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DE NUEVO, LA IGLESIA

DE NUEVO, LA IGLESIA

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El punto débil de la Iglesia, su talón de Aquiles, la vía de agua que hace zozobrar la nave de San Pedro es que está inmersa en la sociedad que la sustenta formando parte de un engranaje que la atrapa, obligándola a mantenerse en pie asumiendo roles difíciles de conciliar con las exigencias de una doctrina basada en la defensa del débil, la eliminación de la pobreza y el amor al prójimo, como objetivos fundamentales, en medio de un colectivo humano materializado y mercantilizado, incapaz de sacrificarse por los demás, renunciar a beneficios propios a favor de los ajenos, alejado de la honradez como lema de conducta y apartado del servicio al prójimo como vocación irrenunciable.

La implicación de la Iglesia en asuntos mundanos, la obliga a mirar más de tejas abajo con los pies en la tierra, que vagabundeando por idílicas nubes doctrinales y compromisos evangélicos, perdida en aventuras terrenales humanas cercanas a la Banca Ambrosiana, privilegios fiscales, intrigas vaticanas, calenturas sexuales, políticos tedeums y bendiciones a benefactores sin pedigrí de compromiso cristiano.

Es una Iglesia valiente sobre el papel mojado para escribir su doctrina, pero sin compromiso real con sus predicaciones, como acredita el hecho de que su patrimonio sea incalculable, aunque muchos pretendan hacernos creer que es de la Humanidad, para que no afecte a sus principios, desde que Constantino decidió ponerla a la cabeza del mundo occidental.

No hablo de la Iglesia como Cuerpo Místico de Cristo, ni de la Iglesia ético-profética de los cristianos que se están dejando la piel al lado de organizaciones laicas que no necesitan cruces ni oraciones para dar su vida por los desfavorecidos. Me refiero en párrafos anteriores a la Iglesia estructura que maneja el poder en nombre Dios, para hacer de las capas pluviales mantones de manila y capas bejaranas.