblo y se ganan matando al enemigo de los poderosos, sean éstos mercaderes de la miseria, explotadores de territorios, líderes ideológicos o avaros del poder.

Claras maniobras publicitarias para justificar lo injustificable y operaciones de marketing al servicio de intereses  espurios muy concretos que sólo benefician a quienes se quedan en los despachos, mientras envían a los vecinos al matadero.

Recordad que el presidente Johnson ordenó la invasión de Vietnam en 1964 alegando que los vietnamitas habían atacado dos buques americanos en la bahía de Tonkin. Con esta invasión, don Lyndon alcanzó una popularidad jamás soñada, siendo aclamado por todo el pueblo norteamericano. Pues bien, cuando ya los miles muertos por ambas partes no podían resucitar, su ministro de Defensa McNamara confesó que el ataque pretextado en el golfo de Tonkin no había existido.

Más cerca de nosotros, hemos visto en el año 2003 que el presidente Bush justificó la invasión de Irak denunciando que el país tenía las armas de destrucción masiva más letales que jamás se inventaron, consiguiendo igualmente ser aclamado por todo el país, a excepción de los demócratas. Sabemos hoy que tales armas jamás existieron y que el reguero de muertos y sangre aún nos está salpicando a todos.

SILLONEO

SILLONEO

Buscan acomodo los triunfadores en sillones oficiales y se encadenan los perdedores en sillas del partido para mantener sus puestos en las próximas elecciones. Los que opinan con humor que el deporte nacional más practicado y exportado por los españoles es la siesta no están del todo acertados, porque también somos diestros en el chateo, el cotilleo, el chapuceo, y en un quinto deporte más penoso, delgado y flaco porque muerde pero no come, que es uno de los cánceres del alma política española.

Este nuevo deporte nacional heredado del franquismo por la democracia, se llama silloneo. Actividad que consiste en encadenarse a cualquier sillón oficial hasta que caiga la última hoja del calendario vital atribuido al político que lo practica.

Otra característica de quienes ejercitan tan singular deporte es el mariposeo floral. O sea, no importa la flor si el sillón es bueno. Estos polifacéticos atletas valen tanto para rotos como para descosidos. Lo importante es el asiento, no la tarea. Da igual una cosa que otra porque su voluntad de servicio no tiene límites. ¡Ah!, y si las cosas van mal en casa, se acomodan en despachos europeos a la espera de tiempos mejores, porque también hay eméritos sillones augustos para dinosaurios políticos.

Estos incombustibles mandatarios no quieren aceptar que las organizaciones necesitan ventilarse de vez en cuando para avanzar con frescura e ilusión. Los ignífugos no entienden de sustituciones para renovar el ánimo de los desencantados y despertar a los aletargados de las formas y estilos personales impuestos por la costumbre. Los sempiternos rechazan las ventajas de la alternancia en el poder, y no admiten que el relevo de las personas sea bueno y necesario porque la renovación beneficia a la organización y a los administrados. Los imperecederos no aceptan que otros puedan meter su cuchara en la tarta y temen a las corrientes de aire fresco, porque una mala gripe política pueda llevarlos a la cama del olvido.

Hay que pedir a los ciudadanos que rompan los frascos de formol, abran las latas de conserva y lleven los fósiles al museo. Hay que convencer a quienes apoyan el silloneo que nadie tiene imaginación suficiente para ilusionar durante años a sus vecinos. Que no es posible enarbolar la bandera del entusiasmo tanto tiempo. Que ningún mortal puede mantener a largo plazo la ilusión de la conquista diaria. Que la autocomplacencia es el atajo más directo a la rutinización. Que el inmovilismo costumbrista de las personas conduce a la parálisis de las instituciones. Que la renovación de las ideas pasa por la sustitución de las personas. Que el estancamiento en los cargos destila el mismo hedor que el agua putrefacta de los pozos ciegos. Que la perpetuación de personas en instituciones es un peligroso puente colgante que puede arrastrarlas al fondo de las aguas turbulentas que se precipitan por las torrenteras de la vida.

El conservadurismo ignora que las caras nuevas son un revulsivo contra la desgana. Que los nuevos gestos sacuden el sopor de la costumbre. Que las voces alternativas liberan de la apatía. Que lo desconocido alerta la inteligencia. En una palabra, que la renovación de las personas empuja contra el hastío a los dirigentes que pasan la vida aletargados en sus cargos, negando a otros la igualdad de oportunidades que predican en su ideario.