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JUICIO Y CONDENA A DIOS

JUICIO Y CONDENA A DIOS

Unknown

En medio de la Revolución Rusa de Octubre, Lenin tomó la decisión de nombrar al escritor Anatoli Lunacharski para el cargo de Comisario Popular de Instrucción Pública desde 1917 hasta 1929, con responsabilidad directa en la educación de los jóvenes rusos.

Cuando este dramaturgo llevaba un año en el comisariado y la revolución estaba en plena ebullición dentro de la olla rusa, se le ocurrió la luminosa idea de juzgar a Dios, acusándole de crímenes contra la humanidad, poniendo en marcha el proyecto con un jurado que lo hizo realidad en cinco enajenadas horas.

Con una indefensa y silenciosa Biblia “sentada” en el banquillo de los acusados, los fiscales comenzaron su rosario de pruebas para mostrar la culpabilidad de Dios apoyándose en testimonios históricos, mientras los abogados defensores designados por el Gobierno soviético se esforzaron en demostrar su inocencia, alegando demencia, manía obsesiva y desequilibrio mental en el acusado.

Una vez oídos los cargos de la acusación y la defensa de los letrados, el tribunal calificó de extremadamente graves los delitos expuestos, sentenciando culpable al acusado, y condenándolo a muerte por fusilamiento.

Así fue como la oscura y heladora madrugada del 17 de enero de 1918 de formó el pelotón de fusilamiento a las órdenes de un oficial del ejército, y se dispararon cinco ráfagas de ametralladora contra el cielo moscovita, cumpliendo el mandato judicial de asesinar a Dios por crímenes contra la humanidad.

LA HISTORIA LOS JUZGARÁ

LA HISTORIA LOS JUZGARÁ

Nadie duda que la Historia, – así, con mayúscula -, juzgará con el máximo rigor y desprecio a los políticos pseudócratas de las últimas hornadas, aunque a ninguno de ellos les inquiete la irremediable condena que recibirán en las páginas de los libros, porque cuando esto suceda ya descansarán todos al Valle de Josaphat.

Abochorna el espíritu y encoleriza el ánimo, la fauna descerebrada que está decidiendo en los últimos años sobre nuestras vidas, sin que tales mostrencos perciban los grandes pecados que están cometiendo contra los sectores más débiles de la sociedad.

Son ellos quienes están arruinado la moral y el bolsillo del pueblo, con un descaro merecedor del fuego eterno, aunque éste sólo exista en la mente de los cómplices que reparten bendiciones para mantener intacto el cepillo subvencional.

El desplome ético de la clase dirigente ha llevado al abuso de poder, a la incompetencia y la corrupción, abriendo las puertas a un insultante nepotismo y amiguismo que ha otorgado poltronas a vagos e incompetentes despilfarradores el dinero que teníamos en la hucha, mientras entretenían el tiempo bombardeando la convivencia social y causando un daño irreparable a la convivencia ciudadana, con asquerosas y repugnantes politiquerías de patio de vecinas.