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ENCUESTA FINAL

ENCUESTA FINAL

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Ni Demoscopia, ni Metroscopia, ni Sigma-2, ni Opina, ni el CIS, ni Nostradamus, ni Balaam, ni los profetas hertzianos, han sido capaces durante los meses precedentes al domingo electoral, de darnos una respuesta cierta a la voluntad ciudadana, expresada ayer en las urnas, fedatarias de la intención popular.

En el acta firmada por tan certero notario, podemos ver que Ciudadanos y Podemos han podido llegar holgadamente al poder. Que se ha desplumado la gaviota popular dejándose en la gatera sesenta y tres escaños recortados por los recortes, la prepotencia, el rodillo y la corrupción. Y que los socialistas no han levantado cabeza desde que se les decoloró la rosa, decepcionando a los votantes y obteniendo el peor resultado de su historia.

Ya está todo claro, en orden y cada uno en su sitio, aunque la oscuridad sea evidente, el desorden mayúsculo y ninguno sepa cuál es el lugar que le corresponde ocupar a partir de hoy, en una España confundida y desorientada, pero ilusionada y valiente, con una división de opiniones como no se recuerda en la historia.

Los ciudadanos han conseguido con su voto que la mayoría absoluta pase a mejor vida, decline el bipartidismo, irrumpan en el Parlamento los partidos emergentes, se  hunda el PSOE, – no el socialismo -, desaparezca el rodillo y tengamos una auténtica oposición, inexistente en la anterior legislatura.

Ahora, la incertidumbre abre sus puertas de par en par sin que nadie sea capaz de profetizar cuál será el futuro que nos espera, porque el problema no es vaticinar los maridajes que se producirán, sino el alcance y consecuencias de tales enlaces, quedando propios y extraños a la espera de pactos y expectantes por las futuras actuaciones gubernamentales y parlamentarias.

Ante tal situación solo cabe la unión de todos poniendo la brújula hacia la recuperación de un país herido, que solo saldrá de la UVI económica, social y política con ayuda de todos los españoles, sin excluir a nadie, tirando todos del carro con la responsabilidad histórica que a cada cual corresponde.

FRAUDE Y CORRUPCIÓN

FRAUDE Y CORRUPCIÓN

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El último barómetro del CIS confirma el desprecio de los ciudadanos hacia la corrupción, los corruptores y corruptos, algo que no escandaliza tanto a la población como la impunidad de estos malhechores que amparan sus fechorías bajo el paraguas de la ley, escapándose a través de orificios legales, con ayuda de cómplices políticos, sumisas togas y compañeros de tropelías.

Los resultados del CIS sitúan el fraude y la corrupción en segundo lugar de las preocupaciones populares, viendo los ciudadanos con frustración que nada pueden hacer para rehabilitar la prisión de Alcatraz y encerrar en ella a los tramposos, rateros y ventajistas que han mentido y estafado con la vulgaridad de los carneros y la grosería de un rebuzno en el templo.

Las estadísticas informan desde las portadas de los periódicos que España ocupa el deshonroso segundo puesto en el ranking de países donde más crece la corrupción, por detrás de Siria, cabeza visible de la escalada estafadora, lo cual no favorece mucho a la cacareada marca España que desprestigian muchos cínicos que la patrocinan.

La corrupción se traduce en trampas, disfraces, escamoteos, mentiras, sobornos y miserias, que consolidan en las instituciones y en el cuerpo social una detestable impunidad derivada de los tribunales de justicia, permitiendo escapar a los indeseables con apelaciones a tribunales superiores o inaceptables indultos gubernamentales.

Campa el fraude y la corrupción libremente por los vertederos institucionales, proclamando verdades que son mentiras, estafas disfrazadas de errores, regalos a cambio de favores, nepotismo hermanado con servilismo, nombramientos innombrables, asesorías de la nada, adjudicaciones trocadas en propinas, sobornos enladrillados, votos a cambio de favores, desequilibradas sentencias judiciales, contaminación politiquera y extraño maridaje de escaños y reclinatorios.

