Navegando por
Etiqueta: comprensión

HONRADEZ PÚBLICA

HONRADEZ PÚBLICA

b

Nuestro mayor problema político-social es la falta de escrúpulos morales y honradez personal de muchos delincuentes que nos gobiernan, acrecentado por la impunidad que les ampara en sus propios partidos y en las sedes judiciales, obligándonos a denunciar esta situación una vez más, sin esperanza alguna de enmendar la deshonestidad exhibida con descaro por dirigentes políticos, sociales, laborales y económicos.

No son las leyes, ni los procesos electorales, ni la división de poderes, ni la participación ciudadana, quienes sostienen, dan vida y purifican la democracia, sino la honradez ejemplarizante de quienes llevan el rumbo de la nación en cualquiera de las diecisiete latitudes que conforman el territorio llamado España.

La decencia política es el filtro democrático que elimina todas las impurezas que el sistema tiene en suspensión, enturbiando la convivencia y provocando turbulencias que impiden el flujo laminar de relaciones humanas tan necesarias en toda colectivo se seres racionales por herencia, pero honrados por voluntad propia, sin aspiraciones escatológicas.

La justicia moral no siempre va hermanada con las leyes ordinarias, pero es legítima hija de la honradez, que lleva a la rectitud en los comportamientos, a la limpieza de intenciones, a la pulcritud mental y al sostenimiento de actitudes serviciales en beneficio de la comunidad que ha puesto la confianza en manos de sus representantes.

Implica la honradez un compromiso firme con la verdad, con uno mismo, con las demás personas y con el proyecto que lleva a las promesas ofrecidas, evitando engaños, falsificaciones, y autocomplacencias en una falsa realidad virtual que solo existe en la mente de los desleales estafadores.

La honestidad conduce invariablemente a la empatía que lleva a la comprensión y al esfuerzo solidario para reparar daños, aliviar dolores, reconfortar el ánimo, sanar el cuerpo y nutrir de cultura la ignorancia de quien vino al mundo en paradero ignorado por el alfabeto, la penicilina y el trigo.

LA SOBERBIA, DOLENCIA DE LOS TORPES

LA SOBERBIA, DOLENCIA DE LOS TORPES

images

Engallarse altaneramente, estirar el gollete hasta salirse por el cuello de la camisa, falsificar la fe de nacimiento afirmando proceder de la pata del Cid, situarse fuera de la cuadrícula que cada cual tiene asignada, gritar en los mandatos, despreciar al adversario y ponerse calzas en los zapatos sociales aparentando mayor altura, son actitudes de personas acomplejadas, inseguras y mentalmente débiles que pretenden torpemente aparentar lo que no son y ponerse un peldaño por encima de su lugar.

Los individuos emocionalmente estables no deforman la realidad personal. Los ciudadanos sensatos no desequilibran su posición social. Las personas intelectualmente dotadas no necesitan disfrazar su altura para ser reconocidas en la historia. Los seres mentalmente fuertes, no demandan el préstamo de la opinión ajena. Quienes van sobrados de méritos propios, rechazan caretas y disfraces sociales, para recibir el aplauso que merecen.

Son los débiles soberbios quienes buscan fama dando brochazos a la Gioconda. Corresponde a los torpes vanidosos dinamitar valores humanos para evitar que otros hagan uso de ellos. Y aquellos que padecen enanismo mental han borrado del diccionario palabras como perdón, autocrítica y humildad, creyendo que así indultan su fatuidad.

Lo grave de la patología ensoberbecedora es que se trata de una enfermedad crónica sin tratamiento posible, caracterizada por una autosuficiencia vacua que lleva a la incompetencia crónica, asociada con alteraciones del pulso sociofamiliar y taquicardias amistosas capaces de bombear desprecio en los amigos, vilipendio en los vecinos y repulsa en los colegas.

Suelen padecerla los ignorantes que llegan al poder y el grupo de memos que se autosobrepone a los demás. Pero, sobre todos ellos, sufren esta dolencia los torpes incapaces de comprender que la sencillez y humildad abren de par en par las puertas del amor, la amistad, el entendimiento, la comprensión y el respeto.

ENVEJECER

ENVEJECER

Unknown

Nadie se atreve a poner con certeza una cruz en su calendario personal señalando el comienzo de la vejez, pero todos los que estamos en la sala de espera sabemos que el envejecimiento es inevitable, que se va instalando en nosotros de rondón, que nos encoge en futuro y advierte sobre la inutilidad de los pretenciosos cantos de sirena anunciando eternas juventudes espirituales.

Envejecer es un proceso que sólo pide vivir como requisito ineludible y caminar sin descanso por la vida hasta llegar a la estación término, sufriendo una irreversible agonía de años que se aproxima inexorablemente a su inmediato término, porque se madrugó más en la vida, como le sucede a las rosas marchitas de madrugada.

Pero no todo es frustración y desánimo, porque el envejecimiento alimenta una ternura desconocida en la juventud.  Recorta la distancia en las relaciones humanas facilitando el acercamiento. Serena el ánimo que destierra la excitación. Mejora la comprensión facilitadora del entendimiento. Amortigua la rivalidad. El amor gana terreno al apasionamiento. Y la intransferible sabiduría de la experiencia sustituye a las más eruditas enciclopedias.

Envejecer es irse acostumbrando a renunciar a la vida sin perder ocasión de renacer en las vivencias de cada día, porque la olvidada muerte desatendida en la infancia, toma cuerpo real en la vejez siguiéndole de cerca los pasos a la edad, para interponer la guadaña en su camino al primer descuido de la suerte.

GRACIAS

GRACIAS

No me dais otra opción, amigos, que daros las gracias por ese paraguas que habéis puesto sobre mi cabeza para aliviar la decepción ante lo confuso y la mentira.

Gracias por las palabras de ánimo que he recibido en la calle, con la sinceridad y frescura propias de los encuentros casuales.

Gracias por los reconfortantes saludos, las estimulantes palmadas en la espalda, las “riñas” amistosas y los abrazos solidarios.

Gracias por ofrecerme la comprensión y el apoyo que me han negado quienes nada saben de lo sucedido, ni de mi vida.

Gracias por las llamadas telefónicas, aunque algunas me hayan levantado de la cama a primeras horas de la noche, dado mi extraño horario que me tiene todos los días frente al ordenador a las cuatro y media de la mañana.

Gracias por los correos electrónicos recibidos, llenos de solidaridad y consuelo, cuando el silencio de unos y las perversas intenciones de otros dejaban salivazos en mi ventana.

Gracias por vuestros ofrecimientos de intermediación para conseguir que mis réplicas tuvieran la misma difusión que las mentiras y manipulaciones.

Gracias por vuestros consejos, que tanto hubiera necesitado hace un mes, hace cuatro días y ayer por la mañana, para evitar los errores que he cometido.

Gracias por invitarme al olvido que prometo hacer realidad con esta última entrada, sin que de mi escritorio virtual vuelva a salir palabra ni recuerdo sobre ello.

Gracias a quienes – desconocidos por mí – dejaron escrita su opinión elogiosa en La Gaceta Regional al pie de la noticia.

Gracias a todos vosotros: Nacho, José, Carmen, Argi, Inés, José Antonio, Luis, Toño, Concha, Gloria, Emilio, Nicolás, Teresa,  Flor, Maite, Jorge, Susana, Laureano, Lira, Juanjo, Rafa, Mari Luz, Agustín, …

Y gracias a los más íntimos, que siempre han estado conmigo.

Punto final, y que la suerte acompañe a quien la merezca.