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Etiqueta: delitos

IMPUNIDAD

IMPUNIDAD

Unknown

La falta de castigo para quienes cometen delitos es el mayor daño que sufre la  justicia al desigualar los ciudadanos ante ella, sin que estos puedan hacer nada por evitarlo, salvo consolarse en la mentira oficial de que todos somos iguales ante la ley.

La impunidad de algunos bandoleros ofende a la condena de los reclusos y representa el injusto beneficio que se otorga a ciertos delincuentes liberándoles de sufrir el castigo que merecen, pues la exención de la pena merecida es el premio que reciben los malhechores por realizar sus fechorías.

Supone también un acicate para potenciales forajidos, animándoles a cometer acciones semejantes siguiendo el ejemplo de los impunes transgresores, convencidos en la liberación de su pena, sobre todo si los desmanes se hacen desde una poltrona política o financiera.

Hoy sale gratis violar la ley a muchos infractores de guante blanco y mano negra, que roban y estafan sin dar cuentas a nadie, sabiendo que la dama desequilibrará la balanza y se quitará la venda para mirar hacia  otro lado ante la indignación popular que nada vale, pues los infractores tienen luz verde para hacer cuanto les plazca.

Es la democracia quien paga los platos rotos y las consecuencias de la impunidad que disfrutan los bandoleros políticos y financieros, cuando los tribunales de justicia utilizan las leyes para amedrentar al pueblo exigiéndole su cumplimiento con sentencias condenatorias, mientras otorga a las cúpulas dirigentes la impunidad, como trofeo a sus diabluras.

¿AMNISTÍA FISCAL? NO, GRACIAS

¿AMNISTÍA FISCAL? NO, GRACIAS

No queremos el olvido legal de delitos fiscales cometidos por millonarios de este país ni que se extinga de un plumazo su responsabilidad social y penal. Queremos justicia.

No queremos oscuras negociaciones con los evasores a la luz de la luna bajo una palmera en paraísos fiscales, con una piña colada en la mano y en la otra el capital hurtado a los ciudadanos. Queremos justicia.

No queremos ver florecer brotes verdes con violadas hojas de quinientos euros en las Agencias Tributarias, procedentes de falsos techos, dobles paredes, sociedades fantasmas y cajas blindadas. Queremos justicia.

No queremos aliviar la crisis del pueblo con la miseria de explotadores, la codicia de especuladores, el abuso de constructores, la mentira de estafadores y la ventaja de chantajistas. Queremos justicia.

Queremos que la justicia mantenga firme la espada, nivelada la balanza y los ojos vendados, para los administradores de la misma sigan su ejemplo y no les tiemble el pulso, contaminen las puñetas o asomen la vista por encima de la venda ante un título nobiliario, un sillón presidencial, un escaño o una abultada cuenta corriente.

Queremos que la insolidaridad y el engaño de unos cuantos privilegiados sociales que se reparten el 83 % de la tarta nacional, pase remando en galeras el tiempo que decida la justicia, porque estremece pensar que quienes han defraudado a los vecinos y se han aprovechado de los servicios que los demás han pagado con sus impuestos, puedan beneficiarse de una amnistía que no merecen.

Queremos que la Comunidad Europea ayude a todos los países miembros a resolver el problema de una manera muy económica, sencilla y eficaz: intercambiando el color de los billetes de 500 y 200 euros, declarando ilegales los que ahora duermen en cajas fuertes y paraísos fiscales, un sueño que no merecen.

JUSTICIA HUMANA EN TIEMPO DE REDENCIÓN DIVINA

JUSTICIA HUMANA EN TIEMPO DE REDENCIÓN DIVINA

La dimensión social de leyes punitivas más cercanas a la del Talión que a la idea moral de corrección del delito, exige pedir unos códigos legales más regenerativos y pedagógicos que ayuden a la reinserción social del delincuente.

Las rendijas legales por las que se escapan tantos transgresores de guante blanco, corbata de seda y camisa almidonada, apremia a solicitar una justicia más ciega de la que se pasea con una flor en la solapa por los pasillos de algunos juzgados.

Las condiciones en las cuales se hacinan los detenidos preventivos en los sótanos hormigonados de los calabozos, a la espera de prestar declaración ante sus señorías, fuerza a pedir otras condiciones de retención.

Y la condena que sufren los presos de guante negro y navaja oxidada en las cárceles, obliga a detener los pasos en vísperas de la redención cristiana e implorar la salvación de los condenados por una justicia impersonal y abstracta, que socializa la condena sin tener en cuenta la individualidad del sujeto y la responsabilidad que la propia sociedad tiene en la comisión del delito.

No puede castigarse a un culpable si otros delincuentes eluden la pena quitándole la venda a la justicia, porque en tal caso es preferible la impunidad a la ley del embudo.

No pueden dictarse códigos sociales de justicia con imposición de duras penas, sin inspiración regeneradora, aplicadas a quienes más necesitan protección y ayuda, cuando la  sociedad los deja al pairo de la vida, exigiéndole cumplir sus reglas en condiciones de extrema supervivencia.

Los delitos son creación política, pero el fin de las leyes debe ser la corrección del delincuente y no su eliminación o aislamiento forzado sin posibilidad de redención, y si el Estado sanciona al ciudadano debe ser con la única intención de mejorarlo. Por eso, el delincuente tiene derecho a exigir educación y protección a la sociedad, pues la determinación del hombre hacia el delito no puede eliminar la responsabilidad de la sociedad en recuperarlo para el trabajo y la vida común.

Todo esto tiene poco que ver con el mundo real de la justicia, pero en tiempo litúrgico de redención pecadora, bueno es pedir a la sociedad medidas preventivas, tutelares y regeneradoras de quienes sufren el calvario de una pena carcelaria sin esperanza en la resurrección que mañana exonera a los cristianos de los pecados cometidos contra su Dios, por conculcar la ley divina.