SI WERT FUERA ESTUDIANTE

SI WERT FUERA ESTUDIANTE

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Contra viento sociales,  tempestades parlamentarias, mareas de profesores, desplantes de alumnos, pañueladas de padres, empujones de periodistas, barricadas de sindicatos, y quejas de costureras, churreros y aguaderas, el menistro Wert multiplica gratuitamente la crispación en un país muy crispado por los recortes, proponiendo una ley innecesaria, inoportuna e inadecuada, aprovechando que él se encuentra fuera del sistema educativo y no va a sufrir las consecuencias de su norma.

La mínima calificación obtenida por el menistro Wert en el barómetro del CIS con una nota de 1,76, permite asegurar que si el pilarista José Ignacio fuera alumno de Secundaria sería desviado hacia profesiones laborales alejadas de la Universidad y no podría estudiar la carrera de Derecho que cursó al abandonar el pilarismo.

Si Wert fuera estudiante, no pasaría ninguna de las selecciones que él mismo exige superar a los alumnos de 8, 11, 15 y 17 años, porque la puntuación de 1,76 que ha obtenido en el  examen social de los ciudadanos, no permite otra opción.

Si Wert fuera estudiante, carecería de amigos en el colegio porque no querrían jugar con él los compañeros en el recreo, le harían poco caso los profesores y los padres no le invitarían a fiestas de cumpleaños de sus colegas.

Si Wert fuera estudiante, iría solo a las manifestaciones convocadas por él mismo a favor de su ley, siendo despreciado por esquirol, disuelto con gases lacrimógenos por policías-padres y abucheado por los peatones.

Si Wert fuera estudiante, sus progenitores se avergonzarían del 1,76 obtenido por su hijo en la reválida ciudadana que él ha rescatado del pozo negro antieducativo con la propuesta de una evaluación sancionadora, selectiva y segregadora.

Si Wert fuera estudiante, no querría ser itinerado a los trece años hacia caminos profesionales que siendo adolescente rechazó y pediría las oportunidades de futuro que ahora niega a los jóvenes que sufrirán en las aulas su ley educativa, inspirada en fueros españoles y palomas espirituales.

JUECES BAJO MÍNIMOS

JUECES BAJO MÍNIMOS

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Jueces

En contra de mis deseos, esperanzas y predicciones, porque confío plenamente en que serán los jueces quienes liderarán la regeneración ética de la sociedad española, la última encuesta del CIS refleja que los magistrados son los peor valorados por la sociedad española, con un porcentaje del 59,01 %, muy distante de los 81,51 % que otorgan a los médicos.

Estos resultados ponen de manifiesto un preocupante descontento ciudadano con el poder judicial, traducido en desconfianza generalizada hacia las actitudes, compromisos y sentencias de los jueces. Algo que representa la mayor luz roja que podía encenderse en este país, pues en manos de los magistrados está nuestra salvación, dado que el poder ejecutivo nos aplasta con sus decretos desoyendo las quejas del pueblo y el legislativo legisla en beneficio de los legisladores, despreciando las iniciativas populares.

No puedo aceptar la opinión reflejada en la encuesta porque sería tanto como aceptar el desahucio vital del país, el homicidio social de los tramposos, el suicidio de los desfavorecidos, la victoria de los estafadores, el reinado de los mediocres y la pérdida de esperanza en la resurrección.

Me niego a compartir la opinión de mis vecinos porque eso me obligaría a tirar la toalla y desistir de toda lucha por la igualdad de oportunidades, el bien común, la defenestración de los despilfarradores, el destierro de la mediocridad, la limpieza institucional, el exterminio de los corruptos, la liquidación de la mentira y el dominio de la impunidad.

DENUNCIA AL JUEZ PEDRAZ

DENUNCIA AL JUEZ PEDRAZ

El mismo sindicato que se tiró a la yugular del juez Garzón, ha desplegado la artillería legal contra su amigo Santiago Pedraz, denunciándole ante el Consejo General del Poder Judicial por haber cometido presuntas faltas graves en su Auto de sobreseimiento de las acusaciones policiales contra los cabecillas de las manifestaciones frente al Congreso.

Entienden los denunciantes que el juez ha ido más allá de lo permitido en un Auto judicial, escribiendo inadmisibles comentarios sobre políticos y policías. Bien por los sindicalistas. Estoy de acuerdo con ellos y apoyo su denuncia, porque basta ya de rojerío progresista que pretende decolorar el tradicional azulón de la judicatura.

Efectivamente, la afirmación del juez sobre la clase política calificándola como “decadente” representa una grave e inmerecida valoración de la misma, rechazada por la inmensa mayoría de la población que considera ejemplar el comportamiento de la “casta”, y así la valora en las encuestas del CIS, poniéndola a la cabeza en los baremos de las mayores preocupaciones ciudadanas, por su destacada honradez, capacidad de trabajo, vocación de servicio, demostrada competencia, generosidad sin límites, escaso salario y carencia de privilegios.

Se excede igualmente el juez en el Auto, al decir que la policía se extralimitó en sus funciones, porque determinados miembros de los cuerpos de seguridad están autorizados por ley a invadir estaciones cuando se les antoje, golpear indiscriminadamente a los ciudadanos que esperan trenes en los andenes, romper tabiques nasales a sospechosos, maltratar a quienes ya están reducidos y arrastrar ancianos por el suelo.

Comete una grave ofensa el juez al decir que la policía exageró el delito en el atestado, porque la determinación de los manifestantes estaba clara: asaltar el Congreso como hizo Tejero, dar un golpe de Estado y hacerse con el poder. Bastaba con ver las guillotinas portátiles que portaba cada manifestante, y el rechazo popular que tuvieron de la ciudadanía, pues la inmensa mayoría de españoles no acudimos a la manifestación madrileña porque estamos de acuerdo con las medidas tomadas por el Gobierno, como tan sabiamente dijo el presidente del mismo.

Dicho esto, sólo cabe esperar que la sensatez de los miembros del Consejo les conmine a rechazar la denuncia, porque el sentido común es algo muy necesario cuando los cambios de presión política y temperatura mercantil modifican las variables termodinámicas sociales, provocando agitación en las partículas del recinto por elevación de la temperatura financiera.

E.S.O.

E.S.O.

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Nunca pensé que tras la prejubilación tendría que volver a decir públicamente algo que “prediqué” en Institutos de España durante cinco años, explicando la reforma educativa y el modelo de evaluación patrocinado por ella.

Es el abogado José Ignacio Wert quien me anima a ello, no por su condición de jurista o sociólogo, sino por ser el responsable de dirigir la política educativa del país, aunque jamás haya pisado un aula, lo que explica la cantidad de disparates que suelta, como si estuviera en una de esas tertulias con sabelotodos, en las que participaba antes de ocupar el sillón ministerial.

Alguien debía orientar los pasos de este “pilarista” porque desde que abandonó el análisis de encuestas va por la política dando más golpes en la herradura que en el clavo, lo que explica la escasa valoración que los ciudadanos le dan en el barómetro del CIS.

Algún amigo tendría que hablarle al ministro del origen, significado, alcance y finalidad de la educación obligatoria, para que no dijera más tonterías sobre ello, advirtiéndole que la Educación Secundaria Obligatoria es la formación básica que deben tener todos los españoles sea cual fuere su condición familiar, económica o social. Es decir, representa lo que debe saber un privilegiado pilarista del barrio Salamanca y un desvalido ciudadano que habita una chabola marginal.

La ESO ha de poner su atención en la formación global del alumno, por lo que el criterio colegiado de los evaluadores ha de primar sobre la apreciación particular de cualquiera de ellos.

Este tramo educativo tendría que garantizar el aprendizaje de conocimientos elementales que capaciten al alumno para progresar con autonomía intelectual en el futuro, fomentando en él habilidades manuales, destrezas intelectuales, técnicas operativas y estrategias mentales de actuación.

La ESO debería facilitar los saberes conceptuales básicos – ¡básicos! – que permitan al educando realizar estudios no obligatorios, donde primarán los clásicos contenidos y las calificaciones por materias de enseñanza, evitando así que el fracaso del escolar en la ESO ponga al descubierto el fracaso del sistema